• Categoría de la entrada:Con el Siervo Bueno
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Se adentró en el tema de la infalibilidad –el asunto que Dios ha reservado a Sus Pruebas y a Sus Patronos– quien no tenía parte en él, e involucró su alma en lo que no le correspondía; y terminó como quien busca agua en un desierto árido, ¿y cómo podría saciarse con las dulces aguas del Éufrates después de haberse apartado de su manantial puro?

Así pues, detengámonos junto al manantial puro: el Resurgente de la familia de Muhammad (a) y la confluencia de los dos mares de Alí y Fátima –con ambos sea la paz–, mientras él aclara lo que concierne a la infalibilidad, en una pausa ante el gran ejemplo coránico: el viaje de Moisés hacia la confluencia de los dos mares.

Pregunté entonces al Siervo Bueno (a), y le dije: Si me permites, distingue entre la infalibilidad y la rectificación.

Él respondió: «Todo aquel que se aferra a Dios alejándose de lo que Él ha hecho ilícito es infalible en la medida en que se aferre a Dios. La infalibilidad tiene un aspecto que corresponde al siervo y otro que corresponde al Señor: el siervo, en la medida de su sinceridad, se aferra a Dios; y el Señor, en la medida de Su concesión de éxito, inmuniza al siervo. La sinceridad y la concesión de éxito están ligadas; el éxito es compañero de la sinceridad y desciende del cielo en la medida de la sinceridad. Y la rectificación está incluida dentro de ese éxito que desciende.

Pero, en realidad, tú quieres hablar de la infalibilidad con la que Dios protege a los albaceas (a). Esta, como ya te expliqué anteriormente, pertenece a la esencia misma de la infalibilidad, aunque únicamente se halla designada en ellos por texto explícito. Es decir, la realidad de la infalibilidad existe en todo ser humano: es la naturaleza de la sinceridad, es la luz que Él hizo aparecer en la existencia. Todo ser humano es capaz de aferrarse a Dios y evitar lo que Él ha hecho ilícito; está creado con esa disposición, aunque quizá desperdicie su parte».

Dije entonces: ¿Y acaso la diferencia entre la infalibilidad de la Prueba y la de los demás radica en el grado en que se manifiesta en él?

Y dijo (a): «La diferencia en la infalibilidad de los albaceas es solamente que ellos están aferrados a Dios en un grado tal que no entran en lo falso ni salen de lo verdadero. Quien los sigue está a salvo del extravío y conoce la verdad en la medida que los siga. Y, además —y esto es lo más importante— aquel que conoce las realidades –Glorificado sea– ha declarado explícitamente su infalibilidad.

La infalibilidad tiene diferentes grados, no es un solo grado. Pero lo que concierne a la gente es esto: que el infalible no los introduce en lo falso ni los aparta de lo verdadero. Sin embargo, si se encontraran dos infalibles con distintos niveles de infalibilidad, la diferencia entre ambos sería manifiesta; como si vieras al de menor grado enfrentado al de mayor, pareciendo el primero como si no fuese infalible. Tal fue el caso de Moisés (a) frente al erudito. ¿Ves cómo era su estado? Si necesitas más aclaración, te lo explico».

Dije: Sí, si tu tiempo lo permite.

Dijo (a): «Mira las palabras del Siervo Bueno a Moisés (a): {Dijo: «Es que tú no podrás tener conmigo paciencia»… Dijo: «¿No había dicho que no podrías tener conmigo paciencia?»… Dijo: «¿No te había dicho que no podrías tener conmigo paciencia?»… Dijo: «Esto es una separación entre yo y tú. Te informaré de la interpretación de aquello con lo que no has podido tener paciencia»… Y no lo he hecho por orden mía. Esta es la interpretación de aquello con lo que no has podido tener paciencia}.[1]

