El Mensajero de Dios (s) fue desmentido por su pueblo, por su clan, por la gente de su ciudad y por los eruditos de judíos y cristianos. No creyeron en él los ancianos ni los jefes del pueblo. En cambio, creyeron en él y lo aceptaron los forasteros, la gente de la ciudad buena y bendita, Yazrib; creyeron en él los pobres, los oprimidos y los jóvenes. Así sustituyó Dios a los eruditos de la religión, a los jefes del pueblo y a algunos de los que decían esperar el envío de Muhammad (s) por otros: los escogidos compañeros de Muhammad (s), a quienes hizo avanzar ante él hacia el Paraíso. La mayoría de ellos fueron asesinados en vida como mártires, entregándose, esperando la recompensa de la Última Vida. Dijo el Enaltecido: {Entre los creyentes hay hombres que han sido veraces con lo que han prometido a Dios. Y entre ellos hay quien ha cumplido su voto y entre ellos hay quien espera, y no han cambiado en nada}.[1]
Y dijo el Enaltecido: {Muhammad, el Mensajero de Dios, y los que están con él son severos contra los infieles, misericordiosos entre ellos. Los ves inclinados, prosternados, buscando el favor de Dios y complacencia. Sus marcas están en sus rostros por el rastro de la prosternación. Ese es el ejemplo de ellos en la Torá y el ejemplo de ellos en el Evangelio, como un cultivo que hace salir su brote, y se fortalece y se engrosa, y se pone firme sobre su tallo, que agrada a los sembradores para irritar con ellos a los infieles. Ha prometido Dios a los que hayan creído y hecho buenas acciones de ellos un perdón y una recompensa grandiosa}.[2]
Estos fueron una élite que cambió la cara de la historia y lavó la cara de la humanidad: Ÿáfar hijo de Abu Táleb, Abu Duÿána Al-Ansari, Hanzala “el lavado por los ángeles”, Saíd hijo de Háriza, Abdulá hijo de Rawaha, Al-Miqdad, Ammar, Ÿundub hijo de Ÿunada, Salmán Al-Muhammadi “el persa” y muchos otros. Tal vez la historia no dejó nombre ni figura de algunos de ellos, de quienes combatieron la corrupción y a los corruptores, y no buscaron altura en la tierra. Conocidos en el cielo, desconocidos en la tierra. Bienaventurados ellos, y qué buen retorno. Que Dios les recompense con la mejor de las recompensas por el Islam y por los musulmanes, por haber auxiliado la religión de Dios en Su tierra y por haber auxiliado al señor de los profetas y al señor de los albaceas, Muhammad y Alí, con ambos y con sus familia sean las bendiciones de mi Señor y Su paz.
Algo semejante ocurrió con quienes precedieron a Muhammad (s) de entre los profetas. Ya vimos que los eruditos de los judíos no creyeron en Jesús (a), ni creyó en Jesús la gente de su ciudad, Nazaret, donde se crio. Se recoge en el Evangelio: [Él se marchó de allí y llegó a su pueblo; y sus discípulos le siguieron. Cuando llegó el día de reposo, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos que le escuchaban se asombraban, diciendo: ¿Dónde obtuvo este tales cosas, y cuál es esta sabiduría que le ha sido dada, y estos milagros que hace con sus manos? ¿No es este el carpintero, el hijo de María, y hermano de Jacobo, José, Judas y Simón? ¿No están sus hermanas aquí con nosotros? Y se escandalizaban a causa de Él. Y Jesús les dijo: No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, y entre sus parientes, y en su casa. Y no pudo hacer allí ningún milagro; solo sanó a unos pocos enfermos sobre los cuales puso sus manos. Y estaba maravillado de la incredulidad de ellos. Y recorría las aldeas de alrededor enseñando].[3]
Asimismo, en algunas narraciones se menciona que algunos de los shiíes no creerán en el Mahdi (a), del mismo modo que los sunníes no creyeron en los padres de él (a). «Tradición de Dios. Y no encontrarás en la tradición de Dios cambio alguno».
Más aún: algunos eruditos inoperantes, a quienes el ignorante cree cercanos a él, no creerán en él. Dijo el Imam As-Sádiq (a): «… Así también el Resurgente: se prolongarán los días de su ocultación para que la verdad se manifieste en su pureza y la fe se depure de toda turbiedad, con la apostasía de todo aquel cuya arcilla sea impura de entre los shiíes, de quienes se teme la hipocresía cuando perciban la sucesión y el afianzamiento y tengan autoridad extendida en la época del Resurgente…». Y dijo (a): «Todo ello para que se complete el plazo que Dios impuso a Su enemigo Iblís, hasta que el Libro alcance su término, se haga efectiva la palabra contra los infieles y se acerque la promesa que Dios explicó en Su Libro cuando dijo:{Y ha prometido Dios que a los que hayan creído de vosotros y hayan hecho buenas acciones, que los hará sucesores en la tierra como hizo sucesores a los que fueron antes de ellos}.[4] Y eso será cuando no quede del Islam sino su nombre, ni del Corán sino su trazo, y el Dueño del asunto se oculte, aclarando la excusa de ello, por la inclusión de la sedición en los corazones, hasta que los hombres más cercanos a él sean los más intensos en su enemistad. Entonces Dios lo apoyará con ejércitos que no veis, y hará que la religión de Su Profeta se manifieste por sus manos, y la hará prevalecer sobre toda religión, aunque lo detesten los politeístas».[5]
[1] Sagrado Corán – sura «Al-Ahsab» (Los partidos), 23.
[2] Sagrado Corán – sura «Al-Fath» (La conquista), 29.
[3] Santa Biblia – Evangelio según Marcos, capítulo 6.
[4] Sagrado Corán – sura «An-Nur» (La luz), 55.
[5] Kamal Ad-Din, pág. 356, Gaiba de At-Tusi, pág. 172, Bihar al-Anwar, vol. 51, pág. 222.
Extracto del libro El becerro de Ahmed Alhasan (a)