• Categoría de la entrada:La ilusión del ateísmo
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Algunos que se atribuyen la doctrina usan este versículo: {ya hemos creado al ser humano con la mejor conformación} para oponer la teoría de la evolución al texto religioso, creyendo que su significado es que el cuerpo del ser humano ha sido creado con su imagen actual desde el primer momento. Si hubieran completado la lectura del versículo siguiente no se hubieran involucrado con este razonamiento ingenuo. Dijo el Altísimo: {ya hemos creado al ser humano con la mejor conformación * luego, le devolvimos a lo más bajo de los bajos}. ¡¿Acaso creen que el cuerpo del ser humano ahora está en la etapa más baja de lo bajo, después de haber estado anteriormente, con la mejor conformación?! ¡¿O creen que cada adanida cambiará su figura en un futuro hacia lo más bajo de lo bajo convirtiéndose así en un simio o algo parecido a un simio, por ejemplo?!

La realidad es que, si no se hubieran metido en este tema, hubiera sido mejor para ellos, si solo hubieran aprendido de las equivocaciones de sus predecesores.

{ya hemos creado al ser humano con la mejor conformación}:[1] la mejor conformación no se refiere a la figura de la capacidad física, la mejor conformación se refiere a que el ser humano fue creado a imagen de Dios y la imagen de Dios no es una imagen física o ideal, la imagen de Dios significa que se manifiestan los nombres de Dios, pues el significado de que el ser humano ha sido creado a imagen de Dios es que ha sido originado para manifestar los nombres de Dios en la creación, para ser Dios en la creación. Cada ser humano está calificado para ser así, para manifestar el espíritu santo del alma humana. Sin embargo, hay quienes pierden su oportunidad y vuelven a sus orígenes por propia elección:

{Di: «¿Os informo de una peor recompensa que eso ante Dios? Quien ha sido maldecido por Dios que se ha enojado contra él e hizo de ellos simios y cerdos, y sirvieron a ídolos. Esos están en un peor lugar y más extraviados de lo llano del camino»}.[2]

Esta es la realidad, Dios entregó al ser humano, a cada ser humano, la llave maestra que abre todas las puertas y que confirma su humanidad, pues puede abrir las puertas, una tras otra para pasar de una luz a una luz mayor, hasta llegar a la luz que no tiene oscuridad. Y también puede, sencillamente, arrojar la llave a la Tierra y volver a su animalidad y bestialidad, volviéndose con esto, igual a un simio, como está en el texto del Corán {e hizo de ellos simios}.

No hay injusticia en el atrio de Dios, pues el fuego es este mundo para quienes lo elijan y busquen la inmortalidad en él. Solo se les levantará el velo para que lo encuentren en llamas por sus acciones, injusticias y corrupción. Estará lleno de los escorpiones de sus envidias y los monstruos de sus pensamientos, de los crímenes y las acciones animales y bestiales que se les harán manifiestos y se torturarán unos a otros por estas malvadas acciones cuando se levante el velo. No hay injusticia en el atrio de Dios. Quien busque la inmortalidad mundanal recibirá lo que deseó y permanecerá donde quiso. Solo se le levantará el velo para que vea los hechos como son, {No corráis, regresad al lujo con el que os habéis rodeado y a vuestras mansiones. Quizás seáis interrogados}.[3]

Dios es justo en cada cosa. Es más, no solamente justo. Es benevolente y generoso a un grado que no podemos entender. Por esto, no daña a nadie. De hecho, su sentencia más severa es otorgar al ser humano lo que éste ha elegido, en lo cual, por lo general, está su perdición eterna. A esto viene el significado de las palabras del Altísimo: {Y ya conocíais a los que habían trasgredido de vosotros, el sábado. Así pues, les dijimos: «Sed simios ahuyentados»}.[4] Y dijo el Altísimo: {Di: «¿Os informo de una peor recompensa que eso ante Dios? Quien ha sido maldecido por Dios que se ha enojado contra él e hizo de ellos simios y cerdos, y sirvieron a ídolos. Esos están en un peor lugar y más extraviados de lo llano del camino»}.[5] Y dijo el Altísimo: {Y cuando fueron insolentes con lo que se les había prohibido, les dijimos: «Sed simios ahuyentados»}:[6]

Es decir, que ellos arrojaron las llaves de sus manos perdiendo el espíritu humano que Dios había colocado en su padre, Adán (con él sea la paz), quien les alentó a obtenerlo, y no les ha quedado sino el espíritu animal, volviendo así, a sus orígenes de animales y bestias, que apenas entienden lo que se dice.

