En nombre de Dios, el Misericordioso, el Misericordiosísimo
La alabanza a Dios, el Uno, el Único, el Singular, el Eterno, Aquel que no ha engendrado ni ha sido engendrado y no hay para Él semejante alguno.
La alabanza a Dios que ha hecho la creación, le ha enviado mensajeros y ha puesto el saber en libros del cielo como prueba para que por medio de ellos se reconozcan quiénes son de intención sincera y aspiran a agudizar el conocimiento de la verdad.
La alabanza a Dios que ha hecho que el saber del libro sea exclusivo para quienes se han limpiado y purificado. Y para quien ha usurpado el lugar de ellos ha preparado el Infierno, al que llegará censurado, abandonado.
La alabanza a Dios que ha puesto a Muhammad y a la familia de Muhammad para nosotros como un medio para complacerlo, y no ha puesto en otros ningún camino de salvación. La alabanza a Dios que ha hecho de la lealtad a ellos un bien con el cual ningún mal daña, y ha hecho de la denegación a ellos un mal con el que ningún bien beneficia.
La alabanza a Dios que ha hecho de ellos una traducción del libro, y que sin ellos lo ha dejado cerrado y sin ninguna puerta. Pues ellos son la justicia del Corán y su traducción. Son sucesores del Mensajero y sus oídos. Son el refugio de la humanidad, los soles en la oscuridad, los leones en el tumulto. Quien se desvía de ellos aligera su balanza.
Así que oh, Dios, ora por ellos cada vez que salga el sol y se ponga, cada vez que sople el viento y se silencie. Oh, Dios, ora por ellos por el número de granos de arena de la Tierra y de las gotas de lluvia, por el número de hojas de los árboles y lo que contienen la Tierra y el mar. Oh, Dios, ora por ellos por el número de respiraciones de las criaturas, de las que hablan y de las que no hablan. Que sea una oración constante, saturada, purificadora, que suba hasta su principio y no cruce su final. Haz de ella una reserva para nosotros, para el día que nos encontremos contigo, el día que no beneficie dinero ni hijos, excepto a quien llegue a Ti con lealtad a ellos y con incredulidad en la lealtad a cualquier otro. Oh, Dios, que todas tus oraciones sean primero por su abuelo Mustafá y segundo por ellos. Y no nos separes de ellos nunca jamás, por tu misericordia, oh, el más misericordioso de los misericordiosos.
Dijo Dios (a): {Él es el que ha hecho descender sobre ti el libro. En él hay aleyas explícitas que son la madre del libro y hay otras que son alegorías. Y en cuanto a los que en sus corazones hay una desviación, pues siguen lo que les parece de él deseando tribulación y deseando interpretarlo. Y no sabe su interpretación sino Dios y los arraigados en el saber. Dicen: «Hemos creído en Él. Todo procede de junto a nuestro Señor». Y no recuerdan sino los dotados de perspicacia}.[1]
El Mensajero Muhammad (s) y la familia de su casa (a) ya señalaron que solamente el Mensajero (s) y los Imames de su descendencia (a) saben lo alegórico del Corán y que solo se conoce mediante ellos y la puerta de ellos (a).
De Abu Yafar (a): «Nosotros somos los arraigados en el saber, y nosotros sabemos su interpretación».[2]
Y de Abu Abdulá (a) que dijo: «Los arraigados en el saber son: el Comandante de los Creyentes (a) y los Imames de su descendencia (a)».[3]
Y en lo que dijo Abu Yafar: {Y si la remitieran al mensajero y a los dotados de autoridad entre ellos, sabrían de ella los que querían deducirla entre ellos},[4] y dijo: «Se refiere a los Imames infalibles (a)».[5]
Y los hadices sobre este tema son muy numerosos. De ellos se desprende que la interpretación de lo alegórico del Corán es un saber exclusivo de los Imames albaceas del Mensajero (s) hasta el Día de la Resurrección. Y nadie más que ellos la poseen, excepto aquel que la haya tomado de ellos (a).
Es más, todo el Corán es explícito para ellos (a), así que no hay nada alegórico en él para ellos (a); porque lo alegórico no es alegórico para su dueño. Para la Gente de la Casa (a) no es alegórico el Corán, pues ellos son su traducción después del Mensajero Muhammad (s).
