Víctimas del cuclillo:
El cuclillo es un ave parasitaria que no incuba sus huevos ni alimenta a sus pequeños, sino que coloca sus huevos en el nido de otra ave. Es una estrategia para propagar sus genes, ya que puede propagar sus genes colocando los huevos sistemáticamente en nidos de otras aves sin perder tiempo en criar a los pequeños. Dado que las aves que caen víctimas de él quedarán expuestas a la extinción, cualquier mutación genética que les permita reconocer los huevos del cuclillo y expulsarlos de sus nidos se consolidará en el acervo genético de esta ave permitiendo a las aves que lo lleven, reproducirse y trasmitir sus genes a la generación venidera, a diferencia de otras que no lleven el gen. Las aves del cuclillo responden desarrollando sus huevos de la misma manera, y así, con el tiempo, los huevos y los pequeños del cuclillo evolucionan, pues los huevos imitan a los huevos del ave víctima en el color y el dibujo para no ser reconocidos y expulsados del nido. Como habitualmente se rompen al poco tiempo comparados con los huevos del ave hospedadora y los polluelos del cuclillo tienen una cavidad en sus lomos, una vez que el polluelo del cuclillo rompe el huevo —e incluso talvez antes de abrir sus ojos— coloca cualquier cosa que esté en el nido, ya sean huevos o polluelos, en la cavidad de su lomo y la empuja para arrojarla del nido; para ser el único que tenga el alimento que deposita el ave víctima o nodriza. Por lo tanto, lo que hace el ave del cuclillo es una práctica de engaño —construida por los genes. En consecuencia, el altruismo de la víctima con los polluelos del cuclillo no es sino el resultado de su caída en una trampa y un fraude, llevada a cabo por el cuclillo con el cambio en la forma y el tamaño de sus huevos, y colocándolos en su nido. Así pues, el ave víctima alimenta a lo que esté en su nido como si de sus hijos se tratara. Por lo tanto, es una víctima engañada y no una donante que nutre a los polluelos de otros como para que se diga, por ejemplo: que esta es una práctica altruista. Esto no cambiará con respecto a esta ave sobre la base de este incidente, así que no esperemos ver a esta ave víctima recorriendo nidos de otras aves y alimentando a sus polluelos.
En cuanto a que haya una ley construida por genes que haya perdido su objetivo, también debe prestarse atención a que hay un proceso de revisión y rectificación continuo a cargo de la víctima, que la batalla genética no ha cesado, que continúa entre el cuclillo y sus víctimas y que sigue sin resolverse. Entonces, ¿cómo es que observa que la ley falló una vez en su objetivo por causa del engaño y la astucia del cuclillo, y no observa el paso corrector que dio el ave víctima, lo cual significa que los genes luchan con fuerza contra esta falla en el objetivo?
Asimismo, hasta la cuestión de una ley que falla en su objetivo es relativa, pues en el ejemplo del polluelo del cuclillo, la víctima tiene una manera de identificar los huevos, porque estos tienen determinadas características, e identifica a los pequeños que alimenta como sus pequeños porque se encuentran en su nido y porque talvez se comporten como sus pequeños. Pues hay algunas aves víctimas que han identificado a los polluelos del cuclillo y por esto, con el tiempo, los genes han desarrollado en los polluelos del cuclillo movimientos y sonidos que se parecen a los movimientos de los polluelos de esas aves. Como resultado, la ley construida por los genes en el ave víctima para identificar a sus hijos y ocuparse de ellos ha permitido al cuclillo hacer caer al ave víctima en este engaño. Si los genes han construido un método de distinción que es difícil de infringir o si lo que sucede está lejos de ser un proceso de infringir la ley entonces no podemos justificar lo que sucede como si fuera una ley que perdió su objetivo. Esto es lo que ocurre con respecto al altruismo verdadero y desinteresado que tiene el humano, pues nosotros distinguimos a nuestros familiares, no porque estén cerca de nuestro lugar, sino que los distinguimos por la figura y características precisas, lo cual nos permite identificarlos entre millones de personas distintas. Esto pone a la idea que Dawkins planteó: “que la regla pierde su propósito cuando alguien extraño se vuelve cercano para nosotros por estar en el mismo lugar, pero sin ser de nuestros familiares y recibe los favores del altruismo con los familiares, puesto que en la naturaleza son ellos los que están cerca de nosotros” como una idea inaceptable e ilógica que el intelecto no puede aceptar.
La adopción de un niño
El amor por los niños es algo que los genes han construido en nosotros en su favor, para que los padres se ocupen de los niños y los genes se trasmitan de generación en generación.
Así pues, si alguno de ellos adopta un niño para llenar un vacío emocional, la ley ya ha perdido su objetivo, que es un hijo que lleve los genes de los padres en lugar de un hijo adoptado, que no lleva los genes de los padres.
