«Capítulo 4
La Historia del Diluvio
Fue narrado por Utnapishtim, el inmortal, a Gilgamesh:
Gilgamesh y Ur-shanabi tripularon [la barca,]
botaron la embarcación y [la tripularon] ellos mismos.
En tres días hicieron un viaje de un mes y medio,
y Ur-shanabi llegó a las Aguas de [la Muerte].
[Dijo] Ur-shanabi a él, [a Gilgamesh:]
“¡Cuidado, oh Gilgamesh! Coge la primera [pértiga].
Que tu mano no toque las Aguas de [la Muerte], para que no [la] atrofies.
Coge una segunda pértiga, Gilgamesh, una tercera y una cuarta.
Coge una quinta pértiga, Gilgamesh, una sexta y una séptima.
Coge una octava pértiga, Gilgamesh, una novena y una décima.
Coge una undécima pértiga, Gilgamesh, y una duodécima”.
Al llegar a ciento veinte dobles estadios Gilgamesh había usado todas las pértigas,
así que él, [Ur-shanabi,] se despojó de sus vestiduras,
Gilgamesh se despojó de [sus] vestiduras,
con los brazos en alto hizo un penol.
Uta-napishti observaba a Gilgamesh a lo lejos,
hablando para sí mismo [dijo] una palabra, aconsejándose en su propia mente:
“¿Por qué están rotos todos [Los de Piedra] de la barca,
y a bordo de ella va alguien que no es su patrón?”
[Dijo Uta-napishti a] él, a [Gilgamesh:]
“[¿Por qué tus mejillas están tan hundidas, tu rostro tan] hundido,
[tu ánimo tan desdichado, tu rostro] tan consumido?
¿Por qué no ha de habitar la pena en mi corazón,
y mi [rostro] no ha de parecerse al de alguien llegado de muy lejos?
¿[Por qué no] han de estar [quemadas] mis facciones por la escarcha y por el sol,
[y por qué no] he de andar errante por la estepa vestido de león?
[Mi amigo, un onagro vagabundo,]
[asno de las tierras altas,] pantera de la estepa,
[mi amigo Enkidu, un onagro vagabundo,]
[asno de las tierras altas, pantera de la estepa;]
[uniendo nuestras fuerzas subimos] a las montañas,
[capturamos y] dimos muerte [al Toro] Celeste,
[destruimos a Humbaba, que] moraba [en el] Bosque de los Cedros,
matamos leones [en los pasos de montaña;]
[mi amigo Enkidu, a quien tanto amaba,]
[que conmigo pasó por] todos los peligros,
[mi amigo Enkidu, a quien tanto amaba,]
[que conmigo] pasó por todos los peligros:
[el sino de los mortales le ha superado].
[Seis días] lloré por él [y siete noches:]
[su cuerpo no entregué para] el entierro,
[hasta que un gusano salió de] su [nariz].
[Entonces tuve miedo de morir yo también,]
[me entró] miedo de la muerte, [y por eso anduve errante por la estepa].
Lo que le sucedió a [mi amigo se hizo demasiado insoportable,]
así que en un largo camino [recorrí la] estepa;
lo que le sucedió a mi amigo [se hizo demasiado insoportable,]
así que en un largo camino [recorrí la estepa].
¿Cómo voy a guardar silencio? ¿Cómo voy a quedarme callado?
Mi amigo, a quien amaba, ha vuelto al barro,
mi amigo Enkidu, [a quien amaba, ha vuelto al barro].
¿No [seré] como él, y yaceré también,
para nunca más levantarme, durante toda [la eternidad?]”
Dijo Gilgamesh a él, [a Uta-napishti:]
“Pensé: ‘Encontraré a Uta-napishti el Lejano, de quien los hombres hablan’,
y anduve errante viajando por toda la tierra.
Muchas veces pasé por terribles montañas,
muchas veces crucé y volvía cruzar todos los océanos.
De dulce sueño mi rostro tenía demasiado poco,
me azoté avanzando sin dormir.
He llenado mis nervios de pesar,
¿y qué he logrado con mi gran esfuerzo?
Cuando aún no había llegado hasta la tabernera, mis ropas eran harapos,
maté al oso, a la hiena, al león, a la pantera, a la onza,
al ciervo, a la cabra montés, a las bestias y animales de caza de la estepa:
comí su carne, sus pieles desollé.
…
Muerte tan despiadada, que siega a los hombres.
Siempre construimos nuestras casas,
siempre hacemos nuestros nidos,
siempre los hermanos reparten su herencia,
siempre las querellas surgen en la tierra.
Siempre el río se ha desbordado y nos ha traído la inundación,
la efímera flotando en el agua.
