Decirle a tu Imam y Prueba de Dios sobre Su creación “Mi Sayed” y “Mi Señor”, quizás sea lo mínimo de los derechos de tomarlos de ejemplo e ellos –que nuestros espíritus sean su rescate. Y que el ser humano se observe a sí misma al hablar con su Imam es algo de suma importancia. Así es quizás mi entendimiento, limitado siempre, pero ciertamente ello debe surgir del corazón del ser humano y de su espíritu, no solo de una costumbre exterior a la que uno se habituó sin que su interior lo acompañe, interior que solo conoce Dios y Sus Pruebas. Oh, Dios, te pido perdón por el derecho de Fátima.
El Siervo Bueno (a) tenía palabras al respecto de quienes exageraban con él. Decía: «No soy digno de que nadie me elogie, ni acepto que nadie me elogie. No hemos venido para cimentar a los opresores. Te ruego que me hables como a uno de vosotros, más bien me considero el menor de vosotros. Considérame tu amigo, y para mí es un honor de que los auxiliares me acepten como su amigo».
Después de aquello, le pedí un consejo y dijo (a): «Mostrad a los hombres el camino correcto del Islam. No dejéis medio posible sin emplear, porque en ello está vuestro alivio. En efecto, Iblís –maldígalo Dios–, sabiendo que su fin está en el día sabido, y sabiendo que para que llegue ese día señalado hay una construcción que debe completarse, trabaja desde el primer día en que salió de la obediencia de Dios para impedir que esa construcción se complete.
¿Acaso no has oído lo que ha dicho?: {luego he de llegar a ellos entre sus manos y detrás de ellos, y desde su derecha y desde su izquierda, y no encontrarás a la mayoría de ellos agradecidos}.[1] Este es vuestro enemigo, que no ha escatimado esfuerzo en desviar a los hombres. ¡¿Cómo, pues, escatimaremos nosotros esfuerzo en guiarlos?!
¿Acaso no oyes lo que dice –maldígalo Dios–, que vendrá desde todas las direcciones para extraviar a los hombres? Si no logra desviarlos desde delante, no se retirará ni aceptará la derrota, sino que lo intentará otra vez desde detrás; y si tampoco lo logra, no se retirará ni aceptará la derrota, sino que insistirá desde la derecha. Tal es vuestro enemigo: aunque él es falsedad y defiende la falsedad, combate con fiereza para extraviar a la gente e impedir que caminen hacia Dios, porque sabe que esto evitará la culminación de la construcción y retrasará el Día sabido en el que será su fin».
Entonces dije: ¿Y tu situación está bien, y la de quienes están contigo? Y dijo (a): «La alabanza a Dios en toda situación. Conmigo está todo el bien: Dios, Glorificado sea y Enaltecido. Le pido estar con Él como Él está conmigo, para corresponder a Su bondad con gratitud y no ser de los perdedores».
Entonces dije: ¿Puedo preguntarte por mi situación, o ya he tomado demasiado de tu tiempo, luz de mis ojos?
Dijo (a): «Soy un servidor, pero me gustaría decirte esto: el Comandante de los Creyentes, Alí (a), a quien el Siervo Bueno se dirigió diciendo “Has corrido una carrera lejana y has fatigado a quienes vienen después de ti”,[2] incluso él, Alí –que mi espíritu sea su rescate–, preguntaba al Mensajero de Dios por su final, si sería con seguridad en la religión. Entonces, ¡¿quiénes somos nosotros y cuál es nuestro situación?!
Yo mismo me muerdo el dedo de arrepentimiento por lo que he desperdiciado del lado de Dios, y por la pérdida de la que estoy seguro. Digo: Es propio del hijo de Adán morderse siempre y para siempre el dedo por arrepentimiento cuando sabe que el Día de la Resurrección nadie podrá prosternarse hasta que se prosterne Muhammad (s) y alabe a Dios. ¿Por qué se nos impediría prosternarnos hasta que Muhammad (s) se prosterne y alabe a Dios, si no es porque hemos sido negligentes, canallas, pecadores y egocéntricos? ¿Acaso merece el Amado –Glorificado sea y Enaltecido–, que lo tratemos así? ¡¿Merece que respondamos a Su bondad y a Su generosidad con indiferencia, con negación y mirándonos solo a nosotros mismos?!»
[1] Sagrado Corán – sura «Al-Aaraf» (Las alturas), 17.
[2] Bihar al-Anwar, vol. 97, pág. 323.
Del libro Con el Siervo Bueno de Ahmed Alhasan (a)