Hay, sin duda, un paquete de leyes físicas que gobiernan el universo y que haya leyes significa que hay un legislador. Así como una ley que sin duda implica una organización, que haya una organización significa que hay un organizador.
Para aclarar más esto plantearé este ejemplo:
Cuando vemos un cruce de caminos con señales de tránsito que organizan el tránsito de los vehículos en el cruce sabemos que hay una fuerza consciente, sabia y organizadora que quiso esta organización y ubicó estas señales viales. De la misma manera decimos: que la ley de la gravedad señala a su autor. Este es también el caso para las fuerzas electromagnética, nuclear débil y fuerte, tanto en sus niveles de existencia como en sus niveles de magnitud, pues todas implementan leyes universales de tránsito como en nuestro cruce mencionado. Si no hubiera sido de esta manera, no existirían la materia y nosotros no existiríamos en este universo. Entonces, ¡¿es razonable que al ver simples señales de tránsito juzguemos que es por la presencia de una policía de tránsito o municipal que colocó las señales de tránsito en el cruce para organizar el tránsito y que quien está detrás de esta policía es el gobierno que organiza su funcionamiento, y que no juzguemos que hubo una fuerza juiciosa y sabia, que es la que colocó las leyes universales que hemos encontrado, que hemos demostrado científicamente, que hemos visto organizadas y que gobiernan el tránsito en el universo entero?!
La persona razonable juzgará, sin duda, que esto es por la existencia de un organizador que colocó estas leyes que organizan el universo. En cuanto al que insiste en la negación de un organizador juicioso y sabio, pues su insistencia y situación es una simple obstinación acuciante y detestable, que indica que su dueño no se diferencia mucho de aquellos que insistían en que la Tierra no giraba.
¡¿Acaso toda esta organización no tiene ningún organizador?! Por Dios, que me asombra quien cree esto, que aún con esto dicen: que quien colocó los semáforos fue la policía de tránsito o dirección vial. Deberían ser justos consigo mismos, continuar aquí también con su aleatoriedad y decir: que las señales de tránsito se colocaron a sí mismas y que ellas mismas fueron hasta el cruce, pues ¡¿acaso es razonable que al ver una organización y unas leyes en un sitio digamos: aquí hay un organizador, y que al ver la organización y las leyes en otro sitio digamos: que no existe ningún organizador sabio que las haya colocado?!
Si resumimos la evidencia de que la característica de un efecto indica la característica de su causa y, por ende, la existencia de una causa con esta característica, decimos:
Que tendremos —nosotros y los ateos— una vez que entremos al tribunal del intelecto humano:
Un efecto = el universo, la característica del universo = ley y organización, característica de la causa = organizadora y sabia, la causa = desconocida.
El estudio del universo en la ciencia moderna nos ha permitido conocer su característica. Esta característica nos ha permitido conocer la característica de aquél que le ha dado existencia, en tanto que organizador (legislador), y, por consiguiente, consciente y sabio.
Ahora ha quedado demostrado que hay una causa caracterizada por ser organizadora, consciente y sabia.
Por lo tanto, hemos demostrado la existencia de un organizador sabio que legisló el universo (con respecto a nosotros: que es lo que queríamos demostrar).
Extracto del libro La ilusión del ateísmo de Ahmed Alhasan (a)