La realidad es que la convocatoria de Jesús (a) es uno de los tipos más complejos y difíciles de convocatoria a Dios Glorificado, porque fue en una comunidad que se suponía de fe, cuya creencia no estaba contaminada con politeísmo o una idolatría evidente. Además, Jesús (a) tuvo que enfrentarse a los eruditos y rabinos de los hijos de Israel que eran expertos en el debate, la discusión teológica y otras cuestiones religiosas. Por eso, la convocatoria de Jesús se distingue por varios aspectos, entre ellos:

  1. El ascetismo en el Mundo Temporal:

La confirmación más destacada de este ascetismo son Jesús (a) y sus doce discípulos. Este ascetismo, que Jesús (a) enfatizó mucho ante la gente, fue una cura para el estado de lujo predominante entre los eruditos de los hijos de Israel, que gustaban de la vida bajo la autoridad de los infieles romanos, y llegaron a ser como animales en un establo, sin importarles más que atiborrarse y echar barriga.

De esta manera, Jesús (a) y sus discípulos mostraron a los hijos de Israel y a los judíos, más bien a toda la gente, cuál debe ser el estado de un erudito rabínico, trabajador devoto de Dios, apartándose del Mundo Temporal y acercándose a la otra vida, especialmente en sociedades humanas castigadas por autoridades déspotas, donde a los pobres no les quedaba ni un trozo de pan para alimentarse con dignidad, ni un enfoque intelectual sensato con el que iluminarse, después de haber sido ahogados por la corrupción moral y social.

Por ende, el ascetismo de Jesús y sus discípulos era un escándalo que afrentaba a los eruditos de los hijos de Israel, y mostraba a la gente la senda recta y el enfoque correcto que debe seguir el erudito rabínico y el líder divino para ser una luz con la cual se iluminen los hombres y con la cual los lidere, un salvador para ellos de la autoridad del falso dios, un líder que vaya a Dios, el Uno, el Subyugador.

  1. Sinceridad en la adoración a Dios Glorificado sea

Cuando Jesús fue enviado, los judíos no estaban adorando ídolos, pero pagaban un tributo al César, seguían a sus eruditos en todo lo que legislaban para ellos y los imitaban con una imitación ciega, {Han tomado a sus doctores y a sus monjes como señores en lugar de a Dios, y al Mesías, hijo de María. Y no se les ordenó, sino que adoren un dios único. No hay dios sino Él, Glorificado sea de lo que asocian}.[1]

Estos actos constituyen politeísmo (asociación) a Dios Glorificado y Altísimo. No les bastaba con abandonar el yihad y permitir la presencia de las fuerzas romanas infieles sobre Tierra Santa, tierra de monoteístas, sino que incluso trabajaban para fortalecer al estado ocupante y al falso dios, estableciendo su autoridad pagando un tributo al César romano. Con esta acción, llegaron a ser siervos de un falso dios y no monoteístas que adoren a Dios, aunque fueran convocados a esto. Además, seguían a sus eruditos cuando estos se oponían a la sharía de los profetas y sucesores. Esta acción es adoración a los eruditos de la perdición en lugar de a Dios Glorificado sea. Porque los eruditos de la perdición colocan su opinión en oposición a la legislación de Dios Glorificado sea, y piden a los hombres que los sigan, dando la falsa idea a los hombres de que la obediencia a ellos es obediencia a Dios, cuando en casos como este la obediencia a ellos es obediencia al demonio, que Dios lo maldiga y lo humille.

Por eso, Jesús (a) se propuso enseñar a los hombres y mostrarles estas verdades divinas, una vez invitándolos a la sinceridad en la adoración a Dios Glorificado y Altísimo, y otra vez a descreer en los falsos dioses, a luchar contra ellos y a demoler los pilares del estado económico, militar e informativo.

Jesús (a) invita a los hombres a rebelarse contra los eruditos de los hijos de Israel que se nombraron a sí mismos para legislar en oposición a Dios Glorificado y Altísimo, y convocaron a los hombres a obedecerlos y a seguir sus huellas. Así extraviaron a los hombres después de haber extraviado ellos mismos, pues se pusieron como señores para ser adorados en lugar de Dios Glorificado y Altísimo.

  1. Justicia y misericordia:

Sin justicia ni misericordia la vida se vuelve oscura, con nada más que perjuicio, opresión, crueldad y dolor. El falso dios no tiene justicia ni misericordia, pues a través de la opresión, la rudeza y la crueldad, el faraón, Nemrod, el César y los que son como ellos permanecen en la silla del gobierno, controlando el timón del liderazgo demoníaco, conduciendo a sus seguidores y a quienes vayan en su montura hacia el abismo del Infierno. Aquel que espera algo de misericordia o justicia de los tiranos es como alguien que quiere oler un rico aroma de un cadáver o inmundicia.

Por esto, el arma fuerte en la mano de los profetas (a) son la justicia y la misericordia. Así Jesús (a) se dispuso a difundir y a invitar a la justicia y a la misericordia en la sociedad. Justicia que los eruditos de los hijos de Israel habían perdido cuando reservaron para ellos los fondos de caridad y empezaron a dictar leyes acordes a sus propios deseos y conjeturas intelectuales lerdas. La misericordia es algo que no conocen los hombres a la sombra de un falso dios.

La misericordia de Jesús (a) se extendió incluso a los recaudadores de impuestos que trabajan directamente para el César. Trató de salvarlos y liberarlos del negro y oscuro final que les esperaba sin continuaban yendo en la montura del César.

[1] Sagrado Corán – sura «At-Tauba» (El arrepentimiento), 31.


Extracto del libro Aclaraciones sobre las convocatorias de los enviados de Ahmed Alhasan (a)