La adopción verdadera y voluntaria ocurre entre nosotros, como seres humanos. El punto es establecer el origen de la moral de los humanos, entonces, ¡¿es correcto poner este comportamiento moralista como ejemplo para justificar la aparición de la moral en ellos?!
Sí, podría decirse: que puede haber un error en la adopción de un niño extraño, o incluso puede que un miembro de una especie adopte un niño extraño como resultado de una mutación genética, y este sea el inicio de la aparición de un nuevo meme cultural, pues este aspecto cultural se propaga en la sociedad.
Entonces aquí necesitamos debatir dos cuestiones; que son:
¿Será esta adopción altruismo verdadero?
¿Y qué posibilidad de éxito tiene este meme —en la naturaleza—, es decir, la adopción de un niño extraño?
Si los que adoptan niños fueran solamente los que son infértiles, no podríamos llamarlo altruismo verdadero, pues sería una práctica cultural buscando subsanar una carencia paternal o maternal y no una adopción altruista. Creo que no necesitamos debatir más esto.
En cuanto a si los padres son fértiles como es el caso natural, no puede propagarse entre ellos esta práctica cultural en la naturaleza; porque va contra la propagación de sus genes. Si hubiera una práctica cultural como ésta que quisiera propagarse entre ellos, los genes la combatirían con la aparición de genes que se lo impidan. Estos genes tendrán éxito y se apoderarán del acervo genético que no contenga este gen. Dawkins y otros biólogos atribuyen el inicio de la aparición de la cultura moral humana a períodos en los que los grupos vivían en la naturaleza expuestos a la selección natural como los demás animales.
El altruismo con los parientes:
El que es altruista con sus parientes los identifica como parientes y los clasifica en grados. Hay un impulso construido en su interior que le hace cuidar de ellos según el orden en grados de cercanía, pues llevan un porcentaje variable de sus genes individuales. Mientras mayor sea el porcentaje, mayor es la atención y viceversa. Para esto necesita tener la capacidad de identificarlos por sus rostros. Por eso cuida de su hijo más que del hijo de su hermano, de su hermano más que del hijo de su tío, y así sucesivamente. Por lo tanto, la cuestión no está relacionada con la cercanía espacial. Así que la cercanía de extraños a nosotros no hace que el instinto del altruismo con los parientes falle en su objetivo pasando a extraños por su cercanía al establecerse en las primeras aldeas agrícolas, por ejemplo.
Sí, se puede imaginar que ocurra una mutación en algunos casos que permita esta característica, es decir, el altruismo con los parientes dirigida también a extraños. Pero una mutación así al principio estaría condenada a desaparecer tarde o temprano; porque un acervo genético así es incapaz de competir con los acervos genéticos que compiten en la naturaleza con la característica de un altruismo solamente con los parientes, pues los que sean altruistas con sus parientes tendrán mayor éxito en la trasmisión de sus genes, y como la competencia entre miembros de una misma especie es más feroz tarde o temprano, el grupo que contenga el gen mutante saldrá de la carrera y no quedará más que el altruismo con los parientes.
El altruismo recíproco:
El que es altruista recíproco lleva la característica del “dame y te doy” como característica construida por los genes. No puede convertirse en un “te doy gratis” sin importar las fallas que ocurran en la implementación de la ley como resultado de un engaño o algo parecido; porque es una cuestión biológica. Pero si decimos que no es biológica entonces, para empezar, no tiene sentido investigar el altruismo recíproco como caso genético darwiniano.
Además: la selección natural, cuando hay un tramposo que toma y no da, conducirá por lo general a la extinción del incauto que vuelve a dar, aunque el tramposo se exponga. La cuestión de la extinción del incauto en presencia del tramposo es un asunto cerrado, aunque los incautos sean mayoría, pues el resultado será su extinción en presencia del tramposo que se aprovechará de ellos hasta el final.
Es natural que el tramposo no entre inicialmente en el ámbito del altruismo; porque inicialmente toma y no da, así que sobrevive el rencoroso, que es el que obra de la misma manera por el principio de “rasca mi espalda para que luego yo rasque la tuya, pero recordaré tu rostro y si me engañas no rascaré tu espalda otra vez”. Este modelo de altruismo recíproco es el que prevalece en la naturaleza. Es un resultado de la evolución que debe tomarse en cuenta en la cuestión del altruismo recíproco.
En realidad, no se puede imaginar cómo perdería su objetivo esta característica altruista recíproca y se convierta en una característica de altruismo verdadero. Pues el murciélago vampiro, por ejemplo, si regurgita su sobrante de alimento a su vecino hambriento es porque espera de su vecino una buena respuesta. Si el vecino no responde bien nuestro murciélago víctima rencorosa no será engañado otra vez; porque es rencoroso, recuerda los rostros y no dará dos veces al tramposo. El hecho de dar al tramposo una vez no significa que la ley haya perdido su objetivo; porque la ley construida por los genes le dice “toma la iniciativa y da de comer al murciélago hambriento que busca sangre, pero recuerda su rostro y si no responde bien no le des otra vez. Si responde bien continúa con él en la práctica altruista recíproca cada vez que uno de vosotros dos caiga en apuros una noche en la que no se encuentre animal de donde chupar sangre”.
