• Categoría de la entrada:Con el Siervo Bueno
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En nombre de Dios, el Misericordioso, el Misericordiosísimo

Introducción:

La alabanza a Dios, Señor de los mundos, y que Dios bendiga al mejor de Su creación y a los señores de Sus criaturas, Muhammad y su familia, los puros Imames y los Mahdis, y les dé paz en entrega.

Señor mío, expande mi pecho, facilita mi tarea y desata el nudo de mi lengua para que comprendan mis palabras…

Las palabras nunca me habían eludido como lo han hecho en esta introducción, que ha sido la última de las estaciones en este viaje de escritura. No por nada, sino porque me quedé solo y no estaban en mis manos sus (a) palabras específicas para escribir la introducción, después de que sus palabras habían estado frente a mí en todas las estaciones de este libro en sus diversas cuestiones de conocimiento.

En cuanto a la historia de este libro, Con el siervo bueno… se resume en una sola frase: de él y para él.

De él… porque fue el que respondió a las grandes cuestiones de las que se le preguntó, y he citado la pregunta y la respuesta aquí. Responder a las grandes cuestiones es una gran puerta a través de la cual se puede conocer al Resurgente (a), si los hombres dieran crédito a las palabras de sus padres puros.

Y para él… porque fue el pecho ancho y amplio que me soportó, a pesar de mi ignorancia y de incluso la invalidez de mis preguntas a veces, y a pesar de la dureza de las condiciones y la crueldad de este mundo y su gente para con el remanente de la familia de Muhammad (a).

¿Por qué el Siervo Bueno en lugar de sus otros nombres conocidos por la gente del cielo?

Pues, porque era el nombre con el que su Señor lo llamó cuando era maestro de profetas y pionero en los caminos de los cielos, además del mundo, este mundo temporal sobre el que su Creador no se ha fijado desde que lo ha creado, y si Él lo hubiera tenido en consideración, Sus siervos buenos no hubieran sido perjudicados en él.

Sayed de los oprimidos de nuestra época, este es el Siervo Bueno… Ahmed. No solo porque ya ha sido combatido por gente que afirma ser leal a sus padres, ni porque hayan dictaminado que lo maten y que maten a quienes creen en él, ni porque hayan descreído en las palabras de Dios, en Sus aleyas y en las narraciones de los puros Imames, sino porque en sus entrañas y en su corazón una ciencia inmensa y una luz que ilumina que los siete cielos no abarcan y mucho menos lo que hay por debajo de ellos. Esos son los pechos de la familia de Muhammad, pechos que conocían a Dios y eran sumisos, que se sometían y humillaban ante Él. Y veían el mero hecho de mirarse a sí mismos como un pecado, por lo que sus ojos se llenaban de lágrimas en la oscuridad de la noche, cuando se sosegaban las respiraciones de la gente de este mundo y su alboroto. Incluso esos pechos se estrechaban con esas palabras por vergüenza ante un Señor Misericordiosísimo y se ahogaban al expresar o describir su situación ante su Señor. Así que Dios los elevó y los purificó, y se convirtieron en los custodios de Su ciencia, en los depositarios de Su sabiduría, de Su luz y de Su puerta, por la cual Él llega. Son un faro que ilumina la senda de los caminantes, a pesar de la escabrosidad del camino y su peligrosidad. De hecho, el monoteísmo es la meta de la creación y su propósito, que sin duda es más fino que un cabello y está más afilado que una espada, como ha sido narrado. A través de ellos se revelan sus detalles y se conocen sus designios, logrando que la persona, por el favor de ellos, llegue a su propósito y a la meta de su creación, a sus más altas aspiraciones y anhelos. No solo a través de sus explicaciones, sino que el Imam de ellos se queda sosteniendo de la mano a los creyentes hasta que alcanzan la complacencia de Dios. Y esa noble mano no se cierra, no es propio de ella, excepto cuando el ser humano cierra su mano, que Dios nos proteja de ello. Así ha sido de verdad la generosidad de Dios en Su tierra, Su benevolencia y Su signo en Su creación.

Entonces, ¿por qué el hombre combate a quien hace todo esto por él? ¡¿Es porque quiere su salvación?! Glorificado seas, oh, Señor.

