• Categoría de la entrada:La ilusión del ateísmo
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La degeneración o atrofia y la pérdida de órganos, también representan una evidencia de la evolución en algunos casos en los que los rastros de este proceso permanecen visibles en cierta forma, porque consiste en un proceso de evolución, en la pérdida de un órgano o su regresión, por la pérdida de su utilidad o por un cambio en su utilidad. Entre los ejemplos de degeneración están:

Los órganos atrofiados: como las patas atrofiadas de algunas serpientes y como algunas alas de aves que se atrofiaron por no ser usadas para el vuelo. También como algunos cormoranes que pueden sumergirse en profundidades relativamente considerables, para obtener su alimento de los peces.

Los órganos atrofiados o ciegos: como el caso del ojo del pez ciego de cueva.

La causa de las degeneraciones es el desaprovechamiento del órgano con su costo económico para el animal, como explicamos anteriormente. Pues el ojo, por ejemplo, con respecto al pez ciego de cueva, no tiene ninguna utilidad o su utilidad es poca, porque el pez vive en la oscuridad, mientras que el costo de mantener el ojo abierto y funcionando es económicamente alto, pues continuamente requiere energía, ya que el ojo, cuando está abierto y se utiliza, consume energía, como los otros órganos del cuerpo. Por consiguiente, la necesidad de alimento es mayor y las dificultades para vivir, sobrevivir y reproducirse son mayores. Así, cada vez que un órgano que ya ha evolucionado, pierde su utilidad, la especie animal se deshará de él gradualmente, ya sea reduciéndolo o cubriéndolo con el crecimiento de la piel. Esto sucede cuando tiene mutaciones adecuadas disponibles para ello, puesto que los animales que obtengan una mutación genética adecuada se desharán de él y sus cuerpos serán más económicos, por ende, más capaces de sobrevivir; porque les bastará menos alimento. Pues cuando escasea el alimento, el entorno selecciona a los animales más capaces de sobrevivir y así ocurre un cambio en la especie animal. Este cambio ocurre también gradualmente, como es el caso siempre en la evolución.


Extracto del libro La ilusión del ateísmo de Ahmed Alhasan (a)