Aunque digamos: que ha ocurrido una falla en la implementación de la ley genética y que el rencoroso ha repetido su altruismo con el tramposo dos veces o tres, no significa en ninguno de los casos que el rencoroso se convertirá en incauto; porque la cuestión depende de recordar los rostros e identificar al veraz y si el rencoroso se vuelve incauto su destino será la extinción en presencia del tramposo. Como resultado, el altruismo recíproco no puede producir un altruismo verdadero mientras dependa de identificar a los individuos por sus características individuales en los intercambios de aparente altruismo no verdadero.
Por lo tanto, el rencoroso debe prevalecer en la evolución, además, la identificación exacta de los individuos en el intercambio de altruismo recíproco debe ser recordando los rostros o recordando el lugar donde vive la otra parte del intercambio que lo identifica como la otra parte en el intercambio personal.
«Es muy curioso observar en una computadora una simulación que empieza con una fuerte mayoría de incautos, una minoría de rencorosos que se encuentra justo sobre la frecuencia crítica, y una minoría integrada más o menos por el mismo número de tramposos. Lo primero que ocurre es un dramático quebranto de la población de incautos, al ser explotados por los despiadados tramposos. Los tramposos gozan una considerable explosión demográfica, que alcanza su máximo cuando el último de los incautos perece. Pero los tramposos aún deben tener en cuenta a los rencorosos. Durante el precipitado declive de los incautos, los rencorosos han ido decreciendo en número, sufriendo el embate de los prósperos tramposos, pero arreglándoselas para mantenerse firmes. Cuando ha desaparecido el último incauto y los tramposos ya no pueden lograr tan fácilmente su egoísta explotación, los rencorosos empiezan a aumentar lentamente a costa de los tramposos. Con firmeza su población empieza a cobrar auge. Su ritmo de incremento se acelera, la población de tramposos se desmorona hasta casi extinguirse, y luego se nivela, ya que goza del privilegio de su rareza y de la relativa libertad respecto a los rencorosos que dicha situación entraña. Sin embargo, lenta e inexorablemente los tramposos son eliminados y los rencorosos reinan como únicos integrantes de la población. Paradójicamente, al principio de la historia la presencia de los incautos, en realidad, puso en peligro a los rencorosos, ya que ellos fueron los responsables de la temporal prosperidad de los tramposos.
Dicho sea de paso, mi ejemplo hipotético sobre los peligros de no verse aseado por parte de otro es bastante verosímil. Los ratones que se mantienen aislados tienden a desarrollar llagas desagradables en aquellas partes de sus cabezas que quedan fuera de su alcance. En un estudio realizado, los ratones que se mantuvieron en grupos no sufrieron este perjuicio debido a que se lamían las cabezas unos a otros.
Sería interesante comprobar la teoría del altruismo recíproco de forma experimental, y parece que los ratones podrían ser sujetos apropiados para tal trabajo.
Trivers analiza la notable simbiosis del pez limpiador (labro). Se sabe que aproximadamente cincuenta especies, incluyendo a los peces pequeños y a los camarones, viven de los parásitos que quitan de la superficie de peces más grandes que pertenecen a otras especies. El pez grande, obviamente, se beneficia de verse aseado y los peces limpiadores obtienen un buen abastecimiento de alimentos. La relación es simbiótica. En muchos casos, los peces grandes abren la boca y permiten que los peces pequeños se introduzcan para limpiar sus dientes, y que luego salgan nadando a través de sus agallas, que sufren igual tratamiento. Cabría esperar que un pez grande aguardase, astutamente, hasta haber sido cuidadosamente aseado y luego devorase al limpiador. Sin embargo, suele permitir que el pez limpiador se aleje sin ser molestado. Es ésta una hazaña considerable de aparente altruismo, ya que en muchos casos el pez limpiador es del mismo tamaño que la presa normal del pez grande.
Los peces limpiadores presentan una superficie listada y despliegan una danza especial que los cataloga como limpiadores. Los peces grandes tienden a abstenerse de comer a los peces pequeños que tienen el adecuado diseño de listas y que se aproximan a ellos mediante el adecuado tipo de danza. En lugar de ello, caen en un estado parecido a un trance y permiten el libre acceso del limpiador tanto a su parte externa como a su interior. Siendo los genes egoístas lo que son, no es extraño que hayan surgido tramposos despiadados y explotadores. Hay especies de peces pequeños que tienen la apariencia de los peces limpiadores y danzan de la misma forma, con el fin de asegurarse una conducta segura cuando se encuentran en la vecindad de un pez grande. Cuando el pez grande ha caído en su trance expectante, el tramposo, en vez de extraerle los parásitos, arranca de un mordisco un trozo de la aleta del pez grande y huye apresuradamente. Pero, a pesar de los tramposos, la relación entre los peces limpiadores y sus clientes es predominantemente amigable y estable. La profesión de limpiador juega un importante papel en la vida diaria en la comunidad de los arrecifes de coral.
