La convocatoria de Muhammad (s) es una convocatoria integral y general, como si contuviera lo que contuvieron todas las convocatorias de los profetas y más. Este concepto se menciona en el hadiz, pues todo lo que hay en la Torá, el Evangelio y los Salmos está en el Corán. Dijo el Altísimo: {Él os ha prescrito de la religión lo que había encomendado a Noé y lo que hemos inspirádote a ti, y lo que hemos encomendado a Abraham, y a Moisés, y a Jesús, que establezcáis la religión}.[1]

Así que encontramos al Mensajero (s) parándose para luchar contra los eruditos de las tres religiones divinas adulteradas, el hanafismo, el cristianismo y el judaísmo. Está claro que enfrentarse erudito teólogo desviado, ya sea en la creencia o en la legislación según su deseo, es mucho más difícil que enfrentarse a un idólatra o a un ateo que no cree en la existencia de Dios. Esto se debe a que el erudito teólogo extraviado interpreta las palabras de Dios según su deseo, delineando las creencias divinas según su deseo, y presenta argumentos y falacias para afirmar que su falsedad es verdad. Así pues, el compañero de la sedición tiene su argumento, como dijo (s): «todo aquel que incita a la sedición tiene su argumento hasta que termina su periodo, y cuando termine su sedición lo quemará en el fuego».[2]

Por esto digo: si Muhammad (s) no se hubiera levantado con la convocatoria islámica, ningún otro profeta hubiera podido hacerlo. Porque juro por mi padre y mi padre, que él soportó lo que ningún otro ser humano soportó. Levantó la convocatoria luchando contra los eruditos de la perdición y los déspotas que dominaban a los hombres. A veces con el saber que solo podía tolerar Alí (a), su puerta, como él lo describió: «yo soy la ciudad y Alí es su puerta». Otra veces luchando contra ellos con la fuerza que extraía de su confianza en Dios, la cual no tuvo parangón. Se paró en Taif lleno de dolor por las piedras que hicieron sangrar su noble cuerpo, mencionando a su Señor palabras que aun estremecen el corazón de los creyentes al escucharlas inundando sus ojos de lágrimas: «Dios mío, a Ti me quejo por la debilidad de mi fuerza, mi falta de medios y mi insignificancia ante los hombres. ¿A quién me encargas, oh, Señor de los desamparados, cuando Tú eres mi Señor? ¿A un enemigo al que has dado poder sobre mí, o a un extraño que es hosco conmigo? Si no estás enojado conmigo, no me importa…».[3]

A Muhammad (s) no le importaba que esos necios incitaran a sus niños a arrojarle piedras, que hagan brotar sangre de su cuerpo o que le ofendan por la causa de Dios. No le importaba que los hombres lo llamaran mentiroso, sino que le lastimaba que no creyeran, porque veía el Infierno fijo al final del camino que tomaban.

De esta manera, Muhammad (s), durante veintitrés años invitó al camino de Dios con sabiduría y buena exhortación, otras veces discutió de la mejor manera y otras veces combatió contra los infieles e hipócritas con dureza. El Mensajero de Dios (s) no conoció calma ni condescendencia… sino exhortaciones, discusiones y combates invitando a Dios hasta el último aliento. En sus últimos días salió sosteniéndose sobre Alí (a) y Abbás (a), instando a los hombres a combatir y a salir con Osama Bin Zaid, y al mismo tiempo en obediencia a su Señor se desvelaba en adoración, hasta que el Majestuoso lo sermoneó diciendo: {Ta Ha * No hemos hecho descender sobre ti el Corán para desgraciarte}.[4] Él fue noble y asceta en el Mundo Temporal, incluso dijo (s) a los musulmanes: «Por aquél que tiene mi alma en su mano, que si tuviera tanto ganado como los árboles de Tihama, lo repartiría entre vosotros. Luego no me encontrarías mentiroso, cobarde o avaro».[5]

Él tomaba de la riqueza de los abundantes botines de guerra solo lo poco y necesario, hasta el punto que Hafsa y Aisha se quejaron por el escaso sustento. Así pues, descendieron las conocidas aleyas de la sustitución en el Corán. Si tuviéramos hoy musulmanes que siguieran el ejemplo aunque fuera un décimo de la vida de Muhammad (s), el islam habría prevalecido sobre toda la religión.

