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Es entre el demonio y su tropa de hombres y genios, y Dios y su tropa de hombres, ángeles y genios.

La tropa de Iblís (maldígalos Dios) es de los tiranos. Así que deben estar presentes un Faraón, un Nemrod y cada tirano, pues la presencia de sus semejantes es la presencia de ellos. Tal como la presencia del semejante a Iblís entre los hombres es su presencia entre los hombres, y la presencia de los mensajeros de los profetas enviados anteriores es la presencia de los profetas (a) en esta batalla sagrada. Tal como la presencia de la imagen de Dios, de Su rostro, de los nombres de sublimidad de Dios, del sucesor de Dios que es el Argumento de Dios sobre Su creación en la época de la aparición y del sagrado levantamiento del Mahdi, es la presencia de Dios Glorificado y Exaltado en la batalla que combate con Su tropa; por eso se menciona en la Torá: [Por tanto, el Señor mismo os dará una señal: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel],[1] que significa “Dios con nosotros”.

Y se narra algo aproximado a este texto y su interpretación (Dios con nosotros) en el Evangelio de Mateo, capítulo 1.

En la súplica de Semat: «… y te pido, oh, Dios…, y por tu ascenso en Seir (es decir, que Jesús representa el ascenso de Dios) …, y tu aparición en el monte Parán (es decir, que Muhammad representa la aparición de Dios) …».[2]

La batalla es una batalla de guía para el Mahdi (a), no una batalla de matar y derramar sangre, pues Iblís (maldígalo Dios) quiere llevarse al mayor número que pueda para hacerlos entrar al Infierno, y cumplir su promesa de descarriarlos. En cuanto al Mahdi (a), pues él quiere llevarse al mayor número que pueda al Paraíso, guiándolos a la verdad y al monoteísmo puro de Él, Glorificado y Exaltado.

Por eso, la batalla al principio es una batalla ideológica verbal, pues el Mahdi (a) es Alí (a) y es Husein (a). Y Alí (a) no empezó la epopeya de su sagrado levantamiento militar, que comenzó con la Batalla del Camello, hasta que envío a un joven portando el Corán a la gente que había movilizado una tropa para matarlo. Y la respuesta de la tropa del demonio fue matar al joven y destrozar el Corán. Asimismo, Husein (a) no empezó la epopeya de su sagrado levantamiento militar hasta haber hablado con la gente, él y sus compañeros, para aconsejarles. Pero le respondieron a él y a sus compañeros lanzando flechas, y él les dijo a sus compañeros: «Levantaos, que Dios tenga misericordia de vosotros, puestas estas son los mensajeros de esta gente para vosotros».[3] Así, Alí y Husein (a) empezaron hablando y presentando argumentos a los hombres, pero la tropa del demonio, por su incapacidad, no encontró sino lanzas para responder con ellas a la sabiduría de Alí (a) y de Husein (a).

Asimismo el Mahdi (a) hijo de Alí (a) e hijo de Husein (a) empieza hablando y debatiendo ideológicamente para guiar a la gente, pero ellos no encuentran por su incapacidad para responder a la palabra sabia y al argumento profundo sino lanzas con las que responder. En ese momento, el Mahdi (a) no encontrará sino las palabras de Alí (a), «los mataremos por esta sangre que han derramado», y no encontrará sino las palabras de Husein (a), «Levantaos, que Dios tenga misericordia de vosotros, puestas estas son los mensajeros de esta gente para vosotros».


[1] Torá, Libro de Isaías, capítulo 7.

[2] Misbah al-Mutahayyid, pág. 416 | Yamal al-Usbua, pág. 321 | Misbah al-Kafami, pág. 424 | Bihar al-Anwar, vol. 87, pág. 97.

[3] Munaqib Al Abu Taleb, vol. 3, pág. 250 | Bihar al-Anwar, vol. 45, pág. 12 | Al-Awalim, al Imam Al-Husein (a), vol. 255 | Kitab al-Fatuh, vol. 5, pág. 101 | Aayan ash-Shia, vol. 1, pág. 603.


Del libro La profecía selladora de Ahmed Alhasan