Cada limpiador posee su propio territorio y se ha visto a los peces grandes hacer cola para que los atiendan como clientes ante una barbería. Es probablemente esta tenacidad local lo que hace posible la evolución, en este caso, de altruismo recíproco retardado. El beneficio que le reporta a un pez grande el poder regresar repetidas veces a la misma «barbería» en vez de buscar continuamente una nueva, debe compensar el costo de contenerse para no comer al limpiador. Puesto que los peces limpiadores son pequeños, lo aseverado anteriormente no es difícil de creer. La presencia de peces tramposos que se mimetizan con los peces limpiadores probablemente, de manera indirecta, ponga en peligro la buena fe de los limpiadores al provocar una presión de tipo menor sobre los peces grandes para que devoren a los peces listados. La tenacidad local por parte de los genuinos peces limpiadores permite a los clientes encontrarlos y evitar así a los tramposos.
En el hombre está bien desarrollada la memoria y la capacidad de reconocimiento de los individuos. Podemos esperar, por consiguiente, que el altruismo recíproco haya jugado un papel importante en la evolución humana. Trivers llega hasta el extremo de sugerir que muchas de nuestras características psicológicas tales como la envidia, sentimiento de culpa, gratitud, simpatía, etc., han sido planeadas por la selección natural como habilidades perfeccionadas de engañar, de detectar engaños y de evitar que otra gente piense que uno es un tramposo. De especial interés son los “engañosos sutiles” que parecen estar pagando un favor recibido pero que, sin cejar, devuelven levemente menos de lo que reciben. Es aún posible que el abultado cerebro del hombre y su predisposición a razonar matemáticamente haya desarrollado un mecanismo de engaño más tortuoso y de una detección más penetrante del engaño cometido por otros. El dinero constituye un signo formal de altruismo recíproco retardado.
No tiene fin la fascinante especulación que engendra la idea de altruismo recíproco cuando la aplicamos a nuestra propia especie. El tema es tentador, pero no soy mejor para tales especulaciones que cualquier otro hombre y dejo al lector que se entretenga en ello».[1]
Si buscamos la característica altruista recíproca que los genes han construido en el ser humano durante los primeros tiempos de la evolución y que no ha desaparecido ni se ha convertido en altruismo verdadero por lo que he presentado y aclarado, la encontraremos hoy fija ante nosotros en cada trabajo e intercambio nuestro de unos con otros, como intercambios altruistas recíprocos. Así pues, el trabajo y la prestación remunerada de servicios son todos intercambios altruistas recíprocos, el antiguo trueque y actualmente la venta también son intercambios altruistas recíprocos. Por lo tanto, la característica del altruismo recíproco está presente hoy como intercambios de altruismo recíproco como lo fue antes y no se ha convertido en una característica de altruismo verdadero voluntario.
Por lo tanto, ¡¿es correcto atribuir a la característica de altruismo verdadero del ser humano un origen altruista recíproco sin evidencia, especialmente después de esta explicación?!
Conclusión:
Dawkins dijo: «Lo que sugiero es que eso mismo es cierto para el impulso de la amabilidad —del altruismo, de la generosidad, de la empatía, de la compasión. En tiempos ancestrales teníamos la oportunidad de ser altruistas solo hacia la familia cercana y hacia individuos que potencialmente nos devolverían los favores recibidos. Actualmente, esa restricción no existe, pero persiste la regla general».
Esta aclaración que da Dawkins para intentar explicar la moral y el altruismo verdadero no tiene valor, pues siempre ha habido limitaciones; lo que han construido los genes en nuestros cuerpos es un altruismo con nuestros parientes porque son nuestros parientes y nosotros identificamos a nuestros parientes con exactitud por sus características, no porque estén cerca de nosotros o porque estén en contacto directo con nosotros como para que el altruismo con los parientes sea con todos los que están cerca de nosotros. Además, la cuestión del altruismo recíproco igualmente está controlada por el enfoque del rencoroso que da y espera como resultado a cambio, una respuesta igual, y si no, se aparta. Esto que han construido los genes no cambia sino genéticamente, y no cambia simplemente con el estilo de vida.
[1] Fuente: Dawkins, El gen egoísta, págs. 212-214.
Extracto del libro La ilusión del ateísmo de Ahmed Alhasan (a)