Y Muhammad (s) no es una novedad entre los mensajeros. Pues la convocatoria de todos los profetas y albaceas (a) no halló aceptación entre los eruditos de la religión, ni entre los notables de las sociedades a las que fueron enviados. Así pues, a Muhammad (s) lo combatieron los jefes de La Meca y sus eruditos, aquellos que combatieron contra la sharía; y no creyeron en él los eruditos de los judíos ni los eruditos de los cristianos, ni aquellos de entre el vulgo que lo menospreciaron, a pesar de que anunciaban su venida y aguardaban su aparición.[1]
Y de Moisés (a), muchos de los Hijos de Israel no estuvieron complacidos con él, y algunos de sus eruditos se alzaron contra él e intentaron adulterar la sharía y engañar a los hombres, como el samirí y Balam Bin Baura.[2]
En cuanto a Jesús (a), la mayoría de los eruditos de los Hijos de Israel y sus notables no quedaron satisfechos con él, pues su presencia (a) entre ellos fue una reprensión, y su ascetismo una vergüenza que los dejó al descubierto.
Se narra en el Evangelio: «Y entonces Jesús, con gran vehemencia, reprendió a las gentes por haber olvidado la Palabra de Dios, y por haberse entregado a la vanidad; reprendió a los sacerdotes por su negligencia en el servicio de Dios y por su ambición mundana; reprendió a los escribas porque predicaban doctrinas varias y abandonaban la Ley de Dios; reprendió a los doctores (de la ley) porque hacían inválida la Ley de Dios a través de sus tradiciones. Y de tal sabia manera habló Jesús a las gentes, que todos lloraron, desde el menor al mayor, pidiendo misericordia a gritos, y solicitándole a Jesús que rezara por ellos; excepto los sacerdotes y líderes, quienes en ese día concibieron odio contra Jesús por haber hablado así él contra los sacerdotes, escribas y doctores. Y ellos meditaron acerca de su muerte, pero por temor a las gentes, que lo habían recibido como profeta de Dios, no dijeron palabra. Jesús levantó sus manos al Señor Dios y rezo, y la gente lloraba diciendo: “Así sea, oh Señor, así sea”. Terminada la oración, Jesús descendió del templo; y ese día partió de Jerusalén, con muchos que le seguían. Y los sacerdotes hablaron mal de Jesús entre ellos».[3]
Y el Mahdi (a) encontrará lo mismo que encontraron antes que él los profetas y albaceas por parte de los eruditos de la religión y de los tiranos. Quizá su calamidad sea aún mayor, como indican algunas narraciones. Y más adelante se abordará el relato sobre la interpretación que harán los eruditos de la religión del Corán y su argumentación contra el Mahdi (a), apoyándose únicamente en los versículos del Corán, después de interpretarlos con sus entendimientos deficientes y sus pasiones personales.[4]
[1] Narró Al-Ayashi: de Abu Basir, de Abu Abdulá (a), acerca de la palabra del Altísimo: {y antes buscaban la victoria contra los que habían descreído}, dijo: «Los judíos encontraban en sus libros que el lugar de emigración de Muhammad (con él sean las bendiciones y la paz) se hallaba entre Air y Uhud. Salieron entonces en busca del lugar y pasaron por un sitio llamado Haddad, y dijeron: “Haddad y Uhud es lo mismo”. Y se dispersaron allí: algunos se establecieron en Fadak, otros en Jáibar y otros en Taimá. Los que estaban en Taimá echaron de menos a algunos de sus hermanos. Pasó por ellos un beduino de Qais, y lo contrataron. Él les dijo: “Pasaré con vosotros entre Air y Uhud”. Le dijeron: “Cuando pases por ambos, muéstranoslos”. Cuando se internó con ellos en la tierra de Medina, les dijo: “Ese es Air y este es Uhud”. Entonces bajaron de sus camellos y le dijeron: “Ya hemos alcanzado nuestro objetivo, no tenemos necesidad de tus camellos; vete adonde quieras”. Escribieron a sus hermanos que estaban en Fadak y Jáibar: “Hemos encontrado el lugar; venid hacia nosotros”. Ellos les respondieron: “Ya nos hemos establecido, hemos adquirido bienes y no estamos lejos de vosotros; cuando llegue el momento acudiremos rápidamente”. Así, tomaron posesión de bienes en la tierra de Medina. Cuando sus riquezas se multiplicaron, Tuba tuvo noticia de ellos y los atacó. Ellos se fortificaron contra él y él los sitió. Entonces ellos se apiadaban de los débiles del ejército de Tuba y les arrojaban de noche dátiles y cebada. Aquello llegó a oídos de Tuba, se compadeció de ellos y les concedió seguridad, y descendieron ante él. Él les dijo: “Me ha agradado vuestra tierra y no veo sino que me quedaré entre vosotros”. Ellos le dijeron: “Eso no es para ti; esta es la emigración de un profeta, y no pertenece a nadie hasta que eso ocurra”. Dijo él: “Entonces dejaré entre vosotros a miembros de mi linaje, para que cuando eso suceda lo apoyen y lo auxilien”. Y dejó entre ellos a dos clanes: Aus y Jazraÿ. Cuando se multiplicaron allí, comenzaron a apropiarse de los bienes de los judíos. Los judíos les decían: “Si Muhammad fuera enviado, os expulsaríamos de nuestras moradas y de nuestros bienes”. Pero cuando Dios envió a Muhammad (con él sean las bendiciones y la paz) los ansar creyeron en él y los judíos no creyeron en él. Y esta es la palabra de Dios: {y antes buscaban la victoria contra los que habían descreído} hasta {Así que la maldición de Dios sea sobre los infieles}», Tafsir al-Ayashi, vol. 1, pág. 49.
[2] El autor (a) ya ha señalado anteriormente sus posturas vergonzosas; consúltese.
[3] Evangelio de Bernabé, capítulo 12.
[4] De Fadil Bin Yasar, que dijo: Escuché a Abu Abdulá (a) decir: «Ciertamente, nuestro Resurgente, cuando se levante, se enfrentará a una ignorancia por parte de los hombres más dura que la que afrontó el Mensajero de Dios (s) por parte de los ignorantes de la época de la ignorancia». Dije: “¿Y cómo es eso?”. Dijo: «El Mensajero de Dios (s) se presentó ante hombres que adoraban piedras, rocas, troncos y maderas talladas. Pero nuestro Resurgente, cuando se levante, se presentará ante hombres que, todos ellos, interpretarán contra él el libro de Dios y argumentarán contra él con él mismo». Luego dijo: «Mas, ¡por Dios!, su justicia penetrará en el interior de sus casas, del mismo modo que penetran el calor y el frío», Al-Gaiba de Numani, pág. 307, cap. 17, hadiz 1.
Extracto del libro El becerro de Ahmed Alhasan (a)