• Categoría de la entrada:La ilusión del ateísmo
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Este argumento dice que, si calculamos o contamos, la posibilidad o la probabilidad de que se formen seres vivos complejos, obtendremos matemáticamente números astronómicos, de modo tal que estos números claramente nos informan la imposibilidad de que estas complejas estructuras vivas hayan surgido por coincidencia.

Un ejemplo para ponerlo en perspectiva: tomemos una molécula de hemoglobina, que está formada por cuatro cadenas entrelazadas, cada cadena consiste en 146 aminoácidos y hay veinte tipos de aminoácidos. Por consiguiente, la composición completa de solo una cadena, sin que se conozca el mapa correcto, tiene un número de intentos o probabilidad igual a 20 multiplicado por sí mismo 146 veces. Este número es enorme (8.92 x 10189), es decir aproximadamente, un 1 seguido de 190 ceros. En el resultado se muestra que es imposible que esto haya sucedido de tal manera, como resultado de la evolución; porque necesitaría un período de tiempo mayor incluso que el de la edad de todo el universo, que es casi 13.7 mil millones de años, no solo de la edad de la Tierra, que son casi 4.6 mil millones de años. Si suponemos que el tiempo disponible para la evolución es de mil millones de años deberíamos tener entonces cada año un número de intentos aproximado a un 1 seguido de 181 ceros, o sea, 3.179 x 10172 intentos por segundo, es decir, aproximadamente un 1 seguido de 172 ceros de intentos por segundo, durante mil millones de años. Todo esto sería para llegar al número de intentos que darían el resultado correcto para una sola cadena de hemoglobina. Sin duda, esto está más allá de los límites de la posibilidad y es imposible que suceda dentro de los límites de la vida que vivimos.

Sin embargo, lo anterior habla de una evolución en una sola etapa y esto no existe en la naturaleza. Lo que existe es la evolución en etapas acumulativas, cada etapa se beneficia de la anterior y no empieza desde cero cada vez, esto significa que los números mencionados pasarían a ser aceptables y posibles de alcanzar.

«Una molécula de hemoglobina consiste en cuatro cadenas de aminoácidos entrelazadas. Pensemos en solo una de estas cuatro cadenas. Consiste en 146 aminoácidos. Hay 20 tipos diferentes de aminoácidos que se encuentran habitualmente en los seres vivos. El número de posibilidades de ordenar 20 tipos de aminoácidos en cadenas de 146 enlaces de longitud es un número inconcebiblemente grande, al cual Asimov llama “el número de la hemoglobina”. La respuesta es fácil de calcular, pero imposible de visualizar. El primer eslabón de la cadena de 146 de largo podría ser cualquiera de los 20 aminoácidos posibles. El segundo eslabón podría ser también cualquiera de los 20, entonces el número de cadenas posibles de 2 eslabones sería 20 x 20, o sea 400. El número de cadenas posibles de 3 eslabones sería 20 x 20 x 20, es decir 8.000. El número de cadenas posibles de 146 eslabones sería 20 multiplicado por sí mismo 146 veces. Este es un número asombrosamente grande. Un millón es un 1 seguido de 6 ceros. Un millar (1.000 millones) es un 1 seguido de 9 ceros. El número que buscamos, “el número de la hemoglobina”, es casi ¡un 1 seguido de 190 ceros! Esta es la probabilidad de que se acierte con la hemoglobina por pura suerte. Y una molécula de hemoglobina es sólo una fracción diminuta de la complejidad de un cuerpo vivo. La simple selección, por sí sola, obviamente no es capaz de generar la cantidad necesaria de orden que hay en un ser vivo. La selección es un ingrediente esencial en la generación del orden viviente, pero está muy lejos de tratarse de la historia completa. Se necesita algo más. Para explicar este punto, necesitaré hacer una distinción entre la selección “en una sola etapa” y la selección “acumulativa”. Las clasificaciones simples que hemos estado considerando hasta ahora en este capítulo son todos ejemplos de la selección “en una sola etapa”. La organización viviente es el producto de la selección acumulativa».[1]

Dawkins elabora un ejemplo para demostrar la falta de integridad del argumento presentado:

«Hamlet: ¿Veis aquella nube que tiene forma casi de camello?

Polonius: Sí, claro, por el tamaño parece un camello.