Y no es así, porque la gente de este mundo más bien le habría dado la bienvenida a este convocador divino a través del cual alcanzarían su meta y su propósito. Pero han hecho lo opuesto y lo han oprimido. Y no solamente esto. De hecho, él es el que trae las 27 letras de las ciencias del conocimiento divino con las que Dios ha permitido a sus siervos conocerlo a través de ellas, de las cuales la creación ha perdido su surco para aprenderlas de sus padres puros, quienes no las transmitieron a una gente que no los conocía ni apreciaban a Dios como merece ser apreciado. Si este convocador resulta ser el Resurgente de la familia de Muhammad, la conjunción de los dos mares que Moisés (a) buscaba en su viaje para aprender y por quien consideraba que pasar una era y eternidades sin encontrarlo era algo por lo que merecía soportar la pena del viaje y la andadura (o he de pasar una era), ¡cuánta será la pérdida entonces, y los hombres insisten hoy en combatirlo y en negarlo!

El Siervo Bueno… una realidad que se aclara manifiestamente en este diálogo cuando un hombre ve la pureza de esta criatura y la grandeza de su carácter, la hondura de su humildad, la luz de su sabiduría y la dimensión de su profundidad, cuando habla de las verdades más elevadas con un estilo por el que baja hasta que un siervo como yo lo puede comprender. Él es el guardián del mandato del Misericordiosísimo y un educador generoso. En esto hay una gran lección para todos nosotros cuando afirmamos imitarlo y adoptar su línea de conducta. Cuántas lecciones hay en todo lo que emana de él, pero cuán numerosas son sus lecciones y cuán pocos son los que las consideran. Le pedimos al Glorificado perdón por la negligencia en su derecho.

Por lo tanto, este es un intento por extraer los tesoros de ese pecho puro y los tesoros del conocimiento que contiene, de cuyas llaves, una es la pregunta. Así pues, fueron respuestas luminosas de parte de él a las preguntas que le dirigí, y he preferido, por el favor del Glorificado, trasmitirlas a los hombres después de clasificarlas en cinco estaciones, que son las siguientes:

  • 1) Lo relacionado con el Noble Corán.
  • 2) Lo relacionado con las narraciones.
  • 3) Lo relacionado con la creencia.
  • 4) Lo relacionado con los debates e investigaciones.
  • 5) Lo relacionado con los consejos generales y sus palabras.

Todo esto fue después de que le (a) pregunté esa vez, dije: «A veces, un hombre transmite algo a otros, como algunos conocimientos divinos, pero confiado en no vivirlos o en no aplicar lo que hay en ellos. ¿Esto es aceptado?

Y dijo (a): “El Mensajero de Dios (s) dijo: ‘Que Dios tenga misericordia de una persona que escuchó lo que dije, lo comprendió y lo transmitió a los hombres, pues talvez, haya un comunicador de conocimiento para quien lo comprenda más que él”. Luego dijo: “¿Esto es suficiente para ti?”. Dije: “Sí”».

Así que si no me apiado de mi situación con lo que sé de sus palabras y lo que he anotado de él, quizá Dios tenga misericordia de mí por Su favor a través de lo que yo haya transmitido y narrado a alguien que lo comprenda más que yo. Tal vez, aquel a quien lleguen las palabras se beneficie, y sea digno de ellas y las profese. He procurado registrar las respuestas sin adiciones ni cambios y hacerlas llegar a los hombres como las escuché directamente de él. Se las presenté a él en ese entonces y estaban como él quería, que las bendiciones de mi Señor sean con él.

Debo disculparme con él por lo que he comentado antes de trasmitir sus palabras habitualmente, y a veces después; alguna vez para preparar las respuestas y otras para aclarar y llamar la atención.

La paz sea con el siervo bueno Ahmed Alhasan de parte de quien lo ama con su corazón y espíritu, y espera que Dios lo apoye para trabajar en sus manos por Su favor, Su generosidad. Él es el Allegado de los creyentes. Y la paz sea con los creyentes y las creyentes, la misericordia de Dios y Sus bendiciones.

Y la alabanza solo a Dios.

6 de Yamadi Az-Zani, 1431

Abu Hasan


Del libro Con el Siervo Bueno de Ahmed Alhasan (a)