Ante el sol su semblante mira,
y entonces de pronto no hay nada.
Los arrebatados y los muertos, ¡qué parecida es su suerte!
Pero nunca nadie ha trazado la semejanza de la Muerte,
nunca en la tierra los muertos saludaron a un hombre.
Los Anunnaki, los grandes dioses, celebraron una asamblea,
Mammitum, hacedor del destino, fijó las suertes con ellos:
la Muerte y la Vida han fijado,
pero el día de la Muerte no revelan”.
Dijo Gilgamesh a él, a Uta-napishti el Lejano,
“Te miro, Uta-napishti:
tu forma no es distinta, eres igual que yo,
no eres distinto, eres igual que yo.
Estaba plenamente decidido a hacerte luchar,
pero ahora en tu presencia mi mano se contiene.
¿Cómo estuviste con los dioses en asamblea?
¿Cómo encontraste la vida eterna?”
Dijo Uta-napishti a él, a Gilgamesh:
“Déjame revelarte, oh Gilgamesh, un asunto sumamente secreto,
a ti te contaré un misterio de los dioses.
La ciudad de Shuruppak, una ciudad que tú bien conoces,
que está a las orillas del río Éufrates:
la ciudad era antigua, los dioses estuvieron allí una vez,
cuando los grandes dioses decidieron enviar el Diluvio.
Su padre Anu hizo un juramento,
y su consejero, el héroe Enlil,
su camarlengo, el dios Ninurta,
y su oficial principal, el dios Anuki”.
El principesco Ea juró también con ellos,
repitiendo sus palabras a una cerca de cañas:
“¡Oh cerca de cañas! ¡Oh muro de ladrillos!
¡Oye esto, oh cerca! ¡Presta atención, oh muro!
Oh hombre de Shuruppak, hijo de Ubar-Tutu,
derriba la casa, y construye una barca.
Abandona la riqueza y busca la supervivencia.
Desdeña la propiedad, salva la vida.
Lleva a bordo de la barca semillas de todas las cosas vivas.
La barca que construirás,
sus dimensiones serán todas iguales:
su longitud y su anchura serán las mismas,
cúbrela con un tejado, como el Océano Inferior.”
Comprendí, y dije a Ea, mi señor:
“Obedezco, oh señor, lo que así me has dicho.
Comprendí, y lo haré,
pero ¿cómo respondo a mi ciudad, a la multitud y a los ancianos?”
Ea abrió su boca para hablar, diciéndome a mí, su servidor:
“También les dirás esto:
‘Seguro que el dios Enlil siente odio por mí.
En vuestra ciudad no puedo vivir ya,
no puedo pisar más [el] suelo de Enlil.
[Debo] descender al Océano Inferior, a vivir con Ea, mi señor,
y él os enviará una lluvia de abundancia:
[una abundancia] de aves, una profusión de peces,
[proporcionará] una cosecha de riquezas.
Por la mañana os enviará una lluvia de pasteles de pan,
al anochecer un torrente de trigo.’”
Con las primeras luces trémulas del alba luminosa,
… la tierra comenzó a congregarse:
[el carpintero] llevó [su] azuela,
el cestero llevó su piedra,
[el carpintero con su] hacha de peso pesado.
Los jóvenes estaban……,
los viejos llevaban cuerdas de fibra de palma;
el rico llevaba la brea,
el pobre llevó… polea.
El quinto día tenía puesto el casco en su sitio,
una obrada medía su planta, diez brazas la altura de sus costados.
A las diez brazas también, los lados de su cubierta tenían la misma longitud.
Puse en su lugar su casco, hice su dibujo.
Le puse seis cubiertas,
dividiéndola así en siete.
Dividí su interior en nueve compartimientos,
clavé en el centro clavijas marinas.
Me ocupé de las pértigas y coloqué el aparejo.
Treinta mil medidas de brea vertí en un horno,
treinta mil de alquitrán… dentro,
Treinta mil de aceite trajeron los porteadores:
además de las mil consumidas en libaciones,
había veinte mil de aceite almacenado por el barquero.
Para mis trabajadores sacrifiqué bueyes,
y corderos maté a diario.
Cerveza, cerveza fina, aceite y vino
[di a] mis trabajadores como agua de un río,
para que disfrutasen de un festín como en los días del Año Nuevo.
Al [salir el] sol me apresté a dar aceite,
[antes de] ponerse el sol la nave estaba terminada.
……… fueron muy arduos:
de atrás hacia delante movimos leños para la botadura,
[hasta que] dos tercios de [la nave había entrado en el agua].
[Todo lo que poseía] lo cargué a bordo:
toda la plata que poseía la cargué a bordo,
todo el oro que poseía lo cargué a bordo,
todos los seres vivos que poseía los cargué a bordo.