Hamlet: No, creo que parece una comadreja.

Polonius: Sí, tiene un lomo como el de una comadreja.

Hamlet: ¿O una ballena?

Polonius: Sí, es muy parecida a una ballena.

No sé quién fue el primero en señalar que, dándole el tiempo suficiente, un simio, tecleando al azar en una máquina de escribir, podría escribir las obras de Shakespeare. La frase operativa es, por supuesto, dándole el tiempo suficiente. Limitemos de alguna manera el trabajo de nuestro simio. Supongamos que no tenga que escribir las obras completas de Shakespeare, sino sólo una frase corta: “Methinks is like a weasel” (Creo que parece una comadreja) y facilitemos su trabajo dándole una máquina de escribir con un teclado reducido, las 26 letras mayúsculas y la barra espaciadora. ¿Cuánto tardará en escribir esta frase corta?

La frase tiene 25 caracteres, de forma que supongamos que el simio hace una serie de «tentativas» discretas, consistentes cada una de ellas en 25 golpes de teclado. Si escribe la frase correctamente, es el final del experimento. Si no, le permitiremos otra «tentativa» de 25 caracteres. No conozco ningún simio, pero afortunadamente mi hija de 11 años es un experimentado dispositivo de hacer cosas al azar, y demostró estar muy ansiosa por intervenir en el papel de simio mecanógrafo. Esto es lo que escribió en el ordenador:

UMMK JK CDZZ F ZD DSDSKSM

S SS FMCV PU I DDRGLKDXRRDO

RDTE QDWFDVIOY UDSKZWDCCVYT

H CHVY NMGNBAYTDFCCVD D

RCDFYYYRM N DFSKD I.D K WDWK

JJKAU1ZMZI UXDKJDISFUMDKUDXI

Ella tuvo que atender otras obligaciones importantes durante ese tiempo, de manera que me vi obligado a programar el ordenador para simular un niño o un simio escribiendo a máquina de una forma aleatoria:

WDLDMNLT DTJBKWIRZREZLMQCO P

Y YVMQKZPGJXWVHGLAWFVCHQYPOY

MWR SWTNUXMLCDLEUBXTQHNZVIQF

FU OVAODVYKDGXDEKYVMOGGS VT

HZQZDSFZIHIVPHZPETPWVOVPMZGF

GEWRGZRPBCTPGZMCKHFDBGW ZCCF

Y así, veces y veces. No es difícil calcular cuánto tendríamos que esperar para que el ordenador (o el niño o el simio), escribiesen al azar METHINKS IS LIKE A WEASEL (CREO QUE PARECE UNA COMADREJA) … La posibilidad de tener correcta la frase entera de 28 caracteres es (1/27) elevado a la 28, es decir (1/27) multiplicado por sí mismo 28 veces. Estas son probabilidades muy pequeñas, alrededor de 1 en 10.000 millones de millones de millones de millones de millones de millones. Para ponerlo más claro, la frase que buscamos tardaría mucho tiempo en salir, por no hablar de las obras completas de Shakespeare.

Suficiente en cuanto a la selección aleatoria de variaciones en una sola etapa. ¿Qué pasa con la selección acumulativa?; ¿qué tan eficaz resultaría? Mucho más eficaz, quizá más de lo que nos damos cuenta a primera vista, aunque será obvio cuando lo reflejemos con más detalle. Utilicemos de nuevo nuestro ordenador-simio, pero con una diferencia esencial en su programa. Escogiendo de nuevo una secuencia de 28 letras al azar, como antes:

WDLMNLT DTJBKWIRZREZLMQCO P

Ahora «se reproduce» a partir de esta frase fortuita. La duplica repetidamente, pero con la posibilidad de que se produzcan errores aleatorios, «mutaciones», en el proceso. El ordenador examina las frases mutantes sin sentido, la «descendencia» de la frase original, y elige la que más se parece a la frase objetivo METHINGS LIKE A WEASEL, aunque el parecido sólo sea ligero. En este caso, la frase ganadora de la siguiente «generación» es:

WDLTMNLT DTJBSWIRZREZLMQCO P

¡No hay una mejora obvia! Pero el procedimiento se repite, de nuevo la «descendencia» mutante se «origina a partir de» esta frase, y se elige una nueva «ganadora». Esto sucede generación tras generación. Después de 10 generaciones, la frase elegida como «origen» de la próxima es:

