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Pregunta 12: ¡¿Cuáles son los nombres que Dios Glorificado y Altísimo enseñó a Adán (a)?!

Respuesta: le enseñó los nombres de Dios, es decir, le hizo conocer algo de Su realidad que los ángeles no tienen la capacidad de conocer. Le hizo conocer la realidad de los nombres de Dios en la creación. Así pues, Muhammad (a), la familia de Muhammad (a), los profetas y enviados (a) son los nombres de Dios en la creación. Es decir, son la manifestación y la aparición de los nombres de Dios Glorificado y Altísimo.[1]

Además, todas las cosas existentes son manifestación y aparición de los nombres de Dios, incluso la alfombra en la que nos sentamos.[2] Y como la naturaleza de Adán, o del ser humano en general, lo faculta para conocer los nombres de Dios en una posición muy superior a la posición de los ángeles y con un horizonte más amplio, Adán (a) tiene superioridad sobre los ángeles. Es más, la tiene todo ser humano que vaya hacia Dios y alcance el conocimiento de los nombres de Dios Glorificado.

La docilidad y la obediencia de los ángeles a Adán, considerado por ellos como una quibla que les permite conocer los nombres de Dios, es algo inevitable por la superioridad que él tiene y que no cambia, a menos que el ser humano se desacredite a sí mismo.

{Así pues, levanta tu rostro hacia la religión como hanif. La naturaleza de Dios que Él ha hecho natural para los hombres. No hay cambio en la creación de Dios. Esa es la religión valiosa. Pero la mayoría de los hombres no saben}.[3]

[1] De Abu Abdulá (a) sobre lo que dijo Dios (a): {Y de Dios son los nombres mejores, así pues suplícale con ellos}. Dijo: «Por Dios, nosotros somos los nombres mejores y Dios no acepta ninguna obra de los siervos si no nos conocen», Al-Kafi, vol. 1, pág. 143.

[2] Se refiere al hadiz de As-Sadiq (a) en el que dice: «… las tierras, las montañas, los arrecifes y los valles». Luego miró la alfombra que había debajo de él y dijo: «Y esta alfombra proviene de Su saber», Bihar al-Anwar, vol. 11, pág. 146.

[3] Sagrado Corán – sura «Ar-Rum» (Los romanos), 30.


Extracto del libro Las alegorías vol. 1 de Ahmed Alhasan (a)