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Kramer dice bajo el título:

«El Primer Noé

Se sabía ya desde 1862, año en que George Smith, del Museo Británico, descubrió y descifró la tablilla XI de la epopeya babilónica de Gilgamesh, que la narración bíblica del Diluvio no es una creación hebraica. Pero los entendidos se apercibieron más tarde, y no sin alguna sorpresa, que el mito babilónico no era ni más ni menos que de origen sumerio. Ello quedó demostrado por un fragmento de tablilla descubierto en el Museo de la Universidad de Filadelfia, entre la colección de Nippur. Este fragmento, publicado en 1914 por Arno Poebel, representa el tercio inferior de una tablilla de seis columnas, tres en el anverso y tres en el reverso. Se trata de un documento único; no se ha descubierto ningún otro ejemplar hasta la fecha».[1]

Por lo tanto, la historia del Diluvio ya existía, y ya había sido documentada antes de cualquiera de las tres religiones, el judaísmo, el cristianismo o el islam. Se remonta a miles de años antes de Cristo y fue trasmitida por el pueblo de la Mesopotamia que la consideraba un relato de sus antepasados.

Kramer, en La historia empieza en Sumeria cuenta el relato sumerio de la creación y el Diluvio, pero está incompleto debido a los destrozos de las tablillas y sus daños. Transcribiré aquí algunos de sus pasajes:

«Cuando An, Enlil, Enki y Ninhursag

Hubieron formado la gente de cabeza negra,

La vegetación se desarrolló, lozana, sobre la tierra;

Los animales, los cuadrúpedos de la campiña,

fueron creados con arte.

Después de este pasaje hay una nueva laguna: han desaparecido unas 37 líneas al principio de la segunda columna. Entonces nos enteramos de que la realeza descendió del cielo a la tierra y cinco ciudades fueron fundadas:

Cuando el… de la realeza hubo descendido del cielo,

Cuando la sublime tiara y el trono real

hubieron descendido del cielo,

Cumplió con los ritos y las sublimes leyes divinas…

Fundó las cinco ciudades en.… lugares consagrados;

Pronunció sus nombres e hizo de ellos centros del culto…

Así fue convenido…

Entonces Nintu lloró como un…;

La divina Inanna entonó una lamentación para su pueblo

Enki tomó consejo de sí mismo.

An, Enlil, Enki y Ninhursag…;

Los dioses del cielo y de la tierra

pronunciaron los nombres de An y de Enlil.

Entonces Ziusudra, el rey, el pashishu de…,

Construyó un gigantesco…

Humildemente, obediente, con respeto, él…;

Ocupado cada día, constantemente él…;

Trayendo toda clase de sueños, él…;

Invocando al cielo y a la tierra, él…

… los dioses, una muralla…;

Ziusudra, de pie a su lado, escuchó.

“Mantente cerca de la muralla, a mi izquierda…;

Cerca de la muralla, yo te diré una palabra, escucha mi palabra;

Presta oído a mis instrucciones:

Por nuestro…, un Diluvio va a inundar los centros del culto

Para destruir la simiente del género humano…

Tal es la decisión, el decreto de la asamblea de los dioses.

Por orden de An y de Enlil…,

Su realeza, su ley, le será puesto término.”

Seguidamente, el poema (final de la cuarta columna) debía de extenderse largamente sobre las instrucciones dadas por el dios a Ziusudra: este último construiría un navío gigantesco, el cual le permitiría salvar la vida. Pero esta parte del texto (sin duda correspondiente a una cuarentena de líneas) está destruida. La continuación (en lo alto de la quinta columna), que se ha conservado, relata cómo entonces las aguas del Diluvio sumergieron la “tierra”, y cómo se desencadenaron con fuerza, ininterrumpidamente, durante siete días y siete noches. Después de todo lo cual, el dios del sol, Utu, reaparece, dispensando de nuevo su preciosa luz. Ziusudra se prosterna ante él y le ofrece sacrificios:

Todas las tempestades, de una violencia extraordinaria,

se desencadenaron al mismo tiempo.

En un mismo instante, el Diluvio invadió los centros del culto.

