Me quejé al Siervo Bueno (a) una vez sobre la audacia de los opositores contra las Pruebas de Dios y especialmente contra el Resurgente de la familia de Muhammad (a), y dije: En cuanto a los opositores, nos han dañado y te atacan mucho. Que Dios nos haga un escudo para ti, por el derecho de Fátima.
Entonces él (a) me respondió: «Ellos se atreven contra Dios sin temor, viviendo en Su tierra, y Él es quien la sostiene suspendida en el espacio que la rodea. Si la soltara, los aniquilaría en un pestañear de ojos.
Dios, Glorificado y Enaltecido sea, no ordenó siquiera a Abraham (a) que se diera a conocer ante quienes convocaba con más que el hecho de ser el convocador a la verdad: {Y proclama en los hombres por la peregrinación, han de venir a ti a pie y sobre todo camello delgado, viniendo desde cada desfiladero recóndito}.[1]
Solamente convócalos. En cuanto a que te reconozcan y sepan que eres verdadero, eso se supone que ellos mismos son capaces de ello, sin necesidad de ninguna evidencia que los guíe hacia ti; porque tú eres el Mensajero de su Señor que los creó. ¿Acaso puede el ser humano perder a su Señor que lo creó, de modo que no pueda dirigirse a Él para preguntarle?».
El problema de ellos es que han perdido a su Señor que los creó. Y después quieren que los Mensajeros de Dios los fuercen a creer mediante un poder sobrenatural que manifieste la superioridad de los mensajeros y la debilidad de ellos, su incapacidad para enfrentarlos.
¿Dónde queda la fe en esto? ¿Y dónde queda su Señor, que Él mismo, Glorificado y Enaltecido sea, se atribuyó a Sí mismo estar más cerca que la vena yugular? Sí, han perdido su vínculo con su Señor, y aun así Él no los castigó, sino que les envió Sus signos con los cuales pueden guiarse. ¡Qué osadía la suya contra Dios!
Por Dios, me avergonzaría ante mi Señor pertenecer a gente como esta, que se enfrentan a Él, Glorificado sea, con una presunción y una malicia sin precedentes, a pesar de todo lo que hay en ellos de maldad e injusticia.
¿Cuándo se avergonzará el ser humano de enfrentarse a su Generoso Señor con tal perfidia, malicia y engaño, mientras Él habla compadeciéndose de ellos, como si los necesitara, a pesar de toda la malicia que tienen al enfrentarlo siendo Él su Creador? {Oh, qué pena por los siervos. No ha venido a ellos mensajero sin que se burlaran}».[2]
[1] Sagrado Corán – sura «Al-Haŷŷ» (La peregrinación), 27.
[2] Sagrado Corán – sura «Ya Sin» (Ya Sin), 30.
Del libro Con el Siervo Bueno de Ahmed Alhasan (a)