Mandé subir a bordo a todos mis familiares y amigos,
a las bestias del campo, las criaturas de la estepa y miembros de cada
técnica y oficio.
El momento que el dios sol designó,
‘Por la mañana te enviará una lluvia de pasteles de pan,
y al anochecer un torrente de trigo.
Entra en el barco y sella tu escotilla’,
ese momento había llegado ya:
‘Por la mañana te enviará una lluvia de pasteles de pan,
y al anochecer un torrente de trigo’.
Miré el estado del tiempo.
El estado del tiempo estaba lleno de malos presagios,
entré en el barco y sellé mi escotilla.
Al que selló el barco, Puzur-Enlil el carpintero de ribera,
le di mi palacio con todos sus bienes.
Con las primeras luces trémulas del alba luminosa,
se levantó en el horizonte una oscura nube negra,
y rugiendo dentro de ella estaba Adad el dios de la tormenta.
Los dioses Shullat y Hanish iban delante de él,
llevando su trono sobre la montaña y la tierra.
El dios Errakal arrancaba de cuajo los postes del atracadero,
Ninurta, al pasar, hacía desbordarse las represas.
Los dioses Anunnaki portaban antorchas de fuego,
quemando el campo con brillantes destellos.
La quietud del dios de la tormenta pasó sobre el cielo,
y todo lo que entonces era brillante se convirtió en tinieblas.
Arremetió contra la tierra como un toro [que arrasa,]
[la] hizo añicos [como una vasija de arcilla].
Durante un día el Viento Sur sopló…,
soplaron rápidos sumergiendo la montaña en el agua, …
Como una batalla [el cataclismo] pasó sobre la gente.
Un hombre no podía distinguir a otro,
ni podía reconocerse a la gente en medio de la destrucción.
Incluso los dioses se asustaron del Diluvio,
se marcharon y subieron al cielo de Anu,
acurrucándose como perros se agazaparon a la intemperie.
Las diosas gritaban como mujeres de parto,
Gimió Belet-ili, cuya voz es tan dulce:
‘Los tiempos de antaño se han convertido en arcilla,
porque hablé con maldad en la asamblea de los dioses.
¿Cómo pude hablar con maldad en la asamblea de los dioses
y declarar una guerra para destruir a mi pueblo?
Yo fui quien las dio a luz, esas personas son mías.
Y ahora, como peces, llenan el océano’.
Los dioses Anunnaki lloraban con ella, con el rostro húmedo, lloraban [con ella,]
sus labios estaban resecos y abrasados por la fiebre.
Durante seis días y [siete] noches,
el viento sopló, el aguacero, el vendaval, el Diluvio, arrasó la tierra.
Pero cuando llegó el séptimo día, el vendaval amainó, el Diluvio terminó.
El océano se calmó, después de retorcerse como una mujer en el parto,
la tempestad se calmó, el Diluvio terminó.
Observé el tiempo, estaba silencioso y en calma,
pero toda la gente había vuelto a la arcilla.
La llanura aluvial estaba llana como la azotea de una casa.
Abrí un respiradero, sobre mis mejillas cayó la luz del sol.
Me senté, me arrodillé y lloré,
por mis mejillas las lágrimas corrían.
Oteé los horizontes, el confín del océano, en catorce lugares se levantaba una isla.
En la montaña de Nimush el barco encalló,
el monte Nimush retuvo el barco con fuerza, no le dejó moverse.
Un día y un segundo, el monte Nimush retuvo el barco con fuerza, no le dejó moverse,
un tercer día y un cuarto, retuvo el barco con fuerza, no le dejó moverse,
un quinto día y un sexto, retuvo el barco con fuerza, no le dejó moverse.
Cuando llegó el séptimo día,
saqué una paloma, la dejé en libertad:
la paloma partió, pero después volvió:
no encontró un sitio donde posarse, así que regresó a mí.
Saqué una golondrina, la dejé en libertad:
la golondrina partió, pero después volvió:
no encontró un sitio donde posarse, así que regresó a mí.
Saqué un cuervo, le dejé en libertad:
el cuervo partió, vio que las aguas se retiraban,
encontró comida, se inclinó y revoloteó, no regresó a mí.
Hice una ofrenda, a los cuatro vientos hice sacrificios,
puse incienso en la cumbre de la montaña.
Siete frascos y otros siete coloqué,
caña, cedro y mirto apilé debajo de ellos.
Los dioses olieron el aroma,
los dioses olieron el dulce aroma,
los dioses como moscas se congregaron alrededor del hombre que hacía el sacrificio.