Cuando, durante siete días y siete noches,

El Diluvio hubo barrido la tierra,

Y el enorme navío hubo sido bamboleado

por las tempestades, sobre las aguas,

Utu salió, el que dispensa la luz

al cielo y a la tierra.

Ziusudra abrió entonces una ventana de su navío enorme,

y Utu, el Héroe, hizo penetrar sus rayos

dentro del gigantesco navío.

Ziusudra, el rey,

Se prosternó entonces ante Utu;

El rey le inmoló un buey y sacrificó un carnero.

Al llegar aquí, la rotura de la tablilla interrumpe, una vez más, el texto. Faltan aproximadamente unas treinta y nueve líneas de esta penúltima columna. Las que subsisten de la sexta y última describen la deificación de Ziusudra. Prosternado ante An y ante Enlil, Ziusudra recibe “la vida como un dios” y el “soplo” eterno; y luego es transportado a Dilmún, “el lugar donde sale el sol”:

An y Enlil pronunciaron: “Soplo del cielo, soplo de la tierra”,

por su… él se tendió,

Y la vegetación, surgiendo de tierra, se elevó.

Ziusudra, el rey,

Se prosternó ante An y Enlil.

An y Enlil cuidaron de Ziusudra:

Le dieron una vida como la de un dios,

Un soplo eterno como el de un dios,

hicieron descender para él.

Entonces, Ziusudra, el rey,

Salvador del nombre de la vegetación y de la simiente del género humano,

En el país de paso, el país de Dilmún, allí donde sale el sol, ellos le instalaron».[2]

Explicación:

Al principio es cuando se completa la creación del ser humano racional u Homo sapiens. Era de piel negra y había venido de África hasta el valle fértil. Ellos representan el principio de la historia de Adán y de la designación del califa, y representan al origen al que se remontan los sumerios. Por esto es natural que los sumerios describan a sus antepasados con la frase “la gente de cabeza negra”: «Cuando An, Enlil, Enki y Ninhursag hubieron formado la gente de cabeza negra».

Esta frase que se repite siempre en los textos sumerios no estaba clara para los arqueólogos y representaba un enigma inexplicable; pues ¿por qué los sumerios denominan a sus antepasados con este nombre, “gente de cabeza negra”? Ahora ha sido explicado con claridad, pues la causa es que sus antepasados habían venido de África y el color de la piel de sus cabezas era negro.

La segunda etapa de la historia sumeria de la creación, es la designación divina del califa humano sobre la Tierra:

«Cuando el… de la realeza hubo descendido del cielo,

Cuando la sublime tiara y el trono real hubieron descendido del cielo,

Cumplió con los ritos y las sublimes leyes divinas…»

Como está claro en el texto sumerio— representa la historia de la designación de Adán (con él sea la paz) o el primer califa —humano— de Dios en la Tierra, mencionado en las religiones divinas, pues «la realeza hubo descendido del cielo», es decir, que el califa de Dios fue designado en la Tierra, pues el reinado, por origen, pertenece a Dios. El descenso de la realeza a la Tierra se refiere a la designación del ser humano como califa de Dios en la Tierra. Después de que se completara la designación del califa, descendieron a él la jurisprudencia, y las normas divinas y sagradas. Es decir, que Dios inspiró a Adán (con él sea la paz) y le hizo conocer la religión, la jurisprudencia y las normas divinas y sagradas.

El texto presentado, como está claro, es bastante insuficiente, especialmente cuando se trata de la historia del Diluvio, pero podemos hacer un resumen de lo que respecta al Diluvio:

El fabricante del arca es un sumerio cuyo nombre es Ziusudra.

Dios inspiró a Ziusudra y algo de la inspiración divina le llegaba a través de visiones.

Ziusudra (o Noé) supo del Diluvio, antes de que ocurriera, a través de inspiración divina.

Hay un énfasis al mencionar que el Diluvio inundó los lugares de culto: «un Diluvio va a inundar los centros del culto… el Diluvio invadió los centros del culto». Esta es una señal de la desviación de los hombres de religión y su distorsión de la religión en tiempos de Ziusudra (Noé).

Hay un énfasis en que el Diluvio era un castigo divino para los hombres por su rebelión contra los mandamientos de Dios, y en que el Diluvio acabará con su sistema de gobierno que se oponía a Ziusudra (Noé), el designado por Dios: «su realeza, su ley, le será puesto término».

