Por lo tanto, Moisés (a) vino para encontrarse con el Siervo Bueno porque había supuesto que ya había combatido su propia alma y matado al Yo en su interior. Así pues, lo que se le pedía era ser paciente y combatir su propia alma mientras acompañaba al Siervo Bueno, y no decirle al Siervo Bueno “si haces esto” o “si no haces esto otro”, pues cuando se enfrenta a alguien que es de una posición más elevada con estas palabras, se manifiesta claramente el Yo que está en su interior frente a quien se le había ordenado seguir y obedecer.

Y en realidad, el asunto se remonta a que Moisés (a) se enfrenta a Dios, Glorificado y Altísimo, pues cada vez que decía “Yo” frente al Siervo Bueno era igual a decir “Yo” frente a Dios, Glorificado y Altísimo. Este es el examen del monoteísmo en el que han fallado muchos de los que marchan hacia Dios. Talvez subestimaran el decir “Yo” frente al Sucesor de Dios o frente a sus palabras, sugiriendo sus propias opiniones frente a la orden de los sucesores de Dios, cuando el “Yo”, en realidad, es frente a Dios, Glorificado y Altísimo, y cuando llegan al examen con esto, fallan sin siquiera enterarse de su fallo.

Moisés (a) falló con el Siervo Bueno, pero no fracasó en el examen divino, más bien logró un gran éxito, aunque limitado al mismo tiempo, pues cuando fue probado con lo que estaba por encima de él, falló.

El Siervo Bueno le estaba diciendo a Moisés (a): “Me acompañarás sabiendo que soy un Argumento sobre ti y que Dios te ha ordenado obedecerme. Pero no serás como Dios te lo ha ordenado, ni serás como lo has prometido. Sino que manifestarás tu “Yo” desde tus profundidades y te opondrás a mí, a pesar de que soy un Argumento sobre ti y a pesar de que habías prometido ser paciente”. Pero lo dijo de esta forma: {«Es que tú no podrás tener conmigo paciencia»}. Pues la lucha contra el “Yo” tiene varios niveles, y quien lucha contra sí mismo en un nivel determinado, fallará si es probado en un nivel superior por alguien que es superior a él.

{Dijo: «Es que tú no podrás tener conmigo paciencia»}: El Siervo Bueno fue severo con Moisés y lo reprendió por cada violación del acuerdo que había entre ambos, e hizo llorar a Moisés (a) por haber incumplido su promesa previa.

En todo esto, el Siervo Bueno advertía a Moisés de que sabía más que él y que a él se le había ordenado seguirlo y aprender de él, para que Moisés conociera su ignorancia y no se perdiera. Aún así, Moisés (a) no fue paciente y se oponía, y el Siervo Bueno volvía a la carga en todo lo que decía, “hay una falta en ti, oh, Moisés, presta atención”: {Dijo: «Es que tú no podrás tener conmigo paciencia» … Dijo: «¿No había dicho que no podrías tener conmigo paciencia?» … Dijo: «¿No había dicho que no podrías tener conmigo paciencia?» … Dijo: «Esto es una separación entre yo y tú. Te informaré de la interpretación de aquello con lo que no has podido tener paciencia» … «Y no lo he hecho por orden mía. Esta es la interpretación de aquello con lo que no has podido tener paciencia»}.

¿Acaso notas que el Siervo Bueno casi no le hablaba a Moisés sin decirle “no podrás ser paciente conmigo”?

En realidad, el Siervo Bueno quería trasmitirle a Moisés (a): “hay varios niveles superiores y más elevados que los que tú has alcanzado y ascendido, oh, Moisés”. Es que la criatura que tiene, o ha conseguido, o ha conocido una determinada perfección limitada talvez suponga que esta es toda la perfección y que no hay perfección sino a través de esta.

Y pondré este ejemplo: un ave vuela a una altura máxima de 100 metros, otra vuela a una altura máxima de 200 metros y otra vuela a una altura máxima de 1000 metros. Así pues, la que vuela a una altura de doscientos metros ve a las aves que vuelan a una altura de cien metros por debajo de él, pero si piensa que ha alcanzado la cima estará a punto de perderse. Esto es lo que pasó con Moisés (a) y por esto Dios le ordenó a Gabriel que lo alcanzara y lo dirigiera al encuentro con el Siervo Bueno.

Además, cuando el ave que vuela a una altura de 1000 metros ponga a prueba a las aves que vuelan a la altura de 100 metros o 200 metros para demostrarles su incapacidad e inferioridad, fallarán con ella, porque las impulsará a volar a una altura de 300 metros, por ejemplo, que es una altura fácil para ella, pero difícil para aquellas cuyo límite es 100 o 200 metros.

Así que la verdad y la verdad os digo: Se supone que nuestra mirada se dirija hacia lo superior, para reconocer nuestra incapacidad y ascender, no dirigirla hacia lo inferior para enorgullecernos de nuestra perfección y perdernos.

La realidad es que muchos creen estar en la cima, pero ninguno de ellos está en la cima. Los que están realmente en la cima en la creación no ven ni creen estar en la cima, porque simplemente han reconocido que es una cima ilusoria y no real. Pues, ¿cómo podría llamarse cima cuando la relación que tiene con lo que hay por encima de ella es cero? Porque está el Absoluto, que es Infinito. ¿Cómo podrían ver o creer que es la cima cuando a la vista de ellos está toda esta miseria y vergüenza?, porque significaría que estén diciendo “Yo” jactanciosos enfrentándose a Él, Glorificado y Altísimo.

Y que no se imaginen quienes lean mis palabras que el asunto solo se relaciona con quienes están por encima de ellos, o sea, que al mirar a quienes están por debajo de ellos crean que están en la cima. Es más, ellos no creen en absoluto estar en la cima, porque simplemente han reconocido la realidad que el resto de la creación ha descuidado. Cuando el resto de la creación mira a esos Patronos (a) con devoción los ve como luz divina, mientras que esos mismos Patronos (a), cuando miran a quien los creó, Glorificado sea, que es luz sin oscuridad, ven que ellos son oscuridad. La identidad de ellos es la oscuridad, es lo que los distingue de Él, Glorificado y Altísimo. Esto los pone en una constante reflexión sobre sí mismos y una continua pesadumbre por los descuidos al lado de Dios. Porque se tuvieron en consideración a sí mismos y prestaron atención a su existencia, buscando su propia existencia y permanencia, en oposición a la existencia y la permanencia de Dios, Glorificado y Altísimo.

El Comandante de los Creyentes, Alí (a), dijo: «Dios mío, he arrastrado a mi alma al observarla. ¡Ay de ella si no la perdonas!».[1] El perdón que Alí (a) pedía era el que se le había asegurado a Muhammad (s), el perdón dispuesto por la conquista, en las palabras de Dios: {Ciertamente, hemos abierto para ti una conquista evidente * para que te perdone Dios lo que se adelanta de tu pecado y lo que se retrasa, y complete Su beneficio para contigo, y te guíe a una senda recta}.[2]


[1] De la súplica de Shaabán, del Comandante de los Creyentes (a), Bihar al-Anwar, vol. 91, pág. 97.

[2] Véase el apéndice 3 y el libro La profecía sellante. También hay detalles en Algo de la interpretación de sura Al-Fátiha y en Alegorías.


Extracto del libro El viaje de Moisés a la confluencia de los dos mares del Imam Ahmed Alhasan (a)