Y cuando la gente de La Meca y los Quraish insistieron en causar daño al Mensajero (s), se vio obligado a emigrar. Emigró primero a Taif, a la tribu de Zaqíf, de quienes esperaba que creyeran en él y lo auxiliaran, pero lo abandonaron y no aceptaron su convocatoria; más aún, lo dañaron. Entonces se sentó apesadumbrado por su gente, a quienes invitaba a aquello que les daba vida, mientras ellos querían su destrucción y acabar con él. Alzó la cabeza al cielo y pronunció aquellas palabras colmadas de dolor: «¡Oh Dios! A Ti me quejo de la debilidad de mi fuerza, de la escasez de mis recursos y de mi humillación ante los hombres, ¡oh, el Más Misericordioso de los misericordiosos! Tú eres el Señor de los sometidos y Tú eres mi Señor. ¿A quién me confías? ¿A un lejano que me frunce el ceño, o a un enemigo al que has dado dominio sobre mi asunto? Si no hay contra mí ira Tuya, no me importa, pero Tu indulgencia es más amplia para mí. Me refugio en la luz de Tu rostro, por la que se iluminaron las tinieblas y por la que se ordenaron los asuntos de la Vida Mundanal y de la Última Vida, de que descienda sobre mí Tu ira o recaiga sobre mí Tu enojo. A Ti pertenece la reprensión hasta que quedes complacido, y no hay poder ni fuerza sino en Ti».[1]
Y quiso Dios, después de este tiempo, disponer para el Mensajero de Dios (s) a un grupo de la gente de Aus y Jasraÿ, para que lo llevaran a Yazrib. Esta ciudad había sido fundada para esperar su llegada por los judíos, que aguardaban su aparición y su levantamiento.
Pues esta ciudad fue fundada por los judíos para esperar al Profeta sellador (s) que –según afirmaban– había sido anunciado por sus profetas, y para apoyarlo conforme a sus pretensiones. Por ello emigraron desde las tierras de Sham a la Península Arábiga en busca del lugar prometido, descrito para ellos entre los dos montes, Uhud y Air. Finalmente lo encontraron, se establecieron allí y fundaron la ciudad de Yazrib. Cuando el rey yemení Tuba llegó con su ejército, les preguntó por qué habían emigrado, y le informaron que esperaban a un profeta que sería enviado y se establecería en ese lugar. Entonces dejó parte de su descendencia en Yazrib para apoyar al profeta cuando fuera enviado; estos fueron Aus y Jasraÿ. Y siempre que surgía un conflicto entre ellos y Aus y Jasraÿ, los judíos los amenazaban con el profeta iletrado que sería enviado; según sus pretensiones, ellos lo esperaban y serían sus seguidores, sus auxiliares y sus discípulos.
Dijo el Enaltecido: {Y cuando llegó a ellos un libro procedente de Dios como confirmación de lo que había con ellos -y antes buscaban la victoria contra los que habían descreído-, así pues, cuando les llegó aquello que conocían, renegaron de ello. Así que la maldición de Dios sea sobre los infieles}.[2]
Y los musulmanes emigraron a la Ciudad tras una larga etapa de fatiga que habían padecido en La Meca, y el Profeta (s) los siguió, llevando consigo una imagen dolorosa y humillante de la gente de La Meca, su propia gente: aquellos que lo desmintieron, lo dañaron a él y a quienes creyeron con él, y que finalmente lo expulsaron, temeroso y expectante. Se dirigió entonces hacia la Ciudad. Se suponía que los judíos fuesen los primeros en salir a su encuentro y en darle la bienvenida por su bendita llegada a su ciudad, la que habían fundado para recibirlo, y que fuesen los primeros en creer en él y en auxiliarlo. Pero lo abandonaron. Sus eruditos lo desmintieron, intentaron engañar a los hombres y arrastrarlos a no creer en él ni en su profecía. No se beneficiaron de la ciencia que tenían, sino que la convirtieron en causa de su soberbia y de su altivez frente al Profeta (s). Dios les puso como ejemplo a Balam Bin Baura en el Corán,[3] para que se contuvieran, regresaran a la rectitud y se arrepintieran ante su Señor; pero no hicieron sino aumentar en obstinación y arrogancia, como un cadáver sobre el que cae la lluvia pura y que no hace sino acrecentar su hedor y su putrefacción.
