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La cuestión de los derechos de los animales y el respeto a ellos mencionada por el Dr. Sagan, e incluso el hecho de que puedan reconocer la religión en cierta medida y por lo cual los hace sujetos de proselitismo religioso según su capacidad, es reconocido por la religión islámica y el Corán, o al menos podemos decir por la doctrina de la familia de Muhammad (con ellos sea la paz). Tenemos en el Corán y en la tradición del Profeta y los Imames (con ellos sea la paz) que los animales son comunidades como la nuestra y deben ser respetados. {Y no hay bestia en la Tierra ni ave que vuele con sus dos alas que no sea una nación como la vuestra. No hemos omitido nada en el libro. Luego, ante su Señor han de agruparse}.[1]

La familia de Muhammad (con ellos sea la paz) ha aclarado que es detestable que una persona que cría y es buena con un cordero lo sacrifique; porque este cordero se ha acostumbrado a que esta persona sea buena con él. Esto es una evidencia de que el islam verdadero que trasmitió la Gente de la Casa (con ellos sea la paz) considera que un cordero tiene emociones y sentimientos que deben respetarse. [De Muhammad Bin Alhasan con su atribución, de Muhammad Bin Alhasan As-Safar, de Yaqub Bin Yazid, de Yahia Bin Al-Mubarak, de Abdulá Bin Yábala, de Muhammad Bin Al-Fudail, de Abul Hasan (con él sea la paz), que dijo: le dije: yo tenía un carnero que engordé para sacrificarlo. Cuando lo tomé y lo tumbé, sentí pena por él y ternura. Luego lo sacrifiqué. Dijo: entonces dijo: nunca hubiera deseado que lo hicieras. No críes algo para luego sacrificarlo].[2]

En cuanto al proselitismo religioso, al nivel de los profetas (con ellos sea la paz) y los albaceas, desde luego que hay muchos animales que han escuchado la invitación de ellos. En el Corán tenemos historias de animales que han escuchado las invitaciones de los profetas como la abubilla y la hormiga en la historia de Salomón (con él sea la paz).

[1] Sagrado Corán, sura «Al-Anaam» (Los ganados), 38.

[2] Fuente: Al-Hurr Al-Amili, Wasail Ash-Shia, vol. 24, pág. 92.


Extracto del libro La ilusión del ateísmo de Ahmed Alhasan (a)