En la convocatoria del Mensajero Muhammad (s) estuvo todo lo que hubo en las convocatorias de los profetas anteriores, pues fue una convocatoria con lenidad y misericordia, luego una hégira con dureza y crueldad, con destrucción de ídolos, con la muerte de los enemigos de Dios y la promesa del daño en el Mundo Temporal y en la Última. El Mensajero (s) tuvo la máxima lenidad, misericordia y tacto con los creyentes, y la máxima severidad, rudeza y dureza con los infieles. Las aparentes incompatibilidades de este equilibrio divino de verdad solo puede sostenerlas una gran alma, como el alma de Muhammad (s), un alma que sostenía el Paraíso en una mano y el fuego en la otra, para ofrecérselo a los hombres, dando buenas nuevas a los creyentes y advirtiendo, disuadiendo y amenazando a los infieles, {Y con la verdad lo hemos hecho descender, y con la verdad ha descendido, y no te hemos enviado sino como un albriciador, un advertidor}.[6]

Y dijo el Altísimo: {La alabanza a Dios que ha hecho descender sobre su siervo el libro y no ha puesto en él desviación * Es recto, para advertir una desgracia severa de parte de Él, y para dar buenas nuevas a los creyentes que hacen buenas obras, que para ellos hay una recompensa buena}.[7]

Lo más importante que distingue a la convocatoria del Mensajero (s) fue el hecho de ser el sello de los mensajes divinos. Es tiempo de cumplir las buenas nuevas, la advertencia, la promesa y la amenaza que trajeron los mensajeros, y quien las cumple es de la descendencia del Mensajero (s), que es el Imam Al-Mahdi (a).

Por consiguiente, la promesa de la verdad que ha prometido Dios Glorificado y Altísimo a todos los profetas y enviados se ha acercado. Y se ha acercado el día sabido de la promesa hecha a Iblís, maldígalo Dios, que es el día de su final.

Dijo el Altísimo: {Ha llegado la orden de Dios, así que no busquéis apresurarla, Glorificado sea Él y Altísimo de lo que asocian}.[8] Y dijo el Altísimo: {Se ha aproximado a los hombres la cuenta de ellos, y ellos, en desatención, se apartan}.[9]

Dijo el Altísimo: {Se ha aproximado la hora y se ha escindido la Luna * Y si ven un signo se apartan y dicen: «Es hechicería continua»}.[10]

Por último digo que en las convocatorias de los enviados hay muchísimo de lo que el creyente puede beneficiarse para convertirse en uno de los patronos del Imam Al-Mahdi (a) y no terminar como uno de sus enemigos. En las convocatorias de los enviados hay una verdad en la que el creyente que quiere apoyar al Imam Al-Mahdi (a) debe pelear su batalla: pena, tragedia, esfuerzo, yihad, matanza, combate y dolores que talvez vayan más allá del cuerpo hasta el alma y el espíritu, hasta la burla, el sarcasmo y el ridículo, hasta el abandono y la falta de apoyo, dolores, dolores y dolores.

{hasta que dijeron el mensajero y los que habían creído con él: «¿Cuándo será la victoria de Dios?». ¿No es que la victoria de Dios está cerca?}.[11]

[1] Sagrado Corán – sura «Ash-Shura» (La consulta), 13.

[2] Wasail ash-Shia (Al Al-Bait), vol. 12, pág. 198, hadiz 8.

[3] Bihar al-Anwar, vol. 19, pág. 22.

[4] Sagrado Corán – sura «Ta Ha» (Ta Ha), 1-2.

[5] Mustadrak al-Wasail, vol. 7, págs. 26-27 y vol. 2 | Maymaa az-Zawaid, vol. 5, pág. 339.

[6] Sagrado Corán – sura «Al-Isra» (El viaje nocturno), 105.

[7] Sagrado Corán – sura «Al-Kahf» (La caverna), 1-2.

[8] Sagrado Corán – sura «An-Nahl» (La abeja), 1.

[9] Sagrado Corán – sura «Al-Anbiyá» (Los profetas), 1.

[10] Sagrado Corán – sura «Al-Qámar» (La Luna), 1-2.

[11] Sagrado Corán – sura «Al-Báqara» (La vaca), 214.


Extracto del libro Aclaraciones sobre las convocatorias de los enviados de Ahmed Alhasan (a)