Dijo el Enaltecido: {Ciertamente, Dios y Sus ángeles bendicen al profeta. Oh, vosotros que habéis creído, bendecidlo y saludadlo en entrega}.[1] ¡Oh, Dios! Bendice a Muhammad y a la familia de Muhammad, los Imames y los Mahdis, y salúdalos en entrega. Quizás estas salutaciones no agraden a algunos hoy en día, como tampoco agradaron a quienes les precedieron las salutaciones que el Mensajero de Dios (s) aclaró a Su nación cuando fueron puestos a prueba con la familia de Muhammad (los Imames) en los primeros tiempos del Islam.
Y a pesar de que el Gran Profeta (s) les había explicado incluso cómo orar por él, y les prohibió la salutación incompleta, pues dijo: «No pidáis bendiciones para mí con una salutación incompleta». Dijeron: “¿Y qué es una salutación incompleta?” Dijo (s): «Que digáis “Oh Dios, bendice a Muhammad” y os detengáis. Más bien decid: “Oh Dios, bendice a Muhammad y a la familia de Muhammad”».[2] Los encontramos deliberadamente omitiendo la mención de la familia, como es común entre sunníes y especialmente los wahabíes, o añadiendo a quienes quieren de las esposas y compañeros, incluso todos los compañeros en general, incluyendo al bebedor de vino, al hipócrita, al fornicador, al asesino y al asesinado, –Glorificado sea Dios– como si insistieran en contradecir su orden y su explicación (s).
En cuanto a los shiíes de los referentes religiosos de hoy, ellos también quieren añadir lo que les place a las salutaciones, e incluso han comenzado a decirle a sus seguidores que al orar deben mencionar los nombres de sus líderes y dignatarios, que es lo último de un asunto conocido que apenas se puede negar.
Ciertamente, la salutación por Muhammad y su noble familia permanece como un predicador vivo y continuo, que da testimonio de la rudeza de esta nación en los primeros tiempos del Islam y en estos últimos tiempos que vivimos. ¿Cómo es posible que no todos los musulmanes comprendan ni siquiera el significado de esta salutación? Y ni hablar de que la familia de Muhammad (a) esté completamente ausente de la realidad de quienes alegan ser musulmanes. Aún más, el sunní seguidor de jeques alardea de ignorar las narraciones de ellos, después de haber narrado incluso las de los asesinos del Comandante de los Creyentes (a). Y el shií seguidor de los referentes religiosos alardea de no adoptar sus narraciones o de adoptar solo lo que le agrada y le sirve. Si no, ¿de dónde hemos obtenido nosotros las narraciones de los Mahdis y todo lo relacionado específicamente con el Primer Mahdi de decenas de narraciones en los principales libros de los shiíes? ¿Acaso no son de la familia de Muhammad (a)? Entonces, ¿por qué se burlarían de ellas si realmente fueran sus seguidores?
En cualquier caso, algunos discuten con nosotros y dicen: ¿Por qué especificáis a los Imames y los Mahdis mencionándolos en la salutación? Esta especificación impide la generalización y que la oración incluya a Fátima, siendo ella de la familia más pura.
Sobre esto había preguntado al Siervo Bueno (a), y le dije: ¿Acaso la especificación en la salutación por los Imames y los Mahdis impide incluir a Fátima?
Me respondió (a): «La especificación no excluye la generalización, y no hemos dicho a nadie que esta forma u otras no estén permitidas, sino que en los textos alegóricos la salutación se escribió de otra forma. Pero aquí nosotros especificamos para afirmar un derecho que estos demonios quieren hacer perder, que es el derecho de los sucesores de Dios en Su tierra de entre los Imames y los Mahdis. Y en las súplicas se especifican a los Imames (a),[3] ¿acaso los Imames se equivocaron al especificar? ¡Lejos de algo así están ellos!».
[1] Sagrado Corán – sura «Al-Ahzab» (Los partidos), 56.
[2] Al-Gadir de Al-Ámini, vol. 2, pág. 303 | As-Sawaiq al-Muhriqa de Ibn Haŷar, pág. 146.
[3] En muchas súplicas y salutaciones, los Imames –con ellos sea la paz– hicieron distinciones especiales. Por ejemplo, las salutaciones de la media tarde en la congregación [asr del viernes], como lo narró el jeque Abbás Al-Qummi del Sayed Ibn Tawus. Véase: Mafatih al-Ŷinán, “Obras de la media tarde del día de la congregación”.
Del libro Con el Siervo Bueno de Ahmed Alhasan (a)