{Y cuando maduró y se fortaleció le dimos juicio y ciencia. Y así es como retribuimos a los que hacen el bien}.[1]
Ahora entramos con Moisés (a), después de que Dios le dio sabiduría y saber, a la ciudad, capital del faraón, a la cual este llenó de corrupción y tiranía, matando a los creyentes, asaltando el honor, explotando a los desamparados sirvientes de su colosal maquinaria criminal. Y aquí está Moisés acercándose a dos varones, uno de ellos creyente israelita y el otro un canalla de la tropa del faraón que quería explotarlo y humillarlo. El israelita se negaba a la humillación y a la degradación que la mayoría de los hijos de Israel ya no podían soportar más. Entonces Moisés (a) arremete y mata al maldito, y le describe como una obra y elaboración del demonio. Así como el demonio es un enemigo de Dios que está contra los siervos de Dios, algo evidente para cualquiera dotado de sana naturaleza, asimismo es este maldito faraónico. Y comienza la batalla de Moisés (a) contra el faraón y su maldito partido demoníaco, una batalla desigual según los estándares materiales.
Entonces Moisés (a) sale de la ciudad temeroso y expectante, rogando a Dios que lo salve del pueblo de los impíos, no en busca la vida de este mundo que es una prisión para los que son como Moisés (a), sino para poder llevar la bandera de «No hay divinidad sino Dios».
Aquí Moisés no tomó un hacha para romper un ídolo que representara la creencia del pueblo de extraviados, sino que se abalanzó sobre ellos directamente matando a uno de ellos e intentando matar al otro. Este paso es un mayor avance que el anterior. Después de diez años de ausencia que Moisés (a) pasó en brazos de un gran profeta que era Shuaib (a), Moisés (a) volvió a Egipto y esta vez llevando el mensaje al tirano faraón, mensaje que llevó en el camino de vuelta y con el cual llevó el «No hay fuerza sino en Dios». El Dominador de los cielos y la tierra dijo: {¿Y qué es eso en tu derecha, oh, Moisés?}.[2] Y el Glorificado y Altísimo es el que más sabe lo que hay en la derecha de Moisés, una vara según los estándares de los velados por lo material, que no puede ser un arma con la que Moisés (a) combata a las fuerzas del faraón, armadas con las armas más avanzadas de la época. Pero Dios Glorificado y Altísimo la convirtió en una serpiente viva por medio de Su fuerza, con la cual estableció los cielos y la tierra, y convirtió la mano de Moisés en blanca sin mal alguno, otro signo.
Aunque estos eran grandes signos, el arma de Moisés no era la vara ni la milagrosa mano blanca, sino que el arma fuerte e invencible de Moisés era «No hay fuerza sino en Dios». Y estos signos, en relación con Moisés, no fueron sino para que él viera signos de su Señor Mayor. Moisés entró a lo del tirano faraón llevando en su pecho ese gran concepto: {No hay fuerza sino en Dios}. Ese concepto que hizo que el faraón, Hamán y sus tropas fueran a los ojos de Moisés (a) más despreciables que las moscas, aun más, que ni siquiera fueran realmente algo digno de ser mencionado. Moisés y Aarón (a) levantaron la voz en la asamblea del faraón: {«Ya hemos venido a ti con un signo de tu Señor. Y que la paz sea con quien siga la guía» * «Ciertamente, ya se ha inspirado a nosotros que el tormento está sobre quien desmienta y de la espalda»},[3] y el tirano empezó a tratarlo con desdén y a discutir, “¿Quién es vuestro Señor?” … ¿Qué hay de las generaciones primeras? … Luego, rechazando el maldito, dijo: {Dijo: «¿Has venido a nosotros para hacernos salir de nuestra tierra con tu hechicería, oh, Moisés?» * «Pues, hemos de ir a ti con una hechicería como esa. Así que ponto entre nosotros y tú una cita, no hemos de faltar a ella nosotros, ni tú, un lugar asignado»}.[4]
El faraón y sus soldados se ensoberbecieron y se ganaron el tormento. Así que fueron ahogado en el mar de sus pecados para que fueran una lección para los faraones de esta época y sus soldados. ¿Habrá, pues, quien se aleccione antes de que se cumpla la palabra?