Apenas le hablaba sin reprenderlo por su falta de paciencia, siendo que la paciencia –como sabes– el Noble Mensajero la describió respecto a la fe como la cabeza respecto al cuerpo. [2] Y Dios Enaltecido también dice: {Y no lo reciben sino los que han sido pacientes, y no lo recibe sino el poseedor de una porción grandiosa}.[3]

¿Lo notas? A Moisés (a), profeta y mensajero de los dotados de resolución, ¿cómo lo describió el siervo virtuoso? Lo describió como incapaz de tener paciencia con él. Si tú hubieses estado entre los dos, ¿a quién habrías seguido? ¿A Moisés (a), o al Siervo Bueno? ¿Quién de los dos necesitaba del otro cuando se encontraron? ¿Quién de los dos guiaba al otro? ¿Quién de los dos enseñaba al otro?»

Moisés expuso la razón de seguir al Siervo Bueno: la ciencia y el conocimiento. {Díjole Moisés: «¿Acaso he de seguirte para que me enseñes de lo que se te ha enseñado como rectitud?}.[4] Es decir, que lo necesitaba; esto te muestra con toda claridad la diferencia entre los infalibles.

Quizás quede la objeción que escribieron algunos ignorantes de la realidad, que se entrometieron en lo que no sabían, cuando mencionaron que el Siervo Bueno no era más sabio que Moisés, sino que se le había concedido la ciencia interior, mientras que Moisés (a) había sido distinguido con la ciencia de la sharía, y dijeron que Moisés era la Prueba sobre el Siervo Bueno. Quizás esa sea la opinión de todos ellos, porque no conciben que el Siervo Bueno fuera más favorecido que Moisés, y así tropezaron con él.

La realidad es que el asunto está zanjado coránicamente en favor del Siervo Bueno. Y esta es una declaración coránica explícita de que el Siervo Piadoso fue puesto por encima de Moisés (a), y que era una prueba sobre él: {«Me encontrarás, si quiso Dios, paciente y no te desobedeceré ninguna orden»}.[5] ¿Lo notas? “No te desobedeceré ninguna orden”.

Y también esto: {Ya has alcanzado de mi parte una disculpa}.[6] ¿Notas la disculpa de Moisés (a) y su tono? Aquí Moisés (a) muestra claramente que es un aprendiz, y además un aprendiz que fracasa en su aprendizaje.

Observa también cómo el Siervo Bueno se dirige a Moisés: {Dijo: «Entonces, si me sigues, pues no me preguntes de nada hasta que yo te haga de ello alguna mención»}.[7]

No olvides que ellos son Pruebas de Dios, Glorificado sea, y Moisés era uno de los mensajeros dotados de resolución –que son solo cinco–, y aun así el Siervo Bueno le habla como a un niño al que quiere enseñar: {Dijo: «Entonces, si me sigues, pues no me preguntes de nada hasta que yo te haga de ello alguna mención»}. No sé si lo leías de esa manera, ¿te habías fijado antes en esto?».

Yo respondí: La alabanza a Dios, ¿y de dónde? ¿Acaso conocíamos algo? ¡Glorificado sea Dios por su paciencia!

Él (a) dijo: «Ahora, pues, léelo de este modo y encontrarás mucho en ello. Solo te indicaré el motivo general del encuentro de Moisés (a):

Moisés pensó que había conocido la verdad y combatido al ego, especialmente siendo él quien no se consideraba mejor que un perro sarnoso.[8] Asimismo, Moisés (a) –como sabes por su petición de ser el Resurgente de la familia de Muhammad, piensa en la lectura de estas narraciones–[9] se encontró con esto por estos dos motivos.

Si lees el inicio de la misión de Moisés (a), encontrarás que él buscaba la confluencia de los dos mares, y describe su estado diciendo que no le importaba pasar eternidades en busca de la confluencia de los dos mares: «he de pasar una era». ¿Notas el anhelo de Moisés (a) por alcanzar la confluencia de los dos mares y la importancia que le daba, considerando natural pasar eternidades enteras en busca de la confluencia de los dos mares?