Si examinamos con atención la situación de los judíos, encontraremos que se vieron sorprendidos por varios asuntos:
El primero: que el Profeta (s) no era israelita. Si ya habían rechazado a Saúl (a) por no pertenecer ni a la descendencia de José, casa del reinado, ni a la descendencia de Leví, casa de la profecía,[4] a pesar de que Saúl procedía de la descendencia de Benjamín, hermano de José, es decir, era israelita, entonces su objeción al Profeta de Dios (s) era algo previsible. Dijo el Enaltecido: {Y no discreparon los que recibieron el libro sino después de que les llegó el saber, por iniquidad entre ellos}.[5]
El segundo asunto es que algunas de las creencias y de las disposiciones legales que trajo el Mensajero de Dios (s) diferían de sus creencias y de sus disposiciones legales adulteradas, que ellos pretendían que eran la sharía de Moisés (a), cuando sus propios eruditos ya habían adulterado muchas de ellas incluso antes del envío de Jesús (a).
Y el tercero: que el Mensajero de Dios (s) les arrebataría a los eruditos de los Hijos de Israel su lugar y su falsa jefatura religiosa; y que su justicia en la distribución de los bienes les quitaría los privilegios de los que gozaban, pues, si lo seguían, no podrían apropiarse en exclusiva de los bienes de las limosnas. Se menciona en la exégesis de: {¿Ordenáis a los hombres la virtud y olvidáis vuestras propias almas? Y vosotros recitáis el libro. ¿Es pues, que no razonáis?}.[6]
Del Imam Al-Áskari (a): «Estos eran una gente, jefes de los judíos y de sus eruditos, que ocultaron los bienes de las limosnas y de las obras virtuosas; se los comieron y se apropiaron de ellos. Luego se presentaron ante el Mensajero de Dios (s) habiendo azuzado contra él a la gente común de los suyos. Decían: “Muhammad ha traspasado su límite y ha pretendido lo que no le corresponde…”».
Luego el Imam Al-Áskari (a) dijo: «El Mensajero de Dios (s), dirigiéndose a los judíos y a sus eruditos, dijo: “¡Oh asamblea de judíos! Estos, vuestros jefes, son infieles; se han ocultado con vuestros bienes, os han mermado vuestros derechos y han sido injustos con vosotros en el reparto de aquello de lo que se apropiaron. Rebajan a unos y elevan a otros”. Entonces dijeron los jefes de los judíos: “Habla del lugar de la prueba de tu profecía y del testamento de este, tu hermano; y deja tus pretensiones falsas y de incitar a nuestra gente contra nosotros”. El Mensajero de Dios (s) respondió: «No; pero Dios, Poderoso y Majestuoso, ha autorizado a Su Profeta a que reclame los bienes en los que traicionasteis, para estos sometidos y para quienes dependen de ellos”».[7]
El resultado fue que el amor al yo, y el seguir las pasiones de los Hijos de Israel se apoderaron por completo de ellos; la soberbia les impidió creer en el Profeta iletrado (s), y no creyeron en el Profeta sino unos pocos. Así, los que esperaban fracasaron una vez más en la espera, como ya habían fracasado antes en la espera de Moisés y de Jesús (con ambos sea la paz).
La verdad a la que se debe prestar atención es esta: esos judíos que fracasaron en la espera del Profeta (s) son descendientes de aquellos que emigraron por la causa de Dios y fundaron la ciudad de Yazrib para esperar al Profeta sellador (s). Dijo el Enaltecido: {Y les sucedió después de ellos una mala sucesión, descuidaron el azalá, y siguieron los deseos, y habrán de encontrarse con el extravío}.[8]
En cuanto a los cristianos, por su exageración respecto a Jesús (a), por la adulteración de su trayectoria y de sus enseñanzas –lo que se denomina Evangelio o Nuevo Testamento–, y también por su comprensión errónea en algunos casos de sus palabras (a) –pues los profetas (a) a veces hablan mediante símbolos, parábolas y sentencias para acercar ciertas verdades a los hombres:
Yo digo: que el conjunto de estos asuntos se aunó para que esa gente hallara en su interior los caminos para apartarse de la senda recta, divinizar a Jesús (a) y luego no creer en la profecía de Muhammad (s) ni en la designación testamentaria de Alí (a), aunque algunos de ellos sí creyeron en el Profeta (s). Como ya se mencionó, el primer grupo que creyó en el Profeta (s) fue una delegación de los cristianos de Abisinia. Y en la Torá y en los cuatro Evangelios existentes hoy y aceptados por los cristianos hay algunas alusiones al Profeta Muhammad (s) y a Alí (a), así como muchas alusiones al Mahdi (a) de su progenie.