MDLDMNLS ITJISWHRZREZ MECS P

Después de 20 generaciones es:

MELDINLS IT ISWPRKE Z WECSEL

En este momento, la fe nos hace creer que se puede apreciar una semejanza con la frase objetivo. Después de 30 generaciones, ya no hay duda;

METHINGS IT ISWLIKE B WECSEL

La generación número 40 nos conduce a una letra de diferencia con el objetivo:

METHINKS IT TS LIKE I WEASEL

Y el objetivo se alcanza, al fin, en la generación 43. Una segunda tanda del ordenador comienza con la frase:

Y YVMQKZPFJXWVHGLAWFVCHQXYOPY

pasa a través de (de nuevo se escribe sólo una de cada diez generaciones):

Y YVMQKSPFTXWSHLIKEFV HQYSPY

YETHINKSPITXISHTLIKEFA WQYSEY

METHINKS IT ISSLIKE A WEFSEY

METHINKS IT ISBLIKE A WEASES

METHINKS IT ISJLIKE A WEASEO

METHINKS IT IS LIKE A WEASEP

y alcanza la frase objetivo en la generación número 64. En una tercera tanda, el ordenador comienza con:

GEWRGZRPBCTPGQMCKHFDBGW ZCCF

y alcanza METHINKS IT IS LIKE A WEASEL en 41 generaciones de «producción» selectiva.

El tiempo exacto que tarda el ordenador en alcanzar el objetivo no importa. Si alguien lo quiere saber, la primera vez completó el ejercicio mientras yo estaba comiendo. Tardó una media hora. (Los entusiastas de los ordenadores podrían pensar que esto es extremadamente lento. La razón es que el programa estaba escrito en BASIC, un tipo de habla infantil para un ordenador. Cuando lo volví a escribir en Pascal, tardé 11 segundos.) Los ordenadores son un poco más rápidos en este tipo de cosas que los monos, pero la diferencia no es realmente significativa. Lo que importa es la diferencia entre el tiempo que tarda la selección acumulativa, y el tiempo que el mismo ordenador, trabajando exactamente al mismo ritmo, tardaría en alcanzar la frase objetivo si lo forzáramos a utilizar el procedimiento de selección en una sola etapa: alrededor de un millón de millones de millones de millones de millones de años. Esto es más de un millón de millones de millones de veces el tiempo que ha existido el universo hasta la fecha. Realmente sería más justo decir que, comparado con el tiempo que tardaría un simio o un ordenador en escribir la frase buscada, con un programa de combinaciones aleatorias, la edad total del universo hasta la fecha sería sólo una cantidad insignificantemente pequeña, tan pequeña que estaría completamente dentro del margen de error para este tipo de cálculo de papel y lápiz. Por el contrario, el tiempo que tardaría un ordenador en realizar la misma tarea, trabajando con combinaciones aleatorias, pero con las limitaciones de la selección acumulativa, es de un orden que los humanos pueden comprender ordinariamente, entre 11 segundos y el tiempo que se tarda en comer.

Existe, entonces, una gran diferencia entre la selección acumulativa (en la que cada mejora, aunque sea mínima, se utiliza como base para una etapa posterior), y la selección en una sola etapa (en la que cada «intento» es algo nuevo). Si el progreso evolutivo hubiese tenido que confiar en la selección en una sola etapa no habría llegado a nada. Sin embargo, si hubiese habido alguna forma por la que las fuerzas ciegas de la naturaleza hubiesen podido erigir las condiciones necesarias para la selección acumulativa, las consecuencias podrían haber resultado extrañas y maravillosas. De hecho, es lo que sucedió en este planeta, y nosotros mismos formamos parte de las más recientes, si no las más extrañas y maravillosas, de estas consecuencias».[2]

Y aquí quisiera referirme a una observación importante que es: que el argumento presentado de las probabilidades, si estuviera dirigido contra la teoría de la abiogénesis sería un argumento válido, pero no puede ser un argumento contra la teoría de la evolución y el desarrollo dentro de los límites de la vida.

[1] Fuente: Dawkins, El relojero ciego, pág. 75.

[2] Fuente: Dawkins, El relojero ciego, págs. 77-81.


Extracto del libro La ilusión del ateísmo de Ahmed Alhasan (a)