El Corán no relata ningún milagro que haya traído Noe o Abraham (a) para confirmar que decían la verdad, porque el milagro es para respaldar la convocatoria de los profetas y no para confirmar la veracidad de la convocatoria. Así pues, la convocatoria de ellos (a) es para volver a la naturaleza, la naturaleza de Dios que no necesita pruebas, porque es la naturaleza sobre la cual originó a los hombres: la verdad y la adoración a Dios solamente, glorificarle y santificarle, engalanarse con la generosa moral sobre la cual originó al ser humano por amor a ella, la tintura de Dios, ¿y qué mejor tintura que la de Dios? La polilla se precipita hacia la luz, pero cuando sus sensores ópticos se dañan recurre a la oscuridad. Y así es el ser humano. Pues, los profetas y enviados presentan un argumento de Dios contundente, y quitan los velos de la vista del ser humano, luego lo dejan elegir; o bien abre sus ojos y se dirige a la luz, o cierra sus ojos o deja caer el velo sobre sí mismo encerrándose en su caparazón de tinieblas, unas sobre otras, {Y es que, cada vez que los he convocado para que les perdones ponían sus dedos en sus oídos, y se escondían en sus ropas, y se obstinaban, y se ensoberbecían en prepotencia}.[1]

La mayor evidencia de la veracidad de los profetas es su bendita trayectoria y su buena moral, pues cada recipiente vierte el contenido que lleva dentro.

A pesar de esta noble trayectoria y de los grandes milagros que trajeron los profetas, la gente de la falsedad no ha sido incapaz de oponerse con falacias y sofismas demoníacos, especialmente los eruditos de la perdición, después de haber teñido a los hombres con su tintura, esa tintura falsa con la que se opusieron a la tintura de Dios. Así prepararon para ellos un terreno fértil en la sociedad humana, para que acepte de ellos cualquier cosa y les sigan en todo. Así pues, el ascetismo de los profetas era locura, sus milagros, hechicería y su sabiduría, poesía.

[1] Sagrado Corán – sura «Nuh» (Noé), 7.


Extracto del libro Aclaraciones sobre las convocatorias de los enviados de Ahmed Alhasan (a)