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Las evidencias de la adulteración que judíos y cristianos hicieron de la Torá y el Evangelio son muchas, y no es este el lugar para agotarlas. Su adulteración no está oculta para quien las ha leído con reflexión, siendo dueño de una naturaleza sana y de un pensamiento recto, ni para quien ha revisado lo que ha escrito uno de sus propios pensadores, Spinoza, en su Tratado Teológico-Político, capítulo octavo. Como ejemplo, traslado estos pasajes de sus palabras. Dijo: «Para seguir en esta investigación un método ordenado, comenzaré por los prejuicios relativos a quienes redactaron los libros sagrados. Empezaré, en primer lugar, por quienes redactaron los cinco libros. Casi todos han creído que fue Moisés; incluso los fariseos defendieron esta opinión con gran insistencia, hasta el punto de considerar apóstata a quien pensara lo contrario. Por esta razón, Ibn Ezra –hombre de pensamiento relativamente libre y de saber nada desdeñable, y el primero, hasta donde sé, que advirtió este error– no se atrevió a expresar su opinión abiertamente y se limitó a insinuarla con palabras ambiguas. Yo, en cambio, no temeré aclararla y mostrar la verdad con toda nitidez. Estas son las palabras de Ibn Ezra en su comentario al Deuteronomio, más allá del río Jordán… etc. “Y si conocieras el secreto de los doce libros, Moisés escribió su Ley…”».

Con estas pocas palabras deja claro y demuestra, al mismo tiempo, que Moisés no es el autor de los cinco libros, sino que su autor es otra persona que vivió mucho tiempo después de él, y que Moisés escribió un libro distinto. Para probarlo menciona, entre otras cosas: que Moisés no escribió la introducción del Deuteronomio, pues no cruzó el río Jordán; … etc.[1]

Sea como fuere, la adulteración de la Torá y el Evangelio existentes hoy es un hecho indiscutible, o al menos altamente probable para todo pensador libre que haya roto las cadenas de la imitación ciega. ¿Y dónde están esos pensadores? Si no, ¡¿cómo puede un creyente en Dios –Glorificado y Enaltecido sea– aceptar que se atribuyan a los profetas de Dios y Sus mensajeros (a) esas obscenidades y vilezas con las que está repleta la Torá?!

Y con todo, la Torá y el Evangelio han permanecido como textos históricos de los que puede extraerse beneficio, y como sabidurías divinas y noticias de lo oculto de las que puede considerarse probable que algunas procedan de los profetas (a), o al menos que sus significados lo hagan, por ser conformes con los significados traídos por el Corán y la tradición del Profeta (s) y de su Familia, los infalibles (a).

[1] Tratado Teológico-Político, pág. 266 (edición árabe).


Extracto del libro El becerro de Ahmed Alhasan (a)