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En realidad, el relato del Diluvio de Noé en algunas narraciones difiere mucho con la realidad científica; ya que encontramos narraciones que describen el volumen del agua con la misma descripción bíblica distorsionada, o sea, que el agua habría cubierto todas las montañas por encima de quince codos. Y esto no pudo haber ocurrido; porque como explicamos previamente, esto hubiera dejado rastros que no podrían borrarse con el pasar de unos miles de años, mientras que no encontramos ningún rastro histórico en la geología de la Tierra.

En cuanto a la cuestión de que Noé (con él sea la paz), antes del Diluvio, vivía en la costa del Éufrates o cerca de un pueblo del Éufrates, no entra en conflicto con que ese pueblo haya estado en el valle fértil o golfo actual, ya que el Éufrates se extendía desembocando en lagos del valle antes del Diluvio.

Además: nada impide que la lluvia y el aumento en el nivel de los ríos hayan participado en la inundación del valle, además del colapso de la represa y del aumento del nivel del agua del mar, como resultado del final de la última glaciación.

Se encuentran algunas narraciones que describen de forma correcta algunos de los acontecimientos del Diluvio de Noé que ocurrieron y que no se contradicen con la ciencia,[1] por ejemplo: el hecho de que Noé cargue a los animales en el arca y que se trate de animales domesticados con los que se alimenta el ser humano, lo encontramos en una narración:

De Ismael Bin Yábir, de Abu Abdulá (con él sea la paz), que dijo: [La fabricó en treinta años. Luego ordenó cargar en ella de cada uno, dos parejas, las ocho parejas con las cuales salió Adán (con él sea la paz) del Paraíso para que sean sustento para la posteridad de Noé (con él sea la paz) en la Tierra, como vivió la posteridad de Adán (con él sea la paz). La Tierra se tragó lo que había sobre ella, excepto lo que él tenía en el arca].[2]

[1] Se ha aclarado previamente la falsedad de la hipótesis de que el arca de Noé habría llevado a bordo a todos los animales. Se ha aclarado que esta hipótesis contradice a los hechos científicos establecidos y que es una hipótesis que jamás se ha podido demostrar.

[2] Fuente: Rawandi, Qasas Al-Anbiya (Relatos de los profetas), pág. 82.


Extracto del libro La ilusión del ateísmo de Ahmed Alhasan (a)