Entonces llegó Belet-ili,
levantó las moscas de lapislázuli que Anu había hecho para cortejarla:
‘Oh dioses, que las grandes cuentas de este collar mío
me hagan recordar aquellos días y nunca los olvide.
Todos los dioses acudirán al incienso,
pero al incienso que Enlil no venga,
porque careció de consejo y trajo el Diluvio,
y entregó a mi pueblo a la destrucción’.
Entonces llegó Enlil,
vio el barco, se enfureció,
se llenó de ira contra los divinos Igigi:
‘¿[De] dónde ha escapado este ser vivo?
¡Ningún hombre debía sobrevivir a la destrucción!’
Ninurta abrió su boca para hablar,
diciendo al héroe Enlil:
‘¿Quién, si no Ea, podía hacer tal cosa?
solo Ea sabe cómo se hacen todas las cosas’.
Ea abrió su boca para hablar,
diciendo al héroe Enlil:
‘Tú, el sabio de los dioses, el héroe,
¿cómo podías carecer de consejo y traer el Diluvio?
A aquel que transgrede, inflige su crimen,
a aquel que hace mal, inflige su desmán.
Modérate, no acabes con ellos. Rema fuerte, que no [amaine].
En vez de causar el Diluvio,
un león podía haber salido y diezmado a la gente.
En vez de causar el Diluvio,
una hambruna podía haber sucedido y matado a la gente.
En vez de causar el Diluvio,
el dios de la peste podía haber salido y matado a la gente.
No fui yo quien reveló el secreto de los grandes dioses:
dejé que Atra-hasis viera una visión, y así se enteró de nuestro secreto.
Y ahora, decidid qué hacer con él’.
Enlil subió a bordo del barco,
agarró mi mano y me llevó a bordo.
Llevó a bordo a mi esposa y la hizo arrodillarse a mi lado,
nos tocó la frente, de pie entre nosotros para bendecirnos:
‘En el pasado Uta-napishti era un hombre mortal,
pero ahora él y su esposa serán como nosotros los dioses.
Uta-napishti morará lejos, donde desembocan los ríos’.
Tan lejos me llevaron, y me instalaron donde desembocan los ríos”».[1]
El relato del Diluvio en el texto de la Epopeya de Gilgamesh no se diferencia del texto sumerio presentado, pues aquí también el Diluvio es causado por la ira divina, y se construye un arca para salvar en ella a Utnapishtim (Noé) y a los creyentes, pero en este texto hay cuestiones importantes:
Hay señales claras de la región en la que residió Noé, pues es una región cercana al agua o más precisamente a una región de cañaverales, pues la casa de Utnapishtim era evidentemente de cañas. De hecho, veremos un texto claro de que el arca de Noé también fue construida de cañas.
«¡Oh cerca de cañas! ¡Oh muro de ladrillos!
¡Oye esto, oh cerca! ¡Presta atención, oh muro!
…
derriba la casa, y construye una barca».
Además: en el texto de la Epopeya de Gilgamesh, se menciona que la causa del Diluvio fue la ruptura de una represa o represas:
«Ninurta, al pasar, hacía desbordarse las represas…».
Además: en el texto de la Epopeya de Gilgamesh se menciona que la dirección de la inundación o de las olas de la inundación, del viento y las tormentas de la inundación, se dirigían de sur a norte. Las aguas cubrieron las montañas, o sea, que la región estaba rodeada de elevaciones y el agua cubrió esas montañas:
«Durante un día el Viento Sur sopló…,
soplaron rápidos sumergiendo la montaña en el agua».
Ahora, si quisiéramos reunir las características presentadas de la inundación en una región ubicada en Iraq o alrededor de Iraq, no encontraríamos más que el valle fértil antes de que fuera cubierto por el agua y se convierta en el golfo actual.
Pues el colapso de la represa del estrecho de Ormuz actual dirigió las tormentas de la inundación, del mar hacia el valle, o sea, desde el punto de vista de alguien que está en el valle, vino desde el sur.
Hay que considerar que la región era baja y que tenía zonas altas como las montañas que representan su entorno e islas, algunas de las cuales se destacan en el golfo actual como, por ejemplo, Baréin.
Sin embargo, la región, antes de la inundación, consistía en un valle repleto de lagos de agua dulce en los cuales desembocaba el agua dulce que venía del norte. Es natural que allí hubiera cañaverales y que la casa de Noé fuera de cañas y su arca de cañas, como claramente veremos en el texto siguiente.
Epic of Gilgamesh, Tablet 11: Story of the Flood. Known as the «Flood Tablet». British Museum
[1] Fuente: Taha Baqir, La Epopeya de Gilgamesh.
[2] Fuente: Enciclopedia libre Wikipedia.
Extracto del libro La ilusión del ateísmo de Ahmed Alhasan (a)