Las observaciones más importantes de la convocatoria de Moisés (a) incluyen:
- Moisés (a) comenzó matando a uno de los esbirros del faraón. Esta postura fue extremadamente severa, pues matar y combatir suele ser el último recurso de la convocatoria o la difusión de la palabra de «No hay divinidad sino Dios». ¡¿Entonces qué lo convirtió en el primer paso aquí?! En realidad, hay varias razones, entre ellas:
a) Moisés se enfrentaba a un tirano que dominaba la vida de las personas, asesinaba, robaba, saqueaba y oprimía a la gente de la tierra sin freno. Por lo tanto, la bandita acción de Moisés de matar a este soldado demoníaco, fue una brillante puñalada y un gran freno para el faraón, su partido y sus soldados.
b) Este acto tuvo un gran impacto alentando a los hijos de Israel, rebelándolos contra el faraón y sus soldados, y preparándolos para la futura revolución por la cual se levantó Moisés (a) después de su regreso.
c) Este proceso fue importante para mostrar la personalidad de Moisés (a) como rebelde contra la injusticia del faraón y sus soldados, y para mostrar a los hijos de Israel la importante de este gran líder que posteriormente los libraría del faraón y sus soldados.
d) Este proceso fue importante para disipar la acusación de lealtad al faraón, maldígalo Dios, contra Moisés (a), a la cual se vio arrastrado por haber sido criado por el faraón y haber vivido en su palacio.
- Después de que Moisés regresó de Madián, la convocatoria a la verdad tomó otra forma. Esta vez sería con lenidad, quizás el faraón o alguno de sus sirvientes o soldados recuerden o teman a Dios Glorificado sea, y profesen la religión de Jacob (a) y José (a), que fueron autoridad y ministro de su anterior rey. Hasta ese período, Moisés no había traído la ley que abrogaba la ley de Jacob (a), de Isaac y Abraham (a), que era hanifí, aunque había sido alterada y solo se practicaba según los deseos y caprichos demoníacos de los eruditos de la religión de Israel.
- Hubo castigos divinos y signos del Señor que acompañaron la convocatoria de Moisés (a) en Egipto, quizás el faraón y sus soldados, o los soberbios entre los hijos de Israel como Coré creyeran. Entre estos castigos está que sus aguas se convirtieron en sangre y que sus tierras se llenaron de ranas, y rogaban a Moisés (a) para que suplique a Dios que los librara de ese tormento. Aun con esto, solo creyó en Moisés una parte de su pueblo, ¡ay, qué lamentable y cuánta miseria para los siervos!
- Al final de la convocatoria, hubo un éxodo de Moisés (a) y de los que creyeron con él, y salieron de Egipto temerosos de que el faraón, su muchedumbre, su partido y sus soldados los subyugue, los torture y los mate. Cuando los dos grupos se vieron, este temor generalizado se manifestó en la comunidad de los hijos de Israel, creyentes con una fe débil y vacilante. Así pues, dijeron: “Ciertamente, seremos alcanzados por el faraón y sus soldados”. Pero Moisés (a) los reprendió y les hizo darse cuenta de que eran emigrantes a Dios, el Uno, el Subyugador. Dijo: “¡No! Mi Señor está conmigo. Él me guiará”. Así pues, la comunidad de Israel se salvó en honor a Moisés (a). Mil ojos por un ojo se honran, y el faraón y sus soldados se ahogaron. Así que, ¡allá ellos!
[1] Sagrado Corán – sura «Al-Qasas» (El relato), 14.
[2] Sagrado Corán – sura «Ta Ha» (Ta Ha), 17.
[3] Sagrado Corán – sura «Ta Ha» (Ta Ha), 47-48.
[4] Sagrado Corán – sura «Ta Ha» (Ta Ha), 57-58.
Extracto del libro Aclaraciones sobre las convocatorias de los enviados de Ahmed Alhasan (a)