El Noble Corán aclaró esta importante cuestión, pues el Mensajero Muhammad (s) abrió su amplia puerta. Y esto ocurrió antes, específicamente con Jesús (a) (el ascenso de Dios en Seir), el precursor de Muhammad (s) y de su convocatoria mayor, en la que habría una gran transformación en el método de envío divino a la gente de la Tierra, y la sucesión del sucesor de Él, Glorificado y Altísimo sea, en Su Tierra. Jesús (a) envió mensajeros de parte suya a Antioquía, y ellos también eran mensajeros de Dios, porque Jesús (a) obra por orden de Dios Glorificado y Altísimo, {No se anticipan a Él en la palabra y ellos por su orden obran}.[1]
Este envío del Mensajero de Dios, Jesús (a) está mencionado en el Corán, en la sura «Ya Sin».[2] Dijo el Altísimo: {Y plantéales un ejemplo: los habitantes de un poblado, cuando llegaron a él los enviados * Cuando les hemos enviado dos, los desmintieron a los dos. Así que los fortalecimos con un tercero y dijeron: «Nosotros somos para vosotros enviados»}.[3]
Así pues, Dios dice «hemos enviado», aunque el que envía es Jesús (a). Así que el mensaje de Jesús (a) se convierte en el mensaje de Dios Glorificado y Altísimo, porque Jesús (a) (que representaba a Dios en la creación) es “el ascenso de Dios en Seir”.
Queda un asunto que debe conocerse sobre la cuestión del envío de los mensajeros, y es que el que envía debe estar en la posición de divinidad para el enviado. Por eso, los enviados por los enviados de Dios Glorificado y Altísimo deben estar en la posición de Dios en la creación.
Para aclarar más esta cuestión digo que:
En el envío por parte de Dios Glorificado y Altísimo, Dios está con los enviados escuchando y viendo, pues Él rodea al enviado y a sus enemigos, así no ocurre error en la entrega del mensaje, y los enemigos de Dios, por más que lo intenten, no pueden impedir la transmisión del mensaje. Dijo el Altísimo:
{«No temáis. Yo estoy con vosotros dos, escucho y veo»}.[4]
Es necesario que sea así el caso en el envío de los mensajeros (s). El que envía, que representa a Dios, debe abarcar al enviado y a sus enemigos, escuchar, ver, ser capaz y saber con la capacidad de Dios y Su ciencia. Si no, este envío no será en realidad de parte de Dios. Exactamente como el Glorificado lo expresó: {Cuando hemos enviado}, si es así, el que envía se convierte en una divinidad para el enviado.
Luego, este que envía, envía a su mensajero con el permiso de Dios Glorificado y Altísimo. Pues, ¿cómo Dios se lo permitiría sin equiparlo con la capacidad completa para este envío que es también un envío de parte Suya, Glorificado sea? Porque si el asunto no fuera así y hubiera una falta, esta falta se atribuiría a Dios Glorificado y Altísimo.
Luego, el propósito de la creación de los hijos de Adán es alcanzar este resultado, porque representa el verdadero califato de Dios, completo y total. El Glorificado ya lo ha mencionado en presencia de los ángeles cuando quiso crear a Adán (a):
{Y cuando dijo tu Señor a los ángeles: «Yo soy el que pone en la Tierra un sucesor», dijeron: «¿Acaso has de poner en ella a quien corrompa en ella y derrame sangre, y nosotros glorificamos con tu alabanza y te santificamos?» Dijo: «Ciertamente, Yo sé lo que no sabéis»}.[5]
El sucesor perfecto debe ser la imagen perfecta de quien lo hizo albacea, pues este sucesor perfecto es “Dios en la creación”, o “Los nombres de sublimidad de Dios”, o “El rostro de Dios”. Dijo el Altísimo:
{Rostros, ese día, radiantes * hacia su Señor, observantes}.[6]
Y ciertamente, la mirada no se dirige hacia Él Glorificado y Altísimo, sino que los rostros radiantes de Sus patronos observantes miran a su maestro Muhammad (s), que es el rostro de Dios Glorificado y Altísimo con el que Él se dirige a Su creación.
Dijo el Altísimo: {¿Acaso esperan sino que venga a ellos Dios en sombras de las nubes y los ángeles y se decida el asunto? Y a Dios regresan los asuntos}.[7]
Dios está por encima de ir y venir, o de moverse, que son características de las criaturas. Esta aleya se refiere a Muhammad (s), el sucesor completo de Dios, que representa a la divinidad (es Dios en la creación). Sin que el sucesor cumpla en la práctica el rol de la divinidad en el envío de los enviados, no sería verdadera y completamente el perfecto sucesor de Dios, y no se cumpliría el propósito de la creación. Por el desempeño de este sucesor del rol de la divinidad como imagen completa a través de la cual se conoce a Dios Glorificado y Altísimo, se cumple el propósito de la creación, que es el conocimiento, es decir, el conocimiento de la divinidad y del verdadero monoteísmo, {Y no he creado a los genios y a los hombres sino para que adoren},[8] es decir, para que conozcan.[9]
[1] Sagrado Corán – sura «Al-Anbiyá» (Los profetas), 27.
[2] Ha sido narrado por ellos (a) que el favor de la sura «Ya Sin» equivale a doce recitaciones íntegras del Corán, y que quien la lea en la noche, Dios hará descender mil ángeles para que velen por él hasta que amanezca, y estará a salvo de la maldad del soberano y de los demonios hasta que amanezca. La sura «Ya Sin» comienza con la letra del Imam Al-Mahdi (a), que es la letra Sin (س). En cuanto a la Ya (ي), se refiere al final, es decir, que el final y la retribución son del Resurgente (a). Asimismo, «Ya Sin» es uno de los nombres del Profeta Muhammad (s), pues él es el sello de lo que precedió y el final de lo que ha pasado, y de igual manera, el Resurgente es enviado como fue enviado Muhammad (s) según su tradición, y enfrentará la era de la ignorancia como la enfrentó el Mensajero de Dios Muhammad (s). Así que es un nombre que comparten entre ambos, con ambos sea la paz.
[3] Sagrado Corán – sura «Ya Sin» (Ya Sin), 13-14.
[4] Sagrado Corán – sura «Ta Ha» (Ta Ha), 46.
[5] Sagrado Corán – sura «Al-Báqara» (La vaca), 30.
[6] Sagrado Corán – sura «Al-Qiyama» (La Resurrección), 22-23.
[7] Sagrado Corán – sura «Al-Báqara» (La vaca), 210.
[8] Sagrado Corán – sura «Ad-Dariyat» (Los vientos huracanados), 56.
[9] Véanse: Yawahir al-Kalam, vol. 29, pág. 3, Ar-Rawashih as-Samawiya, pág. 45, Umda al-Qari, vol. 9, pág. 25, Yami Bayan al-Ilm wa Fadluh, vol. 2, pág. 44, Tafsir az-Zaalabi, vol. 9, pág. 12, Tafsir Ibn Kazir, vol. 4, pág. 255, Tafsir al-Alusi, vol. 15, pág. 50, Sharh al-Aqida at-Tahawiya, pág. 50.
Del libro La profecía selladora de Ahmed Alhasan