De Yábir, de Abu Yáfar (con él sea la paz) que dijo: [le pregunté sobre la ciencia del sabio y me dijo: oh Yábir, en los Profetas y Sucesores hay cinco espíritus: el espíritu santo, el espíritu de fe, el espíritu de vida, el espíritu de fuerza y el espíritu de deseo. Con el espíritu santo, oh Yábir, conocen lo que está debajo del Trono hasta lo que está debajo de la tierra. Luego dijo: oh Yábir, estos cuatro espíritus son afectados por los acontecimientos, pero el espíritu santo no, pues él no se distrae ni juega].[7]

Así pues, para quien no tenga el espíritu de fe o esté despojado del espíritu de fe, hay tres espíritus o tres aspectos del espíritu. Son los mismos aspectos de las almas animales, no se distinguen de simios y cerdos. La realidad es, que la monstruosidad de ellos, consiste en su regreso a sus orígenes y hechos de los que no quisieron salir. Eligieron la permanencia en ellos por propia elección, así pues, Dios se dirigió a ellos en el Corán, seguid siendo como sois, simios:

{Así pues, les dijimos: «Sed simios ahuyentados»},

{e hizo de ellos simios y cerdos},

Y dijo el Altísimo: {¿O cuentas con que la mayoría de ellos escuchan o razonan? No son sino como el ganado. Es más, están más extraviados del camino}.[8]

Se puede entender de estos versículos, que Dios dijo, que algunos que tenían cuerpo de ser humano, son simios, cerdos y ganado. Es más, que están más extraviados del camino. Si se quisiera una interpretación del significado de “más extraviados del camino” en una homologación animal se podría decir, por ejemplo, gusanos primitivos, cucarachas, escarabajos y escorpiones. Pues hay una evolución espiritual o del alma. Este organismo, que tiene cuerpo de ser humano, puede desarrollarse y evolucionar espiritualmente hasta ser un ser humano, tener el espíritu de fe y el espíritu santo. Y puede estancarse, hasta tener solamente los espíritus animales como un simio, o bien, tal vez, estar en un nivel inferior, como los gusanos, cuya consciencia no vas más allá de los orificios presentes en su cuerpo; un orificio para el alimento, un orificio para la excreción y un orificio para el sexo. Y lamentablemente, así puede ser el ser humano, en algunos casos.

Entonces, hay tres espíritus que son “el espíritu de vida, de fuerza y de deseo”. Quien disponga de estos tres espíritus será un animal capaz de interactuar inteligentemente con su entorno según la condición de su cerebro físico, es decir, según su tamaño, composición y proporción con el cuerpo físico animal. En esto son iguales todos los animales, entre ellos el ser humano, pues los simios, por ejemplo, pueden elegir instrumentos apropiados para abrir frutas duras, los castores construyen represas y el loro Kea (Kea parrot) puede comportarse con una inteligencia muy notable. Además, algunos animales tienen vida social, pues vemos que son condescendientes entre ellos y hay sistemas muy ordenados en algunas sociedades animales, como el de las abejas y las hormigas.

En conclusión, creo que la cuestión de que la evolución del cuerpo del ser humano haya sido a partir de un ser similar o que no haya evolucionado, y que su evolución se oponga o no al texto religioso, es una cuestión delicada que se merece que el mismo ser humano la investigue y la examine para conocer la verdad.

[1] Sagrado Corán, sura «At-Tin» (El higo), 4.

[2] Sagrado Corán, sura «Al-Maida» (La mesa servida), 60.

[3] Sagrado Corán, sura «Al-Anbiya» (Los profetas), 13.

[4] Sagrado Corán, sura «Al-Báqara» (La vaca), 65.

[5] Sagrado Corán, sura «Al-Maida» (La mesa servida), 60.

[6] Sagrado Corán, sura «Al-Araf» (Las alturas), 166.

[7] Fuente: Al-Kulayni, Al-Kafi, vol. 1, pág. 272.

[8] Sagrado Corán, sura «Al-Furqan» (El discernimiento), 44.


Extracto del libro La ilusión del ateísmo de Ahmed Alhasan (a)