En cuanto al Evangelio de Bernabé, contiene una afirmación explícita de Jesús (a) de que vino a anunciar a Muhammad (s) y a otro hombre al que aludió como “el Escogido” o “uno de los escogidos”, que hará manifiesta la religión de Muhammad (s); y dijo que él (a) había venido a preparar el camino para Muhammad (s) y para su sharía, que será, en el tiempo del descenso de Jesús (a), la sharía de la gente de toda la tierra.
Dijo el Enaltecido: {Él es quien ha enviado a su mensajero con la guía y la religión de la verdad para que prevalezca sobre la religión toda, aunque esto deteste a los politeístas},[9] {Él es el que ha enviado a su mensajero con la guía y la religión de la verdad para que prevalezca sobre la religión toda. Y ha bastado con Dios como testigo},[10] {Quieren apagar la luz de Dios con sus bocas, y Dios es el que completa su luz, aunque esto deteste a los infieles * Él es quien ha enviado a su mensajero con la guía y la religión de la verdad para que prevalezca sobre la religión toda, aunque esto deteste a los politeístas}.[11]
Y la supervivencia de Jesús (a) hasta hoy no es sino para defender la religión de Dios cuando descienda en el tiempo de la aparición del Imam Al-Mahdi (a); rezará tras él y seguirá su sharía islámica, hanifí y tolerante, tal como han transmitido ambas divisiones acerca del portador de la sharía (a).
[1] Manaqib Ibn Shahr Ashub, vol. 1, pág. 61; y de él: Bihar al-Anwar, vol. 19, pág. 22, Maÿma As-Sawaid de Al-Haizami, vol. 6, pág. 35.
[2] Sagrado Corán – sura «Al-Báqara» (La vaca), 89.
[3] El Imam (a) alude a la palabra de Dios –Bendito y Enaltecido sea– acerca del mundo de los Hijos de Israel, sobre Balam Bin Baura, cuya mención aparece en la sura «Al-Aaraf» (Las alturas): {Y recítales la noticia de aquél al que le dimos nuestros signos. Pues se despojó de ellos, lo siguió el demonio y fue de los descarriados * Y, si hubiésemos querido, le habríamos elevado mediante ellos, pero él se inclinó hacia la tierra y siguió sus deseos. Así que su ejemplo es como el ejemplo del perro, si la llevas contra él, jadea, o si lo dejas, jadea. Este es el ejemplo de la gente que desmiente nuestros signos. Así pues, relátales la historia. Quizá reflexionen}, Sagrado Corán – sura «Al-Aaraf» (Las alturas), 175-176.
[4] El jeque Al-Kulaini narró, de Abu Basir, de Abu Ÿáfar (a), acerca de la palabra de Dios –Poderoso y Majestuoso–: {«Ciertamente, Dios ya os ha enviado a Saúl como rey». Dijeron: «¿Es que es para él el dominio sobre nosotros? Y nosotros tenemos más derecho al dominio que él»}. Dijo: «No pertenecía a la tribu de la profecía ni a la tribu de la realeza…», Al-Kafi, vol. 8, pág. 316.
[5] Sagrado Corán – sura «Al Imrán» (La familia de Imrán), 19.
[6] Sagrado Corán – sura «Al-Báqara» (La vaca), 44.
[7] Tafsir Al-Imam Al-Áskari, pág. 235, Bihar al-Anwar, vol. 9, pág. 309.
[8] Sagrado Corán – sura «Mariam» (María), 59.
[9] Sagrado Corán – sura «At-Tauba» (El arrepentimiento), 33.
[10] Sagrado Corán – sura «Al-Fath» (La conquista), 28.
[11] Sagrado Corán – sura «As-Saff» (Las filas), 8-9.
Extracto del libro El becerro de Ahmed Alhasan (a)