La misión de Ziusudra era fabricar un arca que salvaguarde a un linaje en particular del género humano, a una vegetación en particular y a una fauna en particular. Talvez haya una alusión clara a esto en el texto sumerio con las palabras «salvador del nombre de la vegetación». Seguramente se refiere a una vegetación en particular, no importa lo grande que fuera la inundación sobre la Tierra, puesto que las plantas no necesitan un arca para transportarlas y preservarlas, al menos sus semillas quedan y germinan después de la inundación, sin necesidad de asistencia. Por esto es obvio que se refiere a plantas agrícolas con las que se alimenta el ser humano. Talvez se refiera en particular a que Ziusudra transporte una cantidad suficiente de semillas para restablecer el proceso de producción agrícola, sin necesidad de empezar de cero, cuando no haya semillas de trigo ni productos agrícolas disponibles para el ser humano (el hijo de Adán). Por esto talvez, el texto es claro, en que los transportados en el arca son un grupo de hombres que creen en lo que dice Noé, además de semillas productoras y económicas para sembrar, importantes para el ser humano. También podemos concluir, por ende, que los animales transportados eran animales domesticados, útiles para el ser humano. Por último, Ziusudra o Noé, tuvo éxito y fue recompensado; porque aceptó las palabras de Dios y la inspiración de Dios. Se elevó en los reinos de los cielos después de realizar el traslado y la salvación en el arca. Ziusudra habitó en el país de Dilmún, o país de paso, como está en el texto sumerio.

«Ziusudra, el rey,

Se prosternó ante An y Enlil.

An y Enlil cuidaron de Ziusudra:

Le dieron una vida como la de un dios,

Un soplo eterno como el de un dios,

hicieron descender para él.

Entonces, Ziusudra, el rey,

Salvador del nombre de la vegetación

y de la simiente del género humano,

En el país de paso, el país de Dilmún, allí donde sale el sol, ellos se instalaron».

Dilmún:

La descripción de Dilmún dada por los sumerios es:

«En Dilmún, el cuervo no da su graznido,

El pájaro-ittidu no da el grito del pájaro-ittidu,

El león no mata,

El lobo no se apodera del cordero,

Desconocido es el perro salvaje, devorador de cabritos.

Desconocido es el…, devorador de grano.

Desconocida es la viuda,

El ave en lo alto… no es su…

La paloma no se inclina,

Aquel que tiene mal en los ojos no dice:

“Tengo mal en los ojos”;

Aquel que tiene mal en la cabeza no dice:

“Tengo mal en la cabeza”;

Su vieja (de Dilmún) no dice: “Soy una vieja”;

Su viejo no dice: “Soy un viejo”.

Sin bañar está la criada, ningún agua destellante se derrama en la ciudad,

Aquel que atraviesa el Río (¿de la muerte?) no dice: …

A su alrededor no dan vueltas los sacerdotes sumidos en llanto,

El cantor no suelta ningún lamento,

Alrededor de la ciudad no pronuncia ninguna endecha».[3]

Explicación:

La descripción anterior no puede tomarse como real, a menos que se refiera a una tierra o a un país determinado en el que haya residido Ziusudra o Noé después del Diluvio. Así que está claro que es una descripción simbólica. Además, es una descripción que hace recordar al lector informado las narraciones del Mahdi, el Estado del Mahdi y su descripción, donde el lobo no se come al cordero. O en realidad puede decirse que se refiere a un estado ideal, en el que la injusticia es erradicada y la justicia del cielo, aplicada. Por esto podemos entender que Dilmún o el lugar en el que habitó Ziusudra después del Diluvio, es el Estado Justo del Mahdi esperado desde tiempos de Ziusudra (Noé), e incluso esperado desde antes. Su capital y principio es Iraq, o sea que podemos decir: que Dilmún, en este texto sumerio, es Iraq.

[1] Fuente: Kramer, La historia empieza en Sumeria, pág. 148.

[2] Fuente: Kramer, La historia empieza en Sumeria, págs. 148-149.

[3] Fuente: Kramer, La historia empieza en Sumeria, págs. 144-145.


Extracto del libro La ilusión del ateísmo de Ahmed Alhasan (a)