Bien, ahora: ¡Por tu Señor! ¿es posible que alguien pase por alto un lugar donde se juntan dos ríos? El resultado es que se lo perdió, ¿no es así? ¿Acaso es razonable que él buscara un lugar donde se unen dos ríos, pasara junto a él y aun así lo pasara por alto? ¿Has considerado esto?

Dirígete a la sura «Al-Rahmán» (El Misericordioso) y mira los dos mares que se encuentran y su confluencia allí, y observa lo que hallarás. Encontrarás muchas narraciones narradas tanto por sunníes como por shiíes que dicen que los dos mares son Alí y Fátima, y que su confluencia son Hasan y Husein –con ambos sea la paz–, y las Pruebas tras ellos (a).[10] Así pues, la confluencia de los dos mares es un varón, no un lugar. Y por eso lo pasó por alto.

Y esta fue la primera, es decir, que lo haya pasado por alto. ¿Ves la enorme importancia que le daba, y aun así pasó a su lado, se sentó junto a él y no lo reconoció? ¿Y quién era? Era Moisés (a), un profeta dotado de resolución. Aun así, pasó por alto aquello que consideraba que incluso pasar una eternidad en su búsqueda era poco. ¿Has notado esto?

Esto es muy importante. Hoy no prestan atención a esto, no se dan cuenta; quizá ellos también hayan pasado por alto el propósito. Glorificado sea Dios ¿Y acaso ellos son mejores que Moisés (a)?».

Dije: ¿Y podemos decir que el Resurgente es la confluencia del mar de los Imames y del mar de los Mahdis, y que eso era lo que buscaba Moisés (a)?

Él respondió: «No. Son Alí y Fátima –con ambos sea la paz. El Resurgente es el resultado de la unión de ellos dos, el resultado para el cual fue creado todo, y es el conocimiento: veintisiete letras del monoteísmo y del conocimiento, esa es la confluencia de los dos mares».

Luego el Siervo Bueno continuó explicando algo de lo que hay en el viaje de Moisés hacia él, y dijo (a): «Moisés prometió paciencia, y aun así se encontró saliendo de un fracaso para caer en otro: {Dijo: «No me tomes a mal por lo que he olvidado y no me impongas algo difícil»}.[11] Esta fue la primera vez.

En cuanto a la segunda, observa cómo se quebró Moisés (a): {Dijo: «Si te pregunto sobre algo después de ello, no dejes que te acompañe. Ya has alcanzado de mi parte una disculpa»}.[12]

Y en la tercera quizá notes que Moisés (a) eligió el silencio, o que fue el silencio quien eligió a Moisés (a). Moisés permaneció escuchando y no habló más después de eso. Moisés (a) aprendió, y se cumplió el propósito de su llegada.

El Siervo Bueno dijo a Moisés: Estas acciones aparentemente simples lo son todo. Le dijo: Combatir el ego tiene niveles que no terminan, y las gracias de Dios son incontabilizables, y las posiciones que el ser humano puede alcanzar son incontabilizables.

Así, el Siervo Bueno llevó a Moisés (a) a través de los niveles del monoteísmo. El primero fue “yo”, el segundo “nosotros” y el tercero “Él”. Y aunque todo fue por mandato de Dios, sin embargo, en secuencia señalan: incredulidad en cierto nivel (“yo y no Él”), politeísmo en cierto nivel (“yo y Él”), y finalmente el monoteísmo (“Él únicamente”).