De Harwal Bin Hamza, de Abu Abdulá (a) que dijo: lo escuché decir: {Pero no. Son aleyas, evidencias en los pechos de los que han recibido el saber}.[6] Dijo: «Son los Imames en particular».[7]
Y de Barid Bin Muawiya, de Abu Yafar (a) que dijo: le dije: «dijo Dios: {Pero no. Son aleyas claras en los pechos de los que han recibido el saber}. ¿Quiénes son ellos?» Dijo: «¿Y quiénes en el caso de que no fuéramos nosotros?».[8]
Por lo tanto, todo el Corán son aleyas claras para los Imames (a) que no encuentre nada alegórico en él. Por eso la interpretación del Corán es algo exclusivo de los Imames (a). Cualquier otro que no sea ellos no sabe lo alegórico del Corán ni conoce su interpretación. El que está desprovisto de algo no puede darlo. Los Imames (a) ya han dado cuenta de esta realidad varias veces en sus narraciones y han advertido de interpretar el Corán por opinión. Asimismo, han dado cuenta de que las palabras de Dios Altísimo no se parecen a las palabras del género humano, no se las puede comparar. Revisemos algunas palabras de ellos (a) sobre este tema para aclarar la cuestión:
De Al-Maala Bin Janís que dijo: Abu Abdulá (a) dijo en una carta: «En cuanto a lo que me has preguntado sobre el Corán, pues también es uno de los tantos peligros contradictorios, porque el Corán no es lo que has mencionado y todo lo que has escuchado en ese sentido es distinto a lo que has llegado. El Corán son ejemplos para un pueblo que sabe, a diferencia de otros, son para un pueblo que lo recita como debe recitarse, que cree en él y lo conoce. En cuanto a los demás, pues están muy confundidos con él y él está muy alejado de las doctrinas de sus corazones. Por eso el Mensajero de Dios (s) dijo: “No hay nada más alejado de los corazones de los hombres que la interpretación del Corán y sobre él se confunden todas las criaturas excepto quien Dios haya querido”. Y Dios ha querido camuflarlo para que terminen en su puerta y su senda, para que lo adoren y terminen en lo que Él dijo: en la obediencia a la gente de su libro y a los que se pronuncian por su orden, y que deduzcan a partir de ellos lo que necesitan saber y no por sí mismos. Luego dijo: {Y si la remitieran al mensajero y a los dotados de autoridad entre ellos, sabrían de ella los que querían deducirla entre ellos}. En cuanto a los demás que no sean ellos, pues jamás han tenido este saber y jamás lo tendrán. Debes saber que no sería correcto que todas las criaturas sean gente de autoridad, porque entonces no encontrarían a quien ejecutara sus órdenes ni a quien predicar los mandamientos de Dios y sus prohibiciones. Así que Dios puso en particular a los patronos para ser imitados. Comprenderás esto si Dios quiere. Y nunca, nunca recites el Corán según tu opinión, porque los hombres no tienen participación en su saber, como lo tienen en otros asuntos. No son capaces de llegar a su interpretación, excepto a través de la puerta que Dios ha puesto para ello. Entenderás si Dios quiere. Busca la cuestión en su lugar que encontrarás, si Dios quiere».[9]
Los Imames (a) ya han aclarado el encargo que la nación tiene con el Corán, lo que deben hacer y lo que tienen permitido:
