Dijo el Altísimo: {Y cuando se fortaleció y maduró le dimos juicio y ciencia. Y así es como recompensamos a los que hacen el bien * Y entró en la ciudad en un momento de distracción de su gente. Y encontró en ella a dos varones combatiendo. Éste de sus seguidores y éste de sus enemigos. Así pues, le pidió ayuda el que era de sus seguidores contra el que era de sus enemigos. Y lo apuñeteó Moisés y lo liquidó. Dijo: «Este era de la obra del demonio. Ciertamente, él es un enemigo extraviador evidente» * Dijo: «Señor mío, he sido injusto con mi alma, así pues, perdóname». Y Él le perdonó. Ciertamente, Él es el Perdonador, el Misericordiosísimo * Dijo: «Señor mío, por tu beneficio sobre mí, pues no he de ser colaborador de los criminales» * Y amaneció en la ciudad, temeroso, acechante. Y cuando el que le había pedido auxilio ayer le pidió ayuda a gritos, díjole Moisés: «Ciertamente, eres un descarriado evidente» * Y cuando quiso echarse sobre el que era enemigo de ambos, éste dijo: «oh Moisés, ¿quieres matarme como mataste un alma ayer? No quieres sino ser un violento en la Tierra y no quieres ser de los que hacen el bien» * Y vino un varón del extremo de la ciudad afanándose que dijo: «oh Moisés, los dignatarios conspiran contra ti para matarte. Así que sal. Ciertamente, soy para ti de los consejeros» * Así pues, salió de ella temeroso, acechante. Dijo: «Señor mío, sálvame del pueblo de los injustos» * Y cuando se dirigió su rostro hacia Madián dijo: «Quizás mi Señor me dirija a lo llano del camino»}.[1]
Moisés (a) entró a la contienda de la vida, para encontrar la injusticia despótica del Faraón contra el vulnerable pueblo de los hijos de Israel y los egipcios. Y Moisés (a), purificado y refinado profeta reformador esperado que los hijos de Israel reconocieron, ¿cómo podría quedarse en el palacio del Faraón como su colaborador, aunque fuera en silencio ante su injusticia y tamaña muchedumbre? Así que Dios quiso que se produzca este incidente, que fue la matanza de un secuaz del faraón y soldado suyo de la oscuridad. Este incidente tuvo un gran efecto en el alma de Moisés (a), ya que se refugió en la verdad, pidiéndole perdón y arrepintiéndose ante Él de lo que él consideraba un pecado, que era haber vivido en el palacio del déspota del Faraón, padre tutor de Moisés (a). Cuando su Señor, Glorificado sea y Altísimo, lo perdonó, por la merced que tuvo con él al perdonarlo, hizo una alianza con Dios: que no sería colaborador de un criminal impío, aunque fuera adulándolo o en silencio ante su injusticia. Así que Moisés (a) debía alejarse después de este incidente y emigrar hacia Dios. Salió de la ciudad temeroso, acechante y desapareció de los hijos de Israel durante diez años. Los pasó en las tierras de Madián viviendo una vida simple y tranquila en los brazos de un gran profeta que fue Shuaib (a), encargándose del rebaño de ovejas y aprendiendo mucho para regresar después, a los hijos de Israel como líder, capitán, caudillo y profeta, invitando hacia Dios, guiando a los creyentes a salvarse de la violencia del Faraón, del debilitamiento y el escarnio al que estaban sometidos en Egipto. Y Moisés (a) y los creyentes cruzaron el mar, y Dios ahogó al Faraón y a sus huestes. Pero después de este cruce pasó lo que pasó: los hijos de Israel se rebelaron contra los mandamientos divinos, y desobedecieron a Moisés y a Aarón (con ambos sea la paz). Después de que los hijos de Israel se negaron a entrar a Tierra Santa y a luchar contra los titanes para difundir las palabras de “no hay divinidad sino Dios” y adorar puramente a Dios, Dios prescribió para ellos la perdición cuarenta años en el desierto del Sinaí. Cuánto dañó a Moisés y a Aarón (con ambos sea la paz) el transcurso de este período. Muchos de ellos se oponían a Moisés (a), o no le hacían caso. O contrariaban a Aarón, siendo él un profeta y el albacea de Moisés (a). Así que Dios les ordenó escribir a cada jefe de las tribus de los hijos de Israel, su nombre sobre una vara mustia. Aarón escribió su nombre y Moisés (a) colocó las varas en una tienda de reunión. Entonces Dios quiso que la vara en la que estaba escrito el nombre de Aarón (a) se cubriera de verde, para que sea un milagro que confirmara su profecía y su derecho a ser el Albacea de Moisés (a). Pero no cesaron de excederse con Aarón (a) y lo menospreciaban. Incluso cuando fabricaron el becerro y lo adoraron Aarón (a) se les opuso y casi lo matan a él junto a unos pocos que apoyaban la verdad con él (a). ¡Y esto no fue suficiente para los judíos, sino que distorsionaron la Torá después de la partida de Moisés y Aarón (con ambos sea la paz), y escribieron con sus manos pecadoras en ella, que el que construyó el becerro y extravió a los hijos de Israel había sido Aarón (a)!
Así pues, observad la injusticia contra este gran profeta Aarón (a). Comparadla con la justicia contra el Albacea Alí Bin Abi Talib (a). Es una tradición de Dios y no verás ningún cambio en la tradición de Dios.
[1] Sagrado Corán – sura «Al-Qisas» (El relato), 14-22.
Extracto del libro El becerro de Ahmed Alhasan (a)