{«En cuanto al barco, pues era de unos pobres que trabajan en el mar, y quise…»… «Y en cuanto al joven, pues eran sus padres creyentes, y temimos que él les impusiera idolatría e incredulidad» * «Así que quisimos…»… «Y en cuanto al muro, pues era de dos jóvenes huérfanos en la ciudad, y había debajo de él un tesoro de ambos, y era su padre bueno. Así que quiso tu Señor…»… «Y no lo he hecho por orden mía»…}.[13]

Entonces dije: “Tú no podrás” implica perpetuidad. Y el Siervo Bueno dijo a Moisés (a): «Es que tú no podrás tener conmigo paciencia». Ahora bien, si la puerta hacia Dios está abierta hasta lo infinito, y alguien que no sea Moisés (a) quisiera ser de la Gente de Casa del Siervo Bueno –es decir, uno de los suyos, de la Gente de la Casa–, ¿cómo llegaría? Y si Moisés (a) no pudo tener paciencia con él, ¿qué decir de otro?

Y él (a) dijo: «¿Te refieres a que si alguien que no fuera de Moisés (a) podría ser paciente? ¿Y acaso tú conoces aquello sobre lo que consistía esa paciencia? Te lo he explicado antes, aunque no precisé que la paciencia era respecto a esa cosa concreta. ¿Puedes informarme sobre qué era la paciencia?».

Dije: No lo conozco. Y lo que me viene a la mente me da vergüenza decirlo.

Él (a) dijo: «Dilo».

Dije: Lo mismo que no soportó Jonás al comienzo – y Dios es el que más sabe. Y pido disculpas.

Él (a) dijo: «Mira, cuando Moisés (a) vino al encuentro del Siervo Bueno, vino porque pensaba que ya había combatido a su alma y matado el “yo” en su interior. Pues bien, el examen consistía en esto: el Siervo Bueno le estaba diciendo a Moisés (a): “Tú me acompañarás, y conoces que yo soy una Prueba para ti, y que Dios te ordenó obedecerme. Sin embargo, no serás como Dios te lo ordenó, ni como tú mismo lo prometiste, sino que el yo surgirá desde tus entrañas y me objetarás, a pesar de que soy una Prueba para ti y a pesar de tu promesa de tener paciencia”. Es decir, le estaba diciendo: “Ahora te pondré a examen y haré aparecer el yo que hay en tu interior”. Pero se lo expresó de esta manera: “Es que tú no podrás tener conmigo paciencia”. ¿Lo entiendes ahora?».

Dije: Sí.

Luego dijo (a): «Ahora responderé a tu pregunta: debes saber que el combate contra el yo tiene niveles. Quien combate a su alma en un nivel determinado, seguramente fracasará si es puesto a prueba en un nivel superior al suyo. Quien vuela a una altura de mil metros, si es puesto a prueba contra quien vuela a cien metros, le vencerá, y si este último es puesto a prueba contra quien vuela a doscientos metros, igualmente fracasará, y así sucesivamente. Del mismo modo, todos los que están por debajo de él fracasan si él los pone a prueba. Ésta es la respuesta».

Dije: Entonces, la expresión «de nosotros» que el Mensajero de Dios dijo a Salmán, ¿significa cuán profundamente había aplastado Salmán el yo? ¿O acaso Moisés (a), después del examen, se acercó al Siervo Bueno al haber aplastado el yo en mayor grado?

Él respondió: «Moisés (a) ya había conocido su rango y su estado para no perecer. Y por más que Salmán (a) haya combatido al yo, esto no significa que estuviera a la altura de ellos».

Dije: Mi señor, pido disculpas si me traicionan las palabras y la expresión. El siervo siente anhelo de estar con sus señores, junto a ellos en su grupo, no ser uno de ellos –Dios no lo permita. Ellos son gente incomparable. Por un lado, se ruega a Dios cuando se lee lo narrado sobre Sus Pruebas; por otro, entristece mirarse a uno mismo. ¿Acaso hay algún camino? Cuando reflexioné sobre el «no podrás» que el Siervo Bueno dijo a Moisés (a), me entristecí, no por lo que Dios concedió a Sus Pruebas –Dios no lo permita–, sino por la dificultad de estar con ellos. Y por Dios, no sé qué decir, y me disculpo.

Él (a) dijo: «Ellos ven que el mero hecho de permanecer en presencia de Dios, Glorificado sea, es un pecado y una falta. Las palabras me resultan estrechas, y me excuso de seguir explicando más. Pero basta decir que, cuando se hallan ante su Señor, sus lágrimas fluyen de dolor y tristeza… por el hecho de estar presentes ante Él, Glorificado sea y Enaltecido».

Dije: ¿Fue aquel encuentro en este mundo, es decir, material y físico, o en otro mundo?

Él (a) dijo: «Fue en este mundo físico, pero el Siervo Bueno no pertenecía a este mundo; vino únicamente para esta misión».

Dije: ¿Quién fue el joven a quien Dios concedió la gracia de asistir al encuentro, cuál fue la sabiduría de ello y qué provecho obtuvo de lo acontecido? ¿Y qué decir del pez que Moisés (a) olvidó, y que fue la señal de lo buscado?

Él (a) dijo: «¿Te refieres al que acompañó a Moisés (a)? Era Josué hijo de Nun (a). Eso requiere mucha explicación; escribiré una exégesis de las aleyas y la leerás, será lo mejor».

 


[1] Sagrado Corán – sura «Al-Kahf» (La caverna), 67, 72, 75, 78, 82.

[2] Al-Kafi, vol. 2, pág. 87, hadiz 2.

[3] Sagrado Corán – sura «Fussilat» (Detalladas), 35.

[4] Sagrado Corán – sura «Al-Kahf» (La caverna), 66.

[5] Sagrado Corán – sura «Al-Kahf» (La caverna), 69.

[6] Sagrado Corán – sura «Al-Kahf» (La caverna), 76.

[7] Sagrado Corán – sura «Al-Kahf» (La caverna), 70.

[8] Ibn Fahd al-Hilli transmitió: Dios, Glorificado sea, inspiró a Moisés (a): «Cuando vengas a la intimidad de la súplica, trae contigo a alguien que tú seas mejor que él». Entonces Moisés no se cruzaba con nadie sin que no se atreviera a decir: «Yo soy mejor que él». De modo que se apartó de la gente y comenzó a mirar entre las diferentes clases de animales, hasta que pasó junto a un perro sarnoso y dijo: «Me acompañaré de este». Le puso al cuello una cuerda y siguió con él, pero en parte del camino el perro se sacudió la cuerda y se soltó. Cuando llegó al coloquio con el Señor, Glorificado sea, dijo Dios: «¡Oh Moisés! ¿Dónde está lo que te ordené?». Dijo: «¡Señor mío! No lo hallé». Dijo Dios Enaltecido: «Por Mi gloria y Mi majestad, si me hubieras traído a alguien, te habría borrado del registro de la profecía», Udda ad-Daai, pág. 204.

[9] Entre ellas está lo siguiente: De Salem al-Ashal, que dijo: Escuché a Abu Ŷáfar Muhammad hijo de Alí al-Báqir (a) decir: «Moisés hijo de Imrán miró en el Primer Libro lo que se concedería al Resurgente de la familia de Muhammad en cuanto a poder y favor. Entonces dijo Moisés: «¡Señor mío! Hazme a mí el Resurgente de la familia de Muhammad». Y se le respondió: «Eso será de la descendencia de Ahmed». Luego miró en el Segundo Libro y encontró en él lo mismo, y dijo lo mismo, y se le respondió de igual manera. Después miró en el Tercer Libro y vio lo mismo, y volvió a decir lo mismo, y se le respondió de la misma forma», Kitab al-Gaiba, Muhammad Bin Ibrahim de Numani, págs. 246-247.

[10] Véase el libro El viaje de Moisés a la confluencia de los dos mares del Sayed Ahmed Alhasan (a).

[11] Sagrado Corán – sura «Al-Kahf» (La caverna), 73.

[12] Sagrado Corán – sura «Al-Kahf» (La caverna), 76.

[13] Sagrado Corán – sura «Al-Kahf» (La caverna), 79-80.


Del libro Con el Siervo Bueno de Ahmed Alhasan (a)