De Saad Bin Tarif, de Abu Yafar (a), en un hadiz en el que habla con Amor Bin Ubaid que dijo: «En cuanto a que dijo: {Y sobre quien se desata mi ira, pues, ya ha sido abatido}.[10] Los hombres deben leer el Corán como descendió. Y si necesitan su exégesis, la orientación está en nosotros y hacia nosotros, ¡oh, Amro!».[11]
De Alí (a) que dijo: «Guardaos de Dios y no dictaminéis a los hombres sobre lo que no sabéis». Hasta que dijo: dijeron: «¿Entonces qué hacemos con lo que nos han informado sobre el ejemplar coránico?». Y él dijo: «De eso se pregunta a los eruditos de la familia de Muhammad (s)».[12]
Y de Abu Basir, de Abu Abdulá (a) que dijo: «Quien interpreta el Corán según su opinión, si acierta no tiene retribución y si se equivoca cae más lejos del cielo».[13]
Asimismo, hemos notado cómo se referían los Imames (a) a algunos que dictaminaban a los hombres e interpretaban el Corán según sus opiniones, como Abu Hanifa:
De Shuaib Bin Ans, de algunos compañeros de Abu Abdulá (a) que dijo: «Yo estaba con Abu Abdulá (a) cuando entró un muchacho y pidió un dictamen sobre una cuestión y él le dio un dictamen sobre ello. Y así conocí a aquel muchacho y aquella cuestión. Cuando llegué a Kufa y entré a lo de Abu Hanifa vi a ese mismo muchacho pidiendo un dictamen sobre esa misma cuestión. Y aquel le dio un dictamen diferente al de Abu Abdulá (a). Así que me paré y le dije: “Ay de ti, Abu Hanifa. Yo estuve en la peregrinación el año pasado y fui a lo de Abu Abdulá (a). Encontré a este muchacho pidiendo un dictamen sobre esta misma cuestión y aqual le dio un dictamen diferente al tuyo”. Entonces dijo: “¿Y qué sabe Yafar Bin Muhammad que yo no sepa? Yo me he encontrado con hombres y he escuchado de sus bocas. Yafar Bin Muhammad es autodidacta”. Entonces me dije a mí mismo: “Por Dios, tengo que peregrinar, aunque fuera arrastrándome”». Dijo: «Así que busqué hacer la peregrinación. Cuando peregriné fui a lo de Abu Abdulá (a) y le conté sobre aquella conversación. Entonces se rio y dijo: “Sobre él sea la maldición de Dios. En cuento a que dijo que soy un hombre autodidacta, pues es cierto. Yo he leído las páginas de Abraham y Moisés”. Entonces le dije: “Y cómo tendría él tales páginas?”».
Dijo: «En ese momento golpearon la puerta y con él había un grupo de sus compañeros. Entonces le dijo a un muchacho: “Mira quién es”. El muchacho volvió y dijo: “Abu Hanifa”. Dijo: “Que entre”. Así que entró, dio la paz a Abu Abdulá (a) y este (a) le contestó. Luego dijo: “Que Dios te guarde. ¿Me permites sentar?”. Se acercó a sus compañeros mientras hablaba y él no se volvió para mirarlo. Luego lo dijo una segunda y una tercera vez, y él no se volvió para mirarlo. Así que Abu Hanifa se sentó sin su permiso. Cuando supo que ya se había sentado se volvió hacia él y le dijo: “¿Dónde está Abu Hanifa?”. Y él dijo: “Aquí está. Que Dios te guarde”. Y él le dijo: “¿Eres tú jurista de la gente de Iraq?”. Dijo: “Sí”. Él dijo: “¿Y con qué les das dictámenes?”. Dijo: “Con el libro de Dios y la tradición de su Profeta”. Él dijo: “Oh, Abu Hanifa, ¿conoces el libro de Dios como debe conocerse? ¿Conoces lo abrogante y lo abrogado?”. Dijo: “Sí”. Él le dijo: “Oh, Abu Hanifa, acabas de pretender tener un saber y, ¡ay de ti! Dios no lo ha puesto sino en la gente del libro, sobre quienes descendió. ¡Ay de ti! Los únicos que lo tienen son en particular unos descendientes de nuestro Profeta (s). Dios no te ha legado ni una letra de su libro. Pues si fuera como dices, y no es como dices, infórmame sobre lo que dijo Dios Glorioso y Excelso: {Viajad entre ellas por la noche y el día, seguros}.[14] ¿En qué parte de la Tierra es esto?”. Dijo: “Considero que es lo que está entre La Meca y Medina”. Entonces Abu Abdulá (a) se volvió hacia sus compañeros y dijo: “¿Vosotros sabéis que a los hombres los atracan entre Medina y La Meca, que les quitan sus riquezas, que ellos por sí mismos no van seguros y que los matan?”. Dijeron: “Sí”. Y Abu Hanifa se quedó callado. Entonces dijo: “Oh, Abu Hanifa, infórmame sobre lo que dijo Dios Glorioso y Excelso: {y quien entre en ella ha de estar seguro}.[15] ¿En qué parte de la Tierra es esto?”. Dijo: “En la Kaaba”. Y él dijo: “¿Acaso no sabes pues, que cuando Hayyay Bin Yusef descargó la catapulta sobre Ibn Zubair en la Kaaba lo mató? ¿Estaba seguro ahí?”». Dijo: «Entonces se quedó callado. Luego dijo: “Oh Abu Hanifa, si se te narra algo que no está en el libro de Dios ni viene de la tradición, ¿cómo actúas?”. Dijo: “Que Dios te guarde. Hago una analogía y actúo según mi opinión”. Y él dijo: “Oh, Abu Hanifa, el primero en hacer una analogía fue Iblís, el maldito. Hizo una analogía con nuestro Señor Bendito y dijo: ‘Yo soy mejor que él. A mí me has creado de fuego y a él lo has creado de barro’”. Entonces Abu Hanifa se quedó callado. Y dijo: “Oh, Abu Hanifa, ¿qué es más inmundo, la orina o la impureza ritual?” Dijo: “La orina”. Y él dijo: “Los hombres deben tomar un baño por el estado de impureza ritual, y no por la orina”. Entonces se quedó callado. Luego le dijo: “Oh, Abu Hanifa, ¿qué es más favorable, el azalá o el ayuno?”. Dijo: “El azalá”. Entonces dijo: “¿Entonces por qué una menstruante debe recuperar su ayuno y no su azalá?”. Entonces se quedó callado… hadiz».[16]
Y de Zaid Ash-Shaham que dijo: «Qatada Bin Daama entró a lo de Abu Yafar (a) que dijo: “Oh, Qatada, ¿tú eres jurista de la gente de Basora?”. Y él dijo: “Eso es lo que afirman”. Entonces Abu Yafar (a) dijo: “Me he enterado de que tú interpretas el Corán”. Y Qatada le dijo: “Sí”. Entonces Abu Yafar (a) le dijo: “Si lo estás interpretando a sabiendas, y yo te pregunto…” hasta que Abu Yafar (a) dijo: “¡Ay de ti, Qatada! Si has interpretado el Corán por tu cuenta, has perecido y has hecho perecer. Y si lo has interpretado a partir de los hombres entonces has perecido y has hecho perecer. ¡Ay de ti, Qatada! Al Corán solamente lo conocen aquellos a quienes ha sido hablado”».[17]
A partir de estas historias y narraciones anteriores se concluye que nadie puede dar dictámenes o interpretar el Corán según su opinión si no es de los que saben distinguir en él lo explícito de lo alegórico, y lo abrogante de lo abrogado. Y que este saber, hasta el Día de la Resurrección, es exclusivo de la descendencia infalible, los sucesores del Mensajero (s), los Imames y los Mahdis (a).
Parte de la sabiduría de que solo las Autoridades infalibles sepan lo alegórico del Corán es que sea reconocido el infalible y obligatorio obedecerlo siendo él la única puerta para conocer el Corán, y que el imamato no sea reclamado por ningún otro, sin excepción. Porque quien lo haga se encontrará en mares de estrepitosas olas. Su contradicción y desorden al interpretar el Corán para los de corazón instruido será visible como el fuego en una bandera.
Del Comandante de los Creyentes (a), sobre su argumento contra un maniqueo que preguntó sobre las aleyas alegóricas del Corán, y él (a) le respondió diciendo: «Dios ha puesto para el saber una gente y ha hecho obligatorio que los siervos la obedezcan, cuando dijo: {Obedeced a Dios y obedeced al mensajero y a los dotados de autoridad entre vosotros}. Cuando dijo: {Y si la remitieran al mensajero y a los dotados de autoridad entre ellos, sabrían de ella los que querían deducirla entre ellos}. Cuando dijo: {Guardaos de Dios y estad con los veraces}.[18] Cuando dijo: {Y no sabe su interpretación sino Dios y los arraigados en el saber}. Y cuando dijo: {Y llegad a las casas por su puerta}. Las casas son las casas del saber que los profetas pusieron a disposición y sus puertas son sus albaceas. Así que toda obra de bien realizada por quienes prescindan de los albaceas, sus alianzas, sus límites, sus leyes, sus tradiciones o los rasgos de su religión, no es aceptada. Esas personas son de incredulidad, aunque tengan características de fe. Luego Dios dividió su palabra en tres partes: puso una parte para que el sabio y el ignorante la conozcan. Una parte para que solo la conozca aquel de mente clara, de fina percepción y de correcto discernimiento, aquel al que Dios le ha abierto el pecho al islam. Y una porción que no la saben sino Dios, sus ángeles y los arraigados en el saber. Él hizo así para que la gente de lo falso, los que se apoderaron de la herencia del Mensajero de Dios (s), no pretendan tener el saber del libro que Dios no ha puesto para ellos. Para que la necesidad los lleve a seguir a quien sea de autoridad entre ellos, pues se ensoberbecieron demasiado como para obedecerlos… hadiz».[19]
Es más, ha sido narrado que hay una interpretación del Corán para cada época, y que nadie conoce esta interpretación excepto el Imam de Autoridad designado por Dios Altísimo:
De Ishaq Bin Ammar que dijo: «Escuché a Abu Abdulá (a) decir: “Para el Corán hay interpretación. Algo de ella ya ha ocurrido y algo aún no ha ocurrido. Si la interpretación cae en la época de uno de los imames, el imam de esa época es el que la conoce”».[20]
Con esto queda claro que la interpretación del Corán y el conocimiento de lo explícito y lo alegórico es algo exclusivo del imam infalible, albacea del Mensajero Muhammad (s), y que esto jamás puede conocerse sin él.
También queda claro, por las narraciones anteriores, que la interpretación del Corán en la era de la aparición solo la conoce el Imam Al-Mahdi (a) o quien tenga una conexión directa con él y haya aprendido este saber de él (a). Por esto sabemos que el Imam Al-Mahdi (a), o quien se comunique con él, es reconocido entre todos los eruditos por las pruebas claras del conocimiento de lo alegórico del Corán y sus aleyas explícitas, tal como sus abuelos demostraron su imamato con este saber exclusivo de ellos (a).
Por lo tanto, los opositores que dicen ser referentes religiosos deberían debatir con el Sayed Ahmed Alhasan sobre este saber sagrado. Si son incapaces de esto, o no responden, quedará demostrada la verdad del Sayed Ahmed Alhasan, de que él es el Albacea y el Mensajero del Imam Al-Mahdi (a). Porque este saber solamente lo tienen los albaceas del Mensajero Muhammad (s) como lo declaran sucesivas narraciones.
Y la alabanza a Dios, Señor de los mundos. Y las bendiciones y la paz sean con Muhammad y su familia, los Imames y los Mahdis.
Jeque Nathim Aloqaili
1429 H.
[1] Sagrado Corán – sura «Al Imrán» (La familia de Imrán), 7.
[2] Wasail Ash-Shía (familia de la casa), vol. 27, pág. 198.
[3] Wasail Ash-Shía (familia de la casa), vol. 27, pág. 179.
[4] Sagrado Corán – sura «An-Nisá» (Las mujeres), 83.
[5] Wasail Ash-Shía (familia de la casa), vol. 27, pág. 200.
[6] Sagrado Corán – sura «Al-Ankabut» (La araña), 49.
[7] Wasail Ash-Shía (la familia de la casa), vol. 27, pág. 180.
[8] Wasail Ash-Shía (la familia de la casa); vol. 27, pág. 198.
[9] Wasail Ash-Shía (familia de la casa), vol. 27, pág. 190.
[10] Sagrado Corán – sura «Ta Ha» (Ta Ha), 83.
[11] Wasail Ash-Shía (familia de la casa), vol. 27, pág. 202.
[12] Wasail Ash-Shía (familia de la casa), vol. 27, pág. 186.
[13] Wasail Ash-Shía (familia de la casa), vol. 18, pág. 149.
[14] Sagrado Corán – sura «Saba» (Saba), 18.
[15] Sagrado Corán – sura «Al Imrán» (La familia de Imrán), 97.
[16] Bihar al-Anwar, vol. 2, pág. 292.
[17] Wasail Ash-Shía (familia de la casa), vol. 27, pág. 185.
[18] Sagrado Corán – sura «At-Tauba» (El arrepentimiento), 119.
[19] Wasail Ash-Shía (familia de la casa), vol. 27, pág. 194.
[20] Wasail Ash-Shía (familia de la casa), vol. 27, pág. 196.
Extracto del libro Las alegorías vol. 1 de Ahmed Alhasan (a)