• Categoría de la entrada:La ilusión del ateísmo
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Nuestro oponente, o quien quiera negar la existencia de Dios, no puede demostrar con evidencia concluyente que la mutación genética o el cambio continuo en los genes en torno a lo cual gira la evolución, sea siempre un cambio o una mutación aleatorios, como afirma, considerándolo únicamente aleatorio; porque no se ha demostrado su aleatoriedad. Esto significa que ambas posibilidades son científicamente aceptadas. Por lo tanto, podemos decir que es aleatoria, y podemos decir que no es aleatoria, que incluso está sujeta a una ley y que está organizada, o que es una combinación de aleatoriedad y no aleatoriedad dentro de la enorme serie de posibilidades que admiten las cadenas de aminoácidos.

Para aclarar más este punto, suponga que la probabilidad de que la mutación genética sea no aleatoria es igual a la probabilidad de que sea aleatoria.

Digo: que el número de probabilidades de mutaciones genéticas posibles en la naturaleza es un número enorme, incluso podríamos decir que es un número que la edad de la vida hasta ahora no abarca, es más, la edad del universo frente a él es muy poco. No creo que sea necesario repetir las enormes cifras astronómicas para los genes y ya he explicado algunas de ellas para la hemoglobina. Este enorme número nos hace imposible, a nosotros que estamos limitados a esta edad, percibir la organización y la no aleatoriedad si existiera. De hecho, sabemos que hay una no aleatoriedad en la mutación o en el cambio genético por la repetición sistemática de la mutación, ya que reconocemos en estas repeticiones la no aleatoriedad del sistema. Como estas repeticiones sistemáticas requieren un período de tiempo enorme para ocurrir, mucho mayor que los límites de tiempo que conocemos sin mencionar que caen fuera de los límites de tiempo que podemos observar, es imposible por lo tanto, que concluyamos definitivamente en la no aleatoriedad de la mutación o del cambio genético en torno al cual gira la evolución, o que concluyamos en su aleatoriedad como hizo el Dr. Dawkins; porque demostrar la aleatoriedad también requiere comprobar el mismo ciclo enorme de tiempo para demostrar la no repetición y la aleatoriedad, y no es suficiente la existencia de algunas mutaciones aleatorias para sacar una conclusión. Así que la aseveración aquí, del Dr. Dawkins y otros biólogos genetistas de la aleatoriedad completa, es simplemente una conjetura sin ninguna evidencia científica más que la existencia de algunas mutaciones aleatorias como resultado, por ejemplo, del bombardeo radiactivo del ADN, mientras que la presencia de estas mutaciones aleatorias no es una evidencia de que toda mutación genética sea aleatoria.

Por lo tanto, con respecto a nosotros, dentro de los límites de la vida que conocemos, hay un debate entre la aleatoriedad y la no aleatoriedad. No hay ningún motivo científico para inclinar la balanza en favor de la aleatoriedad. Por lo tanto, aseverar la aleatoriedad de la mutación o del cambio genético es imposible e incorrecto, por lo tanto, la aseveración de que la evolución sea ciega o que no tenga un propósito final es simplemente una conclusión arbitraria sin ninguna evidencia.

Podemos concluir esto diciendo: ahora hemos llegado a que la afirmación de que la evolución no tenga un propósito ya ha quedado demostrada como una mera conclusión arbitraria sin ningún fundamento científico real, construida solamente sobre la imposibilidad de demostrar lo contrario, ¡¿acaso es razonable, por ejemplo, que si no dispongo de suficiente evidencia para demostrar que el Dr. Dawkins es ateo, concluya que es creyente?!

En realidad, esto es lo que ha hecho del Dr. Dawkins con respecto al cambio del mapa genético o la mutación genética que representa la base fundamental de la evolución, lo que puede ser uno de los principales conflictos entre nosotros y el Dr. Dawkins y algunos científicos ateos. Pues la demostración de que el cambio o la mutación genética estén legislados y no sean aleatorios, significa que hay un legislador y un propósito, y, por ende, significa la existencia de un dios que lo legisló y que quiere alcanzar un fin determinado con ello. Lo contrario también requiere demostración y esto es lo que ha superado a Dawkins repetidas veces, que el cambio genético o mutación genética es aleatorio sin ninguna evidencia científica, así sin más, solamente porque él quiere negar la existencia de un dios. Así ha decidido concluir en la aleatoriedad de la mutación o del cambio genético de cabo a rabo basado en mutaciones aleatorias que pueden suceder por causa de la división de la reproducción de las células sexuales, por causa de un error en la replicación o por causa del bombardeo radiactivo cósmico.

Por lo tanto, la conclusión de la aleatoriedad o la no aleatoriedad del cambio o de la mutación genética debe determinarse por lo externo. La presencia de lo externo, que es un resultado de la evolución que conocemos y vemos, sugiere que la mutación o cambio genético ha ocurrido y ocurre en el marco de una ley y no aleatoriamente.

Así pues, el primer mapa genético fue elaborado sobre una ley que dio lugar a un sistema completo que es la vida, el metabolismo, la capacidad de producir energía, la reproducción, el avance hacia el mejoramiento, la aceleración de la mutación genética durante la especiación, su inacción o su estancamiento en otro período de tiempo o en otras especies, y sobre todo esto, la producción del mecanismo de inteligencia. Así que no se puede concluir en que el mapa genético no tenga un legislador cuando está sujeto a una ley, ni se puede concluir en que no tenga un organizador cuando está organizado, ni se puede concluir en que no tenga un hablante cuando hay un lenguaje que entienden y traducen las fábricas de vida en las células como las proteínas, por ejemplo. Esto se describirá más en detalle.

«Lo que tienen de especial estas moléculas es que están reunidas con unos patrones mucho más complejos que las cosas no vivas, y esta forma de ensamblarse se hace siguiendo unos programas, un conjunto de instrucciones sobre el propio desarrollo, que los organismos llevan en su interior. Puede ser que vibren y latan y pulsen con «irritabilidad», y resplandezcan con un calor «vivo», pero todas estas propiedades emergen de manera incidental. Lo que yace en el corazón de cada cosa viva no es un fuego, ni un aliento de calor, ni una «chispa de vida». Es información, palabras, instrucciones. Si se quiere una metáfora, no hay que pensar en fuego, ni chispas ni aliento. En su lugar, hay que pensar en mil millones de caracteres discontinuos, digitales, grabados en unas tablas de cristal. Si se quiere comprender la vida, no hay que pensar en geles o légamos que vibren o latan, sino en información tecnológica».[1]

[1] Fuente: Dawkins, El relojero ciego, pág. 112.


Extracto del libro La ilusión del ateísmo